domingo, febrero 25, 2007

Jose Vilas Nogueira, Costumbres politicas

lunes 26 de febrero de 2007
José Vilas Nogueira
memoria de los días
Costumbres políticas
Como era previsible, el presidente de la República italiana ha encomendado al dimisionario primer ministro, Romano Prodi, la formación del nuevo Gobierno. En Italia, a diferencia de otros países, cambian de Gobierno no para cambiar las cosas, sino para que sigan igual. Incluso cuando tuvieron un partido hegemónico, la democracia cristiana, se las arreglaron para que la lucha de las facciones internas sirviese a la sucesión de gabinetes en movimiento presto agitato. Siguen escrupulosamente la sentencia del Príncipe de Lampedusa: "Para que nada cambie, es preciso que cambie todo".
La República acabó con príncipes y princesas, condes y condesas, aunque el penetrante perfume de estas últimas arome aún los aires. Pero quien tuvo retuvo, y gustan los italianos de adornar a sus políticos con títulos que, si no aristocráticos, son nobles en otra acepción del adjetivo.
Así, Prodi es el professore, como corresponde a un líder de la izquierda, que en estos tiempos la izquierda y el ejercicio profesoral son inseparables, desde la cátedra más reputada a la más ruin pasantía de suburbial academia. Y su gran antagonista de derechas, Silvio Berlusconi, es el cavaliere, bien que tales caballerías no le vengan de muy antiguo, sino del título de una condecoración con que le distinguió la República en 1977.
Con todo no deja de ser singular, y quizá admirable, un país en el que los dos principales líderes políticos sean conocidos como el profesor y el caballero. Un país, además, en el que sus ciudadanos no han sido precisamente alumnos de Eton College y, por el contrario, frecuentan juramentos y ademanes gruesos.
La compatibilidad entre las condesas y el olor a ajo que, según el antipático de Shelley desprendían, la compatibilidad entre tanta ceremonia de títulos y penachos y tanto desgarro de lenguaje y gesto es, creo yo, que no soy poeta ni inglés, uno de los encantos italianos.
Así Romano Prodi, que no es romano sino boloñés es conocido también como il mortadella, en razón de su origen. Y Berlusconi debe de ser uno de los políticos más insultados del mundo (aunque hay que reconocer que él mismo facilita mucho la cosa). Por cierto, rara avis, un tal Luca Ricolfi, politólogo y sociólogo, declara en El Mundo que Silvio no lo hizo tan mal como se dice y que Prodi ha hecho menos y peor de lo que se esperaba.
Pero volviendo a nuestro tema, los corteses tratamientos no obvian la violencia verbal e incluso física, ni siquiera entre la clase política que suele practicar el insulto con la indiferencia profesional y la buena conciencia del cirujano que te abre la barriga, si ha menester de ello. Así lo puede testimoniar el senador Rossi, del PdCI (o séase Partido de los Comunistas Italianos), que ha sucedido al otrora famoso, sobre todo en España, PCI (Partido Comunista Italiano), que lenguaje y política se degradan sincrónicamente en nuestros tiempos.
Este senador, cuyo voto fue de los que hizo caer a Prodi, se encontró en el tren con un dirigente regional de su mismo partido. Ni professore ni cavaliere; con un sonoro coglione, algo así como gilipollas, le obsequió su paisano y conmilitón. Mal prevenido cogió al senador el descenso del estándar lingüístico, pero peor todavía la transición a la dialéctica de la lucha libre: "menudo puñetazo me dio", se lamentó en Il Corriere della Sera.
Claro que mayor estropicio le han hecho sus jefes, Diliberto y compañía, expulsándolo del partido. Sin embargo, no hay por squé preocuparse por el futuro del líder proletario. Los políticos profesionales, por desgracia, nunca mueren. Los viejos rockeros, por suerte, tampoco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario