jueves 5 de junio de 2008
DIOS, CENTRO DE NUESTRA VIDA
El Papa y la hoja de ruta para los obispos
Por José Francisco Serrano Oceja
Mucho se ha hablado y muy poco se ha sabido del contenido de la visita de presentación que el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal realizó a Benedicto XVI. Habrá quizá que esperar al discurso inaugural del presidente de la Conferencia, el cardenal Rouco Varela, en la próxima Asamblea Plenaria, allá por las calendas de noviembre.
Por más que se empeñen algunos medios en hacernos creer que la visita a Roma concluyó oscurecida por las noticias referidas a la Cadena COPE, lo cierto es que la oportunidad de estar cuarenta y cinco minutos, de tú a tú, con quien preside a las Iglesias en la caridad del Evangelio siempre da muchos frutos.
Hemos asistidos esta semana a una singular campaña de división interna de la Iglesia y de siembra de campos con minas contra la libertad. La conciencia cristiana, necesaria para realizar el discernimiento de la realidad, no puede aislarse ni abstraerse de lo que está pasando. Es cierto que la relación entre verdad y caridad siempre ha dado quebraderos de cabeza, pero no lo es menos que si un golpe de timón se llevara por delante toda voz crítica contra el sistema, en pocas semanas los enemigos declarados de la Iglesia estarían dando saltos de alegría. Se les hubiera ofrecido un trofeo que no merecen. Así son las cosas y así se las hemos contado.
Es un dato más para sumar a la trágica realidad de un proyecto político y social que parece no tener diques de contención en nuestro país. Y si no que se lo digan al ministro Bermejo, que apuesta por la igualdad de todas las religiones; o al ministro Soria, que va a nombrar a un grupo de expertos para que decidan sobre la ampliación del aborto, por eso de que la decisión sobre la vida o la muerte ahora depende de los expertos y de sus votos.
Aunque en algunos ámbitos comienza a cundir el desaliento, no es menos cierto que siempre nos queda la palabra de Pedro, el apóstol de la confesión de fe. Y cuando el Papa habla, lo hace para la Iglesia y para el mundo. En días pasados ha pronunciado uno de sus más relevantes discursos, dirigido a los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana, pero que, sin duda, pudiera estar escrito para que se cumpla aquello del refrán popular: te lo digo, Juan, para que me entiendas, Pedro. Como se puede observar, la realidad de Italia, comparada con la de España, tiene enormes similitudes y enormes diferencias. A cada uno lo suyo, que dice el rotativo vaticano. Ha dicho el Papa:
Como obispos no podemos dejar de dar nuestra aportación específica para que Italia [piensen los lectores en España] conozca una era de progreso y de concordia, rentabilizando las energías y los impulsos que proceden de su gran historia cristiana. Para ello debemos ante todo decir y testimoniar con franqueza a nuestras comunidades eclesiales y a todo el pueblo italiano que, aun cuando son muchos los problemas por resolver, el problema fundamental del hombre de hoy sigue siendo el de Dios. Ningún otro problema humano y social podrá resolverse realmente si Dios no vuelve al centro de nuestra vida.
A renglón seguido, Benedicto XVI recordó lo que dijera el pasado día 16 de abril a los obispos estadounidenses: "Como anunciadores del Evangelio y guías de la comunidad católica, vosotros estáis llamados también a participar en el intercambio de ideas en la esfera pública, para ayudar a modelar actitudes culturales adecuadas." Sus clarificadoras palabras son proféticas:
En el marco de una laicidad sana y bien entendida, hay que resistirse, pues, a toda tendencia encaminada a considerar la religión –y concretamente el cristianismo– como un hecho meramente privado: las perspectivas que dimanan de nuestra fe pueden ofrecer, por el contrario, una aportación fundamental a la aclaración y a la solución de los mayores problemas sociales y morales de Italia y de la Europa de hoy. Justamente, por lo tanto, prestáis gran atención a la familia basada en el matrimonio para promover una pastoral adecuada a los desafíos a los que hoy tiene que enfrentarse; para alentar la afirmación de una cultura favorable –y no hostil– a la familia y a la vida, y también para pedir a las instituciones públicas una política coherente y orgánica que reconozca a la familia la función central que ésta desempeña en la sociedad, especialmente para la generación y educación de los hijos: ésta es la política que Italia tanto y con tanta urgencia necesita. Fuerte y constante debe ser igualmente nuestro compromiso a favor de la dignidad y la tutela de la vida humana en todo momento y condición, desde su concepción y fase embrionaria a las situaciones de enfermedad y de sufrimiento y hasta la muerte natural. Tampoco podemos cerrar los ojos y contener la voz ante las pobrezas, las penalidades y las injusticias sociales que afligen a tanta parte de la Humanidad y que requieren el generoso empeño de todos, un empeño que debe extenderse también a aquellas personas, que aun siendo desconocidas, están en la necesidad.
¿Qué mejor hoja de ruta necesitamos en España?
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234860
miércoles, junio 04, 2008
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