miercoles 16 de mayo de 2007
La rechula de la pradera
POR ROSA BELMONTE
El taxista que me lleva a la madrileña Pradera de San Isidro, cuando se entera que la voy a ver, me pide que le dé las gracias a Esperanza Aguirre por el nuevo Reglamento. Porque ha podido comprarse otro coche y otra licencia para su hijo, cosa que la anterior norma no le permitía. De Alberto Ruiz-Gallardón tiene una opinión menos favorable. Por los impuestos. «Ella los ha bajado y él los ha subido. Es paracaidista como yo, y por eso lo respeto, por el valor, que no todo el mundo salta de un avión. Pero no le voy a votar. A Esperanza sí». Aunque los parquímetros le parecen bien («ha quitado 100.000 coches»). Opinión que no compartían los gigantes protestones que esperaban a Aguirre en la Pradera.
Uno, con guadaña, era Espe Culación; el otro, un vampiro llamado Ruiz-Vampirón. Ambos con un gran letrerón en el que se leía: «Al votar recuerde los parquímetros». Aunque a Espe (ranza), la genuina, le daba igual. Caminaba entre multitudes como si fuera Moisés vestido de chulapa. Más de uno (de la prensa y del público) habría agradecido que hubiera abierto las aguas del Mar Rojo para que corriera el aire. Eso sí, se habrían abierto a ritmo de chotis. «Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti». La pieza de Agustín Lara la cantaban Esperanza y su guardia pretoriana de chulapas de Alcobendas (militantes del PP, casi todas rubias). Todas iguales, vestidos azules con ribetes naranjas. La jefa, sin pañuelo y sin flor. Pero sí con piruleta del PP, que chupaba a la vez que cantaba: «Cuando llegues a Madrid chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapies». A mí me parece más valiente ir vestida así y cantando que saltar de un avión (además, Esperanza ya ha demostrado su valor aéreo).
Una señora se acerca para contarle que era muy amiga de Fabiana (según entendí, formaba parte del servicio doméstico de los suegros de Aguirre). La presidenta la besa y la atiende amablemente. Como a todos los que conseguían acercarse, lo cual era bastante complicado en su ascensión por la cuesta. Esperanza no cejaba en su ansia canora: «Ahora vamos a cantar Pichi», advertía a su coro de chulapas. «Pichi, es el chulo que castigaaa». En los alrededores también había no partidarios. Uno va y dice: «Qué fea, ¿no?» (iba casi sin maquillar). Anda, pues más fea era Celia Gámez, no te digo.
martes, mayo 15, 2007
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