EL ANÁLISIS
Los hombres de Rubalcaba acaban con los malos, para mayor gloria de ZP
Miguel Ángel Orellana
Lo de policías tratando con terroristas es indefendible. Aflora en este escándalo la cara más oscura del ministro, de cuyo alcance político y quizá judicial sólo vemos el perfil.
26 de junio de 2006. Nunca antes se había producido una situación tan peculiar –por decirlo suavemente- como la que estamos viviendo en estos últimos días. Hasta hace bien poco la ETA formaba parte de la marginalidad en términos de aceptación social. Tan es así que el gran avance en la lucha contra el terror etarra ha venido de la mano de la deslegitimación de su entorno, de la consideración de Batasuna como una pata de la mesa que conforma el conglomerado terrorista. Pero ahora nos encontramos con que los terroristas son protegidos por policías nacionales, y esos policías no sólo les auxilian, sino que además neutralizan la acción de la Justicia para no poner en peligro el "proceso de paz". Es la madre del cordero de la que más se habla en el mismo seno de las Fuerzas de Seguridad del Estado, según le consta a Elsemanaldigital.com. Domeñando las leyes Inmersos como estamos en el proceso de rendición ante la cuadrilla de asesinos, un proceso infame que lamina la libertad y la democracia desde sus cimientos, desde que la banda terrorista hizo público su alto el fuego hemos visto a un Gobierno agachar la cabeza ante cada una de las exigencias de ETA, saltarse a la torera la Ley de Partidos, el Pacto Antiterrorista y el Estado de Derecho. Un Ejecutivo rendido, en definitiva, y sin iniciativa, a merced de los comunicados de la banda terrorista. Pero lo que no habíamos visto aún es que desde un Gabinete democrático se lamentase el éxito de una operación contra la red de extorsión etarra y menos todavía que miembros de la policía nacional se convirtiesen en soplones de los canallas en un intento de abortar la citada operación. Ver cómo hombres de Alfredo Pérez Rubalcaba, verdadero presidente de España en la sombra, se convierten en cómplices de criminales, es un escándalo de collons, que diría el catalán. El papel de Pérez Rubalcaba La banda de Interior vuelve así por sus fueros. Nadie mejor que Pérez Rubalcaba, nadie mejor que el hombre que manipuló la voluntad popular en las jornadas posteriores a los atentados del 11-M con aquella frase que pasará a la historia del maquiavelismo político ("los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta") para hacer de dique de contención de la amenaza etarra para José Luis Rodríguez Zapatero y sus aspiraciones, y para allanar el camino de la claudicación ante ETA. Hoy es más obvio que José Antonio Alonso, por otra parte buen amigo de Zapatero, no servía para la labor que el presidente ha encomendado a Pérez Rubalcaba, entre otras cosas porque había asumido su papel de ministro del Interior, y siempre en tono de confidencia se mostraba escéptico con los movimientos de los terroristas. Sin embargo, encaja en el papel de jefe de los servicios secretos que deben vigilar el trastero de la negociación. Zapatero le debe todo, o casi todo, a Pérez Rubalcaba. Es un perfecto manipulador de la trastienda, en la que siempre le ha gustado jugar sus cartas, y Zapatero está donde está, entre otras cosas, porque esa capacidad maquiavélica para manejar las cosas a su antojo hizo que el 14 de marzo de 2004 ganara las elecciones. Si había alguien en el entorno de Zapatero que podía y sabía manipular y dirigir el entramado de información heredado del felipismo, ese hombre es Alfredo Pérez Rubalcaba, amigo de Rafael Vera y de toda la banda de Interior responsable de los GAL, de la que él mismo fue portavoz durante la etapa en que ocupó esa cartera en el Consejo de Ministros de Felipe González. Nadie mejor que él para hacer el trabajo sucio. Nadie mejor que él porque lleva, realmente, una década manejando todos los hilos del acercamiento entre el mundo proetarra y el PSOE. Nadie mejor que quien estaba en el Gobierno cuando se combatía a ETA con sus mismas armas para alternar con ellos y hablar, en el mismo idioma, e implicar a policías nacionales en soplos a la banda terrorista. Disputas entre Marlaska y Rubio Por eso mismo no es ninguna sorpresa que la corrupción haya vuelto a los Cuerpos de Seguridad del Estado en la lucha contra el terrorismo. Y, por eso mismo, en Interior miran hacia otro lado y no han abierto ninguna investigación paralela a la del juez de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska. De hecho, la investigación sobre la red de extorsión etarra provocó un enfrentamiento entre el magistrado y la Comisaría General de Información, que puso todas las trabas posibles a las redadas. Grande-Marlaska apartó del caso a Telesforo Rubio en la primera quincena de mayo por considerar que no acataba al pie de la letra sus órdenes y que estaba demorando la investigación sin motivo. Tras marginar al comisario general, el juez designó como responsable de la investigación a un simple subordinado de Rubio, el inspector jefe B., al que tiene prohibido desde entonces hablar con su superior y al que obliga a despachar sólo con el personal de la Audiencia Nacional. Los desencuentros entre el juez y el comisario general se remontan al pasado mes de febrero, cuando Grande-Marlaska, en coordinación con la justicia gala y la Fiscalía, decidió reactivar la investigación sobre la extorsión etarra. Tras varios enfrentamientos a costa de retrasos en la trascripción de las escuchas telefónicas y de una supuesta falta de información al magistrado, ambos se enzarzaron en un cruce de escritos por las sospechosas y reiteradas demoras de Telesforo Rubio en dar cuenta del resultado de los seguimientos a los miembros de la trama realizados entre el 4 y el 6 de mayo por coches camuflados. Este episodio terminó con la fulminante retirada del comisario general de la operación, un extremo que nunca antes había sucedido en la lucha antiterrorista. El caso es una prueba de algodón de la voluntad de Zapatero de llevar adelante su hoja de ruta, sellada con sellada con la sangre de las víctimas, burlándose de la dignidad nacional. El presidente del Gobierno ha estrechado la mano de la bestia, y tan es así que hasta el órgano oficial de la mafia terrorista lo reconoce con esa imagen gráfica y contundente que representa la rosa del PSOE rodeada por la serpiente de ETA: se puede decir más alto, pero no más claro. Algunos lo vimos hace tiempo. Otros empiezan a verlo ahora. Más vale tarde que nunca.
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