lunes 18 de diciembre de 2006
LA NACIÓN FALSIFICADA (Entrevista a Jesús Laínz)
Juan Urrutia
J ESÚS LAÍNZ es escritor, abogado y una de las mentes mejor amuebladas que he conocido en los últimos tiempos. Con motivo de la presentación en Santander de su libro “La nación falsificada”, cuya ilustración corre de la cuenta del genial dibujante y colaborador de esta publicación, Julen Urrutia, me desplacé a la ciudad cántabra y tuve el placer de entrevistarle para este medio. Digo el placer porque, además de comportarse como un magnífico anfitrión y caballero, Laínz es una persona jovial y de gran cultura. Sin más preámbulos les dejo con sus palabras. Espero que disfruten tanto como yo.
Pregunta- Cita en su libro a Sabino Arana el cual consideraba a los españoles “simios poco menos brutos que un gorila”. ¿Cómo surge en un simio la idea de escribir La Nación falsificada? Respuesta- Yo comprendo que parto de la limitación de no pertenecer a la raza elegida de Sabino Arana, pero bueno, a pesar de eso, me he atrevido a esta soberbia de pretender, discutir a tan alta figura del pensamiento. Bromas aparte, sus teorías raciales caen por su propio peso cuando, evidentemente, no hay ninguna distinción racial entre vascos y españoles. El propio rostro de Sabino Arana es el prototipo del español del siglo diecinueve. Más español que Sabino arana no podía haberlo. La razón por la que he escrito este libro, igual que el anterior, Adiós España, es porque desde siempre me ha interesado mucho la Historia y sobre todo la manipulación que de ella se ha hecho con fines políticos. Mi preocupación, que coincide con el problema que tiene la España de hoy, que es cómo precisamente con la adulteración de la Historia, la mentira y la agitación del odio, se pueden crear problemas políticos donde no debería haberlos. Ésa es la razón por la que, a pesar de no ser historiador desde un punto de vista profesional, me ha interesado siempre este tema y llevo unos cuantos años estudiándolo. P- Usted sintetiza las biografías de sesenta personajes históricos vascos y catalanes sobre los que existe una peculiar versión oficial. ¿Fue particularmente complicada la labor de documentación en algún caso concreto? R- Lo más complicado ha sido buscar las fuentes nacionalistas. Es decir, informarse sobre la vida de Juan Sebastián Elcano o de Juan Prim no es difícil. Para eso están sus biografías, los libros de historia, las enciclopedias, y mucho más. Lo verdaderamente interesante y trabajoso, digamos la labor de laboratorio, ha sido ir a la Enciclopedia Auñamendi, a los libros de texto del sistema educativo peneuvista, a la enciclopedia general de Cataluña o a cualquier otro libro, texto, película o museo inspirado por los nacionalistas y buscar sus versiones: ahí es donde se encuentra la labor de documentación más costosa aunque también la más divertida, porque el cúmulo de disparates con que se topa uno es tal que se convierte en una especie de labor entomológica de descubrimiento de bichos. Además se hallan en el lugar más insospechado. Uno cree que va a disponer de una enciclopedia aceptablemente seria y se encuentra con barbaridades absolutamente pueriles. Digamos que sí, ha sido un trabajo de buceo en las fuentes nacionalistas originarias, en bibliotecas y archivos, y la verdad, es bastante interesante, siempre y cuando uno este vacunado, no vaya a ser que se contagie, porque, claro, de tanto bucear en los escritos de Sabino Arana ha habido momentos en los que he temido estar sometido al peligro de infección. P- En la biografía de Diego López de Haro El Bueno, habla usted de ciertos Guipuzcoanos deseosos de regresar al reino de Castilla y cansados de pertenecer a Navarra. ¿Cómo es eso posible si, según el nacionalismo, los vascos nunca han sido conquistados? R- En efecto, la unidad de destino en lo vasco exige que eso no pueda ser así. Sin embargo en Navarra, durante muchos siglos, a los guipuzcoanos se les llamaba “los castellanos” porque eran la vanguardia de éstos contra el Reino de Navarra; y a lo largo de muchísimas batallas, de muchísimos siglos, en la edad media, en la edad moderna, la propia conquista del Reino de Navarra por Fernando el Católico fue efectuada fundamentalmente por tropas vizcaínas y guipuzcoanas. Vizcaínos y navarros nunca pertenecieron a un mismo reino, quitando unos pocos años por la herencia de la mujer de Sancho el Mayor –la condesa de Castilla- pero jamás han tenido conciencia de pertenencia a una unidad ni en modo alguno conciencia nacional unitaria, sino más bien al contrario: una hostilidad notable. La prueba está en que, en cuanto pudieron, los guipuzcoanos salieron corriendo del Reino de Navarra; por ejemplo, cuando Sancho el fuerte en el año mil doscientos, o a la muerte de Sancho El Mayor, en mil quinientos doce. Incluso con la conquista del Reino de Navarra por parte de Fernando el Católico. De ahí la falsificación del escudo de Guipúzcoa. ¿Cómo se puede aceptar desde una óptica nacionalista que en el