domingo, octubre 26, 2008

Carlos Luis Rodriguez, El coche es el mensaje

lunes 27 de octubre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

El coche es el mensaje

El coche oficial es algo más que un coche. Mitad despacho, mitad confesionario, es el lugar donde se desarrolla gran parte de la vida pública. Quizá en otras autonomías sea distinto, pero en ésta el político ha de ser itinerante, un vagabundo del poder que ha de mostrarse a un pueblo que, por tradición ancestral, desconfía de las estructuras y cree en las personas y tangibles.

No sobran vehículos, sino despachos. Una oposición hambrienta de asuntos polémicos se lanza sobre el parque móvil como un buitre sobre la presa. Desde lo alto cree divisar cilindradas incomprensibles y muebles bares propios de cualquier jeque petrolero, y se encuentra con una escudería similar a la de otros gobiernos, y una fresquera en la que Quintana lleva el Red Bull que le da alas y un par de piropos para la próxima cita con la ministra Salgado.

Qué pobreza. Este coche franciscano no es propio de un régimen basado en el movimiento. Como decimos, el político estático está perdido en Galicia. Gobernar a distancia no es posible aquí. Pierden quienes se empeñan en ser gobernantes sedentarios, y triunfan los que andan de un lado para otro, con breves paradas en San Caetano, sólo para firmar o ir al consello.

En esto también Fraga marca un estilo perdurable. Su éxito fue la visibilidad, la omnipresencia. El don Manuel adusto que estaba como enjaulado en el despacho se libera en el coche y llega a los pueblos como los reyes aquellos que no tenían Corte fija sino una Corona ambulante.

Total, que al llegar la izquierda, hay una división en su seno relacionada con el movimiento. Touriño parece optar por el sedentarismo de estar sentado, gestionando en el recogimiento, con pocas concesiones al populismo. El vicepresidente se aleja desde luego de los resabios maoístas de sus ancestros, aunque se apunta a una larga marcha que incluye romerías, inauguraciones, primeras y segundas piedras.

En esta última etapa de la legislatura, el presidente parece darse cuenta de que Galicia no se gana desde la lejanía de Monte Pío, sino en las distancias cortas, y desciende sobre nosotros prodigándose en todo tipo de circunstancias. Aprende lo que ya había aprendido su socio nacionalista con anterioridad: que a este país hay que ir a verlo de cerca, no esperar a que adore a unas instituciones abstractas y lejanas.

Por eso lo que sobran son los despachos y no los coches. Tal vez debiera de haber más, y quizá habría que ampliar el parque con helicópteros o gamelas oficiales. Lo superfluo es San Caetano. Esa administración fija tendría que convertirse en otra nómada y virtual que se desplaza como una tribu sueva por el territorio galaico.

El vehículo en el que viajan Touriño, Quintana y todos los demás es aquí el instrumento fundamental del poder. Gracias a él, el gobernante rompe su aislamiento; en él se reflexiona mientras Galicia discurre por la ventanilla; desde él se intercambia información, mediante conversaciones imposibles en otros sitios; dentro de él disfruta el político de un lugar de encuentro discreto para pactos trascendentales.

Con su estriptis automovilístico, Anxo Quintana demuestra que el PP anda despistado y que él sigue siendo un tipo frugal que compra las cosas en el súper y los chinos (el maoísmo tardío), pero no deja satisfechos a los que creemos que el coche es el lugar natural para el ejercicio del poder en Galicia. Como tal, requiere mueble bar, biblioteca, archivo y una colección de pasodobles, como un Air Force Two autóctono.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1049&idNoticiaOpinion=357857

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