viernes 4 de agosto de 2006
Jovellanos, un patriota
Antonio Parra
P RIMEROS días de agosto primeros días de invierno. El agua del orbillo, cantarina igual que la sidra de los toneles, mansamente horada la piedra. El gran Casimiro me da cobijo en su Internet desde donde se ve la playa de Xixon con poca gente en la arena. Por algún lugar en alguna parte escucho la voz del Presi abigarrada saliendo de lo hondo de las gargantas del pueblo hijo de la raza, voz de la tierra. Si el Presi es el rapsoda que mejor canta a Asturias don Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es el escritor que mejor la define. El hombre de ciencia que la apuntala. El día 6 de Agosto Asturias honra a la memoria del polígrafo y Xixon su tierra se vestirá de gala. Oviedo mientras tanto ese día en que el calendario romano celebra la fiesta de la Transfiguración o la de los laureles (toda la gente va con un ramo de este árbol del Olimpo a honrar a su Señor) festeja a su patrono: San Salvador. La espuma de las olas a unos metros de donde escribo lamen las restingas. Se ve partir alguna lancha y la bocana de la Playa de san Lorenzo le dice adiós. Todo el principado es un hervidero de turistas. Mal que bien España está en paz y eso es cosa muy de de agradecer. Esta idea de la paz y del consenso es la que transpira en la obra de Jovellanos. Acabo de dar remate a sus diarios que son una delicia y un verdadero referente para conocer cómo era la vida en el país hace dos cientos años. Los párrafos conservan una frescura y una modernidad que parecen haber sido escritos ayer por la tarde. Sus observaciones sobre la naturaleza y cuanto le rodea muy precisas. Jovellanos fue el gran adalid de la reforma agraria y de la repoblación florestal y Asturias sigue siendo como es una especie de paraíso natural gracias a los desvelos del prócer por luchar contra la desidia, la incultura y la superstición. Como memorialista pocos le superan en castellano y la forma como conduce sus dietarios hace pensar en la prosa de Samuel Pepys pero ya se sabe unos cardan la lana y otros llevan al agua. A nuestro Jovellanos no le pone un pie delante el londinense de las pelucas empolvadas. Con Jovellanos que era algo anglófilo y había leído y estudiado a los ingleses surge la forma de narrar y de observar típicamente periodista. Además de un afán por la concordia entre los españoles. El benevivere. En 1794 por ejemplo se cartea con Goya y hace un ingreso en su diario sobre los reales que ha tenido que pagar por la compra de unos esquejes de álamo, abedul y de pala (higos chumbos) para plantarlos en su jardín. Al propio tiempo escribe pestes sobre Robespierre al que califica de criminal contra la humanidad. No preconizaba la revolución sino la reforma incluso la reforma de la iglesia porque déspota ilustrado y librepensador no se perdía la misa los domingos y gran amigo del obispo de León, éste cuando acudía a visitarle mandaba tirar voladores. No le hicieron casa a sus propuestas y años más tarde ven dría Paco con la rebaja, esto es Mendizábal con su desamortización. Odiado y envidiado por una corte corrupta de Jovellanos hay que decir lo mismo que de nuestro gran héroe epónimo ¡Que buen vasallo si hubiese buen señor! Nada pudo hacer para aplacar la enemiga de Godoy que lo tomó ojeriza y lo desterró a la isla de Mallorca. El castillo de Bellver se convirtió para él en una mazmorra comparable al convento de San Marcos de León donde encerraron a Quevedo un lustro. El asturiano casi le dobla los años que estuvo entre rejas. Es nuestro sino: ver a los grandes españoles bajo las garras del déspota. Sin embargo, pocos se acuerdan hoy del Príncipe de la Paz aquel garzón bellaco sino para escupir sobre su memoria nefasta para los españoles: los franceses nos arrebataron bajo su mandato – la corte estaba muy corrompida y ese viene a ser el mal de siempre, las putas y los trincones merodeando por palacio- nos arrebataron Bilbao y San Sebastián y casi corren la frontera de los Pirineos hasta el Ebro. A Jovellanos un tolerante y un asturiano que entre otras cosas tenía un gran sentido del humor lo encerraron por denunciar tales males. Nadie es profeta en su tierra bueno en su patria chica sí. De su pluma salió el concepto de patria grande y patria chica que sigue desde la cuna a la sepultura y nos ayudaría a solucionar el problema de los separatismos. Decía la pobre Martín Gaite que si a Feijoo había que hacerle un monumento y quemar todos sus libros – eran bastante tediosos y malos- a Jovellanos, monumento y autorizar sus obras como libros de texto en las escuelas. De momento Asturias es toda ella un monumento natural al gran polígrafo y Gijón, la villa de mis veraneos, sigue vibrando en su recuerdo.
viernes, agosto 04, 2006
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