escudo de Guipúzcoa salgan los doce cañones de Velate, cuando fue una batalla en la que los guipuzcoanos vencieron a los navarros? Lo que pasa es que cuando la Historia desmiente los planteamientos ideológicos del nacionalismo, lo que se hace es borrarla para hacerla encajar. Si los nacionalistas fueran verdaderos amantes de la tradición vasca, de la historia vasca, de la personalidad vasca, lo último que harían es borrar la Historia y falsificarla. P- En el epílogo se refiere al “proceso de recuperación de la memoria histórica” defendido por el Gobierno. ¿Qué efecto cree que puede tener dicho proceso en la sociedad española? R- El tiempo lo dirá. A mí me parece un disparate. En primer lugar a nadie le interesa salvo a cuatro personas que están interesadas en avivar rencores y en no pasar la página que se pasó hace treinta años con la Constitución Española. Quitando a esas pocas personas, al resto de la gente le importa un pimiento la guerra civil. Es como si intentásemos resucitar los bandos austracistas y borbónicos o la guerra de secesión; o los carlistas y los liberales en el siglo diecinueve; o los partidarios de Isabel La Católica o Juana la Beltraneja. Quizás la siguiente generación vea esto como una chifladura, pero lamentablemente este proceso que se llama de recuperación de la memoria histórica, responde a un designio político, es decir, no tiene ningún interés histórico ni de reparación. Simplemente es la agitación del odio político para arrinconar las posturas que no son ni izquierdistas ni nacionalistas. Como usted recordará, en el famoso homenaje a Carrillo que se realizó hace un año se dijo que en esa comida estaban los buenos, es decir: las izquierdas y los nacionalismos y que faltaban los malos. Aparte de que la terminología “malos y buenos” es perversa además de pueril, demuestra que buena parte de la sociedad española sigue siendo inmadura y que continuamos echándonos en cara los enfrentamientos de nuestros abuelos con fines electoralistas presentes, lo cual me parece lamentable. P- Cuénteme eso de que la guerra de la independencia fue el origen de la Comunidad Autónoma Catalana tal como hoy la conocemos. R- Así es… (Risas) Uno de los textos más sorprendentes que me encontré, fue investigando sobre la guerra de la independencia de Cataluña. Hay historiadores actuales que, obsesionados con sus ideas, cuentan antecedentes de la Comunidad Autónoma Catalana como nada más y nada menos que la creación de la Junta de Defensa de Lérida. En Asturias andan con lo mismo: según parece, la creación de la Junta de Defensa de Asturias en mil ochocientos ocho, está siendo utilizada por algún nacionalista asturiano para venderlo como la creación de un Estado asturiano en el siglo diecinueve. Aquí la locura no tiene límites. Los separatistas, ya sean catalanes, vascos o de donde sean, poseen una idea particular de la realidad y todo lo que leen, escriben o dibujan gira en torno a ella. Si están tratando la guerra de la independencia, por ejemplo, dicen: “he aquí el germen de nuestro estado”, etc. P- Por último, ¿qué es lo que pretende transmitir al lector La Nación falsificada? R- Denunciar la mentira. Hasta hace poco toda crítica a los nacionalismos tenía que venir mediatizada por el terrorismo. Si uno denunciaba el terrorismo estaba bien, pero no se podía meter con el PNV porque eran buenos. Eso empezó a cambiar a partir del noventa y seis - noventa y siete con el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el incremento de las reclamaciones nacionalistas, el pacto de Barcelona etcétera. A partir de ahí empezaron a aparecer libros -uno de los principales fue El Bucle Melancólico, de Jon Juaristi- en los que se empezó a denunciar la manipulación nacionalista. El terrorismo no es el problema, no es la enfermedad de España, es el síntoma más sangrante. La enfermedad es el nacionalismo. Los causantes de esa enfermedad no son ETA ni Batasuna, sino el PNV y CIU. Parece que Convergencia y Unión nos resultan menos malos que Esquerra Republicana, pero no; el causante del problema nacionalista en Cataluña es CIU. Los moderados de Pujol, y en el País Vasco los moderados del PNV son los que han perpetuado en el sistema educativo la siembra de mentiras y de odio, lo que posibilita que haya individuos que cojan una pistola y maten. Nadie pega tiros por nada. Esa gente pega tiros porque el PNV les ha convencido de que hay que pegarlos en defensa de la nación oprimida. Lo que quisiera con estos libros es hacer ver a catalanes y vascos que son víctimas de un engaño, el más grande engaño de la historia de España, que les ha hecho creerse miembros de naciones distintas y enfrentadas a ésta. ¿Cómo? Mediante la manipulación de la Historia. Que no digan ahora que tienen la voluntad de no ser españoles y que eso basta; porque esa voluntad no existiría si no les hubieran inoculado un montón de mentiras y odio en la educación, medios de comunicación y propaganda.
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