miercoles 16 de mayo de 20007
Bárbaros en el jardín
POR IGNACIO CAMACHO
HAY chasquidos de cristales rotos en la campaña y el Gobierno no se da por enterado porque su presidente vive instalado en la nube de un pensamiento mágico que acaso ni siquiera sea él mismo capaz de creerse. Hay una crecida de violencia coactiva que amenaza la esencia misma de la libertad democrática, el derecho de hablar y de elegir, mientras la autoridad se agarra a la ficción de una normalidad cuyo quebranto trata de no ver a base de cerrar los ojos. Hay una marea de sabotaje y boicot que emerge de las cenizas redivivas del terrorismo y anega con su espuma las orillas del Estado, pero el poder se finge impasible y entero para no admitir su encogimiento pusilánime. Hay una grieta abierta en las costuras del sistema, un desgarrón en el traje de fiesta de las libertades, pero el Gobierno se mira en un espejo de autocomplacencia que le devuelve el reflejo de una realidad trucada. Hay un griterío de bárbaros en el jardín de la democracia, pero los inquilinos de la residencia prefieren ignorarlo bajando las persianas de su propia razón ensimismada.
Ayer, mientras el mismo Zapatero invocaba en Vitoria el discurso ficticio de una normalidad imaginaria, los escuadrones de la violencia acampaban ante su puerta en una exhibición de impunidad consentida. Ha sido él quien les ha abierto las verjas en que estaban confinados por la ley de una nación dispuesta a resistir, y quien tolera como mal menor, con los dientes apretados y aparente templanza, su pendenciero desafío de matonismo y soberbia. Y ellos lo saben, y se le suben a las barbas con la ingrata chulería de los rufianes, petulantes y envalentonados ante la arrugada pasividad de los débiles. No van a agradecer el favor ni conformarse con migajas, sino que incrementarán el chantaje porque son plenamente conscientes de que quien cede la primera vez ya ha perdido para siempre la virginidad de la resistencia. Eso sí, saben graduar su presión y diferenciar a las víctimas: gritos e insultos contra los socialistas y el PNV, palizas y agresiones contra los candidatos del PP. Que se note quién es quién en cada caso.
Pero la escala de la amenaza va subiendo, y pronto no distinguirán remilgos. Lo escribió Brecht: «primero fueron por los comunistas, pero no me importó porque yo no era comunista...». Porque lo importante, lo grave, es que han vuelto. Que se saben impunes porque han percibido que el poder les tiene miedo. Que se recrecen alzados en la debilidad de un Gobierno alobado que se ha atado a sí mismo las manos de la firmeza. Que se han reencontrado en el esplendor de una chulería consentida y conocen el modo de conquistar el terreno abandonado por el imperio de una ley acobardada. Acaso el presidente llegue a creer que puede victimarse, llegado el caso, como uno más ante el regreso de los siniestros escuadrones rampantes del fuego y la violencia. Pero su discurso legalista, paciente, equidistante y conciliador ya no cuela. Él es el responsable. Y no puede fingirse al margen de las consecuencias de su acongojado apocamiento.
martes, mayo 15, 2007
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