domingo, febrero 25, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Solo el Apostol en neutral

lunes 26 de febrero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Sólo el Apóstol es neutral
Estos manifestantes llegados de Vigo ponen al Apóstol en un aprieto. Hasta el momento, la jurisdicción del Santo Patrón era más bien generalista, porque se refería a la paz, el bienestar, el progreso y demás peticiones inconcretas. Ahora se le pide que medie en un Plan de Ordenación, lo cual obligará a Santiago a ponerse al día en cuestiones de derecho urbanístico.
Tendremos así una nueva instancia en tan complejo asunto. Además de la competencia local y la autonómica, una nueva de tipo apostólico, inaugurada el sábado por las asociaciones de vecinos de Vigo. La novedad tiene aspectos preocupantes y otros que son ciertamente halagüeños ya que constatan el nivel de desarrollo alcanzado por el país elegido por nuestro gran valedor.
Empezando por lo bueno, nótese cómo han cambiado las peticiones que los gallegos le formulan a los abogados del más allá. Ya no se piden curaciones como antes dado que el Sergas, sin ser santo y teniendo algún que otro problema, funciona con eficacia. Tampoco cosas relacionadas con necesidades básicas, cubiertas mayormente por la actual autonomía del bienestar.
Ahora se trata de un plan urbanístico, y quizá mañana acuda alguien a pedir por la privatización de Navantia, el AVE o para garantizar mejor la continuidad de Citroën. De las necesidades básicas, se pasa a otras más sofisticadas, propias de una sociedad que ya no navega por la subsistencia, ni está en vías de desarrollo, una sociedad acomodada que incluso se parece a otras del entorno, en la pérdida de fe en la política.
Los vigueses manifestantes tienen más esperanza en el Apóstol que en la conselleira Caride. Ven en el santo a alguien neutral, capaz de analizar el controvertido Plan sin pensar en las elecciones, o en si favorece a Corina o a Abel. Sospechan sin embargo que en Política Territorial lo han condenado de antemano, y que simplemente se demora la publicación de la sentencia.
Estos vecinos ven que su ciudad es como un pelele zarandeado por intereses partidistas y temen que ellos mismos serán acusados de ser meros peones de la ladrillocracia, que es de lo que se suele acusar a todo aquél que no comulgue con la doctrina de la dama de hierro del urbanismo galaico. Por eso han buscado al alguien ecuánime que los escuche y los entienda, y no les ha ocurrido otro que el Santo Apóstol.
Hubo un tiempo en el que el vecindario abandonó las creencias religiosos para abrazar las políticas, y ahora sucede al revés. No quiere decirse que esos miles de vigueses, entre los que habría mucha izquierda, se hayan convertido o reconvertido, sino que admiten que a día de hoy, sólo pueden esperar ecuanimidad de un santo prestigioso, con siglos de experiencia mediadora.
Es decir, que esperan un milagro. Como la política en vigor sólo les ha complicado los problemas, tal vez buscan en el más allá una solución. No se diferencian mucho de los gallegos de antaño que fabricaron sus propias instituciones autonómicas a base de ermitas, romerías, peregrinaciones, donde los santos hacían las veces de conselleiros, y las limosnas venían a ser una instancia, o si se quiere un pago simbólico y barato, bien distinto del que unos pillos iban a abonar en el cepillo de los ediles de Gondomar.
Seguro que el Apóstol hará lo que pueda, aunque para ello tenga que especializarse en derecho urbanístico. En la especialización puede estar garantizado el futuro de santos a los que el desarrollo de Galicia ha dejado un poco olvidados, y que el atroz partidismo convierte en necesarios.

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