jueves 1 de febrero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Faltaba la ONU
Tanto la escenografía como algunos aspectos del plan gallego sobre la violencia escolar parecen calcados de esas conferencias de paz que organiza la ONU. Muchos mandatarios, innumerables expertos, ambiente solemne y conclusiones que recomiendan elaborar un diagnóstico adecuado, en el que se contemplen las diferentes visiones del conflicto, que a su vez serán tratadas en la próxima cumbre.
Incluso la terminología toma prestados conceptos de la jerga diplomática. La tradicional comisión deja paso al observatorio, dando a entender, quizá sin quererlo, que entre el problema y los observadores existe una distancia similar a la que separa al te- lescopio del universo que escruta. El caso es que nace un nuevo artilugio para diagnosticar lo que pasa en los colegios.
Admitir que no se sabe es toda una confesión de culpa de las instituciones que participaron en el acto. Volviendo al ejemplo de la política internacional, puede que no estén claros los entresijos del problema de Chechenia, o que sea preciso seguir desentrañando el cisma kosovar, pero las escuelas e institutos están aquí al lado, tienen profesores, tutores, directores, inspectores, y los chavales viven en familias.
Resulta difícil entender que no haya información suficiente de lo que ocurre. Antes de instalar los telescopios, habría que dar cuenta de lo que ha fallado para que el mundo escolar gallego les parezca a los reunidos en la conferencia de paz (escolar) una tierra incógnita, a la que es preciso enviar exploradores provistos de test, donde los estudiantes denunciarán a los malos y antipáticos del curso, gozando, se supone, del programa de protección de testigos.
A lo mejor no es ignorancia lo que hay, sino un cierto temor a pronunciar palabras que hoy en día suenan tan mal como el carallo. Disciplina, autoridad, jerarquía. ¿Cuántas veces han sonado en la reunión, o se citan en el plan contra la violencia escolar? He ahí otra característica que asemeja las cumbres que preside el señor Ban Ki-Moon, secretario general de Naciones Unidas, con la educativa: se soslayan con exquisito pudor términos escabrosos que puedan herir la hipocresía, poniendo en su lugar expresiones cargadas de ambigüedad, flojas, parecidas a los buñuelos de viento.
Decía en el acto la conselleira de Educación que los casos que se dan en Galicia son pocos, raros, aislados. No se entiende entonces que se organice semejante ceremonia, y se cite a jueces, fiscales, valedores y demás, como si la comunidad escolar gallega fuese parecida a la que Michelle Pfeiffer intentaba domar en Mentes peligrosas.
Pero es que, además, si son escasos los chavales que rompen la paz escolar en Galicia y no se trata de un problema estructural, los observatorios y telescopios sólo van a conseguir magnificar el asunto. Sería más eficaz aislar el mal, actuar contra esa minoría, restaurando esas tres palabras que han pasado al vocabulario soez.
Porque es ese pequeño porcentaje de gamberros el que más se beneficia de que la jerarquía del docente haya desaparecido, que la autoridad parezca carca y que la disciplina se asocie sólo a las cosas castrenses. En cierto modo, el acoso escolar supone que el abusón asume los poderes que antes tenían profesores y directores.
Por el momento no pueden con él. Esa es la conclusión que se deduce de la rimbombante conferencia sobre la paz escolar en Galicia. La solución es observarlo mediante un observatorio a cuya inauguración podría asistir el señor Ban Ki-Moon.
jueves, febrero 01, 2007
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