jueves 1 de febrero de 2007
No es para tanto
JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA
Ni lo uno ni lo otro. No es, desde luego, para tanto, es decir, para admitir una querella criminal e instruir un procedimiento penal por posible «cooperación necesaria a la desobediencia», el hecho de que el lehendakari convocara una reunión con los representantes de la ilegalizada Batasuna. A mí, al menos, no me lo parece. Y tampoco debió de parecérselo al Tribunal Supremo, que creyó ver en una denuncia similar un artilugio constitucionalmente fraudulento con el que se pretendía condicionar la actividad del Ejecutivo mediante la provocación de la intervención judicial. Sin embargo, así está la judicatura.No sé si convendrán conmigo en la apreciación, pero a mí me da la impresión de que, en estos asuntos que limitan con la política, algunos jueces emiten sentencias que, más que contra el acusado, van dirigidas contra otros jueces. Se acordarán, por ejemplo, de cómo algunos autos del juez Garzón desmontaron los previos que había dictado el juez Grande-Marlaska en torno a los actos en que participaban los representantes de Batasuna. O de cómo una juez de la Audiencia Provincial de Madrid tomó el caso del informe supuestamente falsificado sobre el ácido bórico para darle la vuelta a lo que un colega suyo de la Audiencia Nacional había dictaminado. O el de la última resolución sobre la situación penitenciaria de Iñaki de Juana Chaos, en la que el Pleno de la Sala apartó a la Sección que llevaba el caso para emitir un auto diferente del que ésta tenía previsto dictar. O, finalmente, el de todos esos votos particulares que se adjuntan a las sentencias de calado político y en los que se van machacando, uno por uno, todos los argumentos jurídicos en que aquellas se sustentan para llegar a conclusiones de culpabilidad absolutamente contradictorias. Ejemplos, mil.Debe de ser lo que nos diferencia de la 'common law'. Allí, según dicen los que saben, los jueces van tirando del acervo judicial anterior para construir una jurisprudencia coherente sobre cada caso. Aquí, en vez de apoyarse unos en otros, los jueces se contradicen entre sí como si se encontraran en una de aquellas contiendas escolásticas del medievo y trataran de demostrar quién de entre todos brilla más por su sutileza jurídica. Y el que venga atrás, es decir, el que tenga la responsabilidad de unificar doctrina, que arree.Pero tampoco lo otro. Porque no es para tanto, es decir, no es para denunciar la liquidación del Estado de Derecho o el derrumbamiento del sistema democrático, el hecho de que el lehendakari haya sido imputado, en fase de instrucción, por un posible delito de cooperación necesaria a la desobediencia. Puede ser un error, y hasta un disparate, pero no, desde luego, un ataque que merezca el toque a rebato para que la ciudadanía cierre filas «en defensa de nuestras instituciones». Demasiada grandilocuencia para cosa buena. A mí me da que la imputación les ha venido al pelo para enardecer a los propios, soldar fisuras internas y devolver protagonismos perdidos.En cualquier caso, unos y otros parecen haber enloquecido. ¿Qué habremos hecho nosotros! Porque, según los clásicos, el enloquecimiento de sus líderes es el castigo que los dioses infligen a los pueblos cuando se enfadan con ellos. Pero, en fin, también los clásicos exageraban. Después de todo, lo peor que ha podido ocurrir es que estos padres de la patria, con tanto grito y tanta trifulca, hayan despertado al niño y éste se haya puesto a llorar. Y tampoco esto es para tanto.
jueves, febrero 01, 2007
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