Quisiera morir contigo, Rocío
Agustín Zaragozá Granell
ADIÓS
"Te vas rodeada de glorias, triunfos y conquistas, que para eso eres la más grande".
2 de junio de 2006.
Mi queridísima paloma brava:Vaya palo que nos das, patrona del arte. Te vas rodeada de glorias, triunfos y conquistas, que para eso eres la más grande. Como tú, Rocío, ya no paren otra. Déjame gritarlo de nuevo con mis cinco sentidos: ¡viva la madre que te parió! Naciste abrigada de una misteriosa aura que sólo acompaña a los seres divinos como tú. Hoy, sin ti, Rocío, el mundo parece menos habitable que nunca, ya casi irrespirable, triste, oscuro, feo, repugnante… El viaje que emprendes, chipionera de mi alma, excluye el retorno. Mira que en el escenario tocaste palos, corazón mío, pero el palo de tu ausencia es el más desgarrador que nunca sentí. Tanto, Rocío, que es el palo más grande de mi vida. Tan grande, preciosa, como tú. Me sirve de consuelo saber con total certeza que ya estás en el cielo. Me consta que tu amiga Lola, flor de flores, te ha recibido con un cálido abrazo. Allí te ha mostrado el cielo, lugar merecido para un ángel como tú, y te ha presentado cara a cara a tu Virgen de Regla, que ya tenía ganas de tenerte a su vera. Y para celebrar que venciste al maldito cáncer, que pudo con tu cuerpo pero no con tu inmensa alma, ofreciste un irrepetible concierto dedicado a los buenos, bellos y bondadosos por naturaleza. Estás rodeada de los mejores, como bien mereces. Y ahora, ya liberada del dolor y la enfermedad, vuelves a ser la Rocío que nunca olvidaré: la felicidad hecha carne. No me duelen prendas por decir que a la felicidad ya no aspirará ningún hombre. Todos pretendemos conquistarla pero, ¿qué sentido tiene luchar por algo que ya no está entre nosotros? Tú eras la esencia y la fragancia de la felicidad y la dicha. Tu muerte es la extinción de la felicidad, la aniquilación de la aspiración al bien supremo del ser humano, la pérdida del rumbo y del sentido de la vida humana. Te marchas, Rocío, y desconoces las trágicas consecuencias de tu ausencia. Haz el favor, amiga, de protegernos; sobre todo, a los que desde hoy tenemos el corazón machacado, triturado y destrozado por tu ausencia. Infelices, desquiciados y con el corazón roto en mil pedazos: así nos quedamos en la tierra, Rocío… ¿Será tu muerte la mía? ¡Es tu muerte la muerte del arte, de España, del sentimiento, de la humildad, de la gracia, de la vida, de mi vida! Te marchas y es injusto, Rocío: España te debe mucho, todo, diría yo. Colmaste de arte e ilusiones al pueblo porqué tú, como bien sabes, eres una artista del pueblo. Hoy nos sentimos en deuda contigo porque el intercambio emocional fue recíproco, pero desigual. Algunos descarriados te hicieron sufrir mucho, y tú lo sabes, como también supiste perdonarlos. Sólo un corazón hecho carne como tú puede perdonar tantas injusticias. Ahora nos quedamos sin la Jurado, ésa que formaba parte de todas las familias españolas e hispanoamericanas. Hasta la prensa rosa, mira por dónde, va a ser menos rosa que nunca. Se va la diva del corazón, la estrella rosa, la inimitable estrella que debajo del escenario se convertía en una señora más. Ya nunca veremos a una artista de pata negra como tú comprando en el supermercado, con el chándal y el abrigo de visón, desprendiendo de tu imagen esa dualidad que encerraba tu persona: sencillez, discreción, pero a la vez, magnanimidad y desparpajo. Por si fuera poco, los que te queremos también estamos desconsolados al saber que dejas una familia muy grande, grandísima. Eras el faro que los iluminaba. Pero no te preocupes, Rocío, que desde el cielo sabrás guiarlos a todos, de manera especial, a Gloria Camila y José Fernando, que son angelitos como tú, y se quedan sin la más grande madre. Nunca olvidarán, estoy seguro, que fuiste la madre más inmensa de todas, y podrán estar orgullosos de ser los hijos de Rocío Jurado. Escucharán, una y mil veces, el grito largo que dedicaste a tu mamá: algo se me fue contigo, madre… Todo se les va contigo, Rocío. Palabras y más palabras… ¿De qué servirán, si ya no tenemos cerca tu gesto, tu sonrisa, tu profunda mirada y toda esa hermosura que siempre desprendiste? Nos queda tu obra, sí, pero me sabe a poco. Mueres joven, amiga. No es justo. Me debías más discos, conciertos, conversaciones y, sobre todo, Rocío, una entrevista. Iniciaba mi andadura periodística a la vez que caíste enferma. Fue difícil –ya imposible- acordar una cita para esa entrevista humana, cálida, cercana, que son las que yo ofrezco. Eras la artista idónea para conversar sobre la vida, porque eso eres tú, Rocío: pura vida. Y me quedo sin tu vida y sin la mía. ¡Qué marrón, Rocío de Luna Blanca! Me debes una, Rocío. Gracias por la felicidad que me has dado. Gracias, gracias y mil gracias por vivir, por compartir tu arte y tu existencia con gente intrascendente como yo. Tú fuiste una diosa, la leyenda de la canción española, el arte del arte, el corazón, el alma y la humanidad hecha carne. Me quedo sin artista, sin arte, sin sangre en las venas, sin ilusiones… Te quiero, chipionera, y siempre te querré. Sólo quiero decir, como aquella canción tuya, que quisiera morir contigo. Descansa en paz, vendedora de ilusiones. Descansa en paz, mujer buena. Descansa en paz, ángel de España.
jueves, junio 01, 2006
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