jueves 17 de mayo de 2007
Serios desafíos para Sarkozy
LA toma de posesión de Nicolas Sarkozy como nuevo presidente de la República Francesa inaugura a su vez una época de la que se espera un gran impulso dinamizador para Francia y, como consecuencia, para toda Europa. Así ha sido saludado por los principales líderes del continente, que, empezando por la canciller Angela Merkel, trabajan ya con una nueva variable con la que esperan dar solución a la crisis institucional que bloquea a la Unión. En concreto, la reunión que mantuvieron ayer Sarkozy y Merkel, que ejerce la presidencia de turno de la UE, representa una escena esperada desde hace mucho tiempo en las instituciones europeas, necesitadas del aire fresco que aporta el nuevo presidente francés después del fracaso del referéndum sobre la Constitución.
Incluso en una jornada tan solemne como la de ayer, un grupo de exaltados se manifestaba en París en contra del nuevo presidente. Sarkozy va a tener que afrontar una ofensiva permanente de la extrema izquierda y también -pero no sólo- por parte de grupos marginales que ni aceptan las reglas del juego democrático ni dejarán actuar cómodamente al nuevo presidente, al que insisten en atribuir calificativos intolerables. La imagen de alguien que ha sido ministro del Interior y que promete a sus ciudadanos orden y respeto a las instituciones es muy fácil de criticar para quienes suelen mantenerse en los límites de la sociedad. Precisamente por estar sometido a este juicio permanente, Sarkozy corre el riesgo de sufrir un rápido desgaste si no se esfuerza en mantener una ejecutoria impecable en todo momento. Con detalles como los de sus lujosas vacaciones maltesas después de la victoria electoral, o los más recientes reproches sobre los intentos de impedir que se publicase una determinada información sobre su esposa, Sarkozy podría estar comprometiendo el impulso que necesita para llevar a cabo la renovación que reclama Francia.
Tal vez pretenda Sarkozy compensar esa hostilidad irracional por parte del establishment de la izquierda con la oferta que ha hecho para integrar en su gabinete a personalidades procedentes de otras fuerzas políticas, pero si los electores hubiesen preferido a los socialistas en el Gobierno, en ese caso habrían votado mayoritariamente a la candidata del PS, Ségol_ne Royal. Y si los franceses quieren de verdad esa especie de cohabitación que plantea su nuevo presidente con sus fichajes, se lo podrían pedir directamente en las elecciones legislativas previstas para dentro de apenas un mes. Ser el presidente de todos los franceses no quiere decir que todos los sectores políticos estén representados en el Gabinete, sino que el Ejecutivo tenga en cuenta a toda la sociedad, pero usando las fórmulas y el programa que han recibido el apoyo de un mayor número de ciudadanos, que no han sido precisamente las que representan los socialistas.
Es más, Sarkozy ha ganado las elecciones porque representa precisamente un impulso diferente a lo que desde hace medio siglo impregna la vida política en Francia y en casi toda Europa. La generación de la postguerra se termina con el fin del mandato de Jacques Chirac, y la misión que se había atribuido Sarkozy era precisamente la de arrebatar la bandera de la renovación a los herederos del Mayo del 68, que por desgracia han contaminado dos o tres generaciones de intelectuales europeos. Estas son las coordenadas en las que se basó la campaña de Sarkozy, y también las ideas por las que los franceses han confiado en él para dirigir el país en los próximos cinco años. Renovación, porque es lo que necesita el país con urgencia y porque ya se ha visto hacia dónde han conducido a Francia y a Europa los experimentos políticos rupturistas. Es en este marco donde Sarkozy alcanzará sus mejores resultados porque, como él mismo dijo en su toma de posesión, «no tengo derecho a decepcionar a los franceses».
miércoles, mayo 16, 2007
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