miercoles 16 de mayo de 2007
Acoso y violencia contra el PP
DESDE 2003, las sedes y los candidatos del Partido Popular sufren constantes agresiones en campaña electoral. No son hechos aislados, sino comportamientos que, aun no estando organizados, revelan una animadversión contra los populares que es, por supuesto, delictiva y antidemocrática, pero también una perfecta identificación de dónde está, en la España del siglo XXI, la violencia y el extremismo. En apenas una semana, dos candidatas del PP han sido agredidas por proetarras en Bilbao; la sede popular en Valencia sufrió daños por un artefacto explosivo; también ha sido atacada la sede de la localidad madrileña de San Agustín de Guadalix y otros dos militantes de este partido fueron golpeados por una cuadrilla de «antisistema» en Alcorcón. El recuerdo de las campañas de 2003 y 2004 obliga a no menospreciar estos actos de violencia mafiosa contra los populares. Por el contrario, demuestra que en España existe un clima de confrontación que algunos consideran una disculpa, cuando no una invitación, para dar rienda suelta a su fanatismo.
Lo fácil y cómodo sería decir que son actos esporádicos y que todos los partidos sufren agresiones. No es cierto ni lo uno ni lo otro. Que tales agresiones no estén planificadas no significa que no sean consecuencia de un discurso recurrente de deslegitimación de la derecha democrática. Sistemáticamente, el Partido Socialista, el Gobierno y algunos de sus aliados parlamentarios acusan al PP de ser la derecha extrema y de situarse fuera de la democracia. Este mensaje -burdamente falso y, además, cínico, porque el único partido que pacta con lo más extremista de este país es el PSOE- acaba calando en los sectores más antidemocráticos, que lo procesan como un veredicto de culpa contra el PP y como una legitimación del uso de la violencia.
Los ciudadanos deberían tomar nota de que quienes practican la violencia política contra sus oponentes en todas las campañas electorales están, de forma abrumadora, en la izquierda y en el nacionalismo radical, significativa coincidencia con las noches de salvajismo protagonizadas en Francia por grupos de izquierda contra la contundente victoria de Nicolás Sarkozy, después de que la candidata socialista advirtiera de que la victoria del líder conservador provocaría la violencia. Profecía cumplida.
Lo más preocupante es que el PSOE lleva su obsesión contra el PP hasta el extremo de no condenar, sin reserva alguna, los actos de violencia que se están produciendo, un silencio o unas condenas a medias que acaban dando a entender que al PP le está pasando lo que se merece. Algo así como negar inocencia a la víctima, porque, en el mejor de los casos, a renglón seguido del rechazo a la violencia se recuerda, a modo de explicación, que el PP crispa mucho el ambiente. Un cinismo que delata a quien lo exhibe, pero que aún puede dar lugar a consecuencias mucho más graves.
martes, mayo 15, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario