viernes 6 de junio de 2008
Un sparring para Rajoy
POR M. MARTÍN FERRAND
LOS administradores y beneficiarios de los espasmos con los que Mariano Rajoy lidera el PP, conscientes de que con una flauta como la de Bartolo, con un agujero solo, no se puede brillar de concertista, le preparan al presidente que se empecina en seguir siéndolo -por el bien de España y el del partido- actuaciones con mayor potencialidad de lucimiento. Algunos, con gran perversidad y en alarde de falta de amor al prójimo, tratan de convencer a Juan Costa, el pijo de Castellón, para que presente su candidatura como sustituto del gallego perezoso. Ante «una crisis de ilusión», ¿hay algo que pueda beneficiarle más al gallego que un adversario con buena planta y sin posibilidades?
A Rajoy, sospecho, le tenemos mal tomada la medida. Aunque aparenta ser un hombre instalado en el desdén y por gallego, pasa por ser experto en el arte de templar gaitas, su verdadera naturaleza política reside en la desconfianza y, por ello mismo, en la eliminación sistemática de cuantos puedan darle sombra, discutirle el liderazgo o apuntar maneras para sucederle. Que se lo pregunten a Alberto Ruiz-Gallardón y a Esperanza Aguirre, dos protagonistas de primera, a quienes fulminó con un solo y único movimiento. Ahora Costa es un verso suelto, un descontento sin posibilidades que perturba el sestear que tanto complace al jefe de la gaviota. No le faltan razones y, por ello mismo, los guardaespaldas de Rajoy quieren fulminarle, dejarle inservible para otra peripecia.
Algunos, como Alberto Núñez Feijóo, José Manuel Soria o la varias veces diminuta Soraya Sáenz de Santamaría le animan a Costa a presentarse en el XVI Congreso como aspirante a la presidencia del PP. Quieren que le sirva de sparring a Rajoy. Es algo despiadado; pero, ¿quién ha dicho que la política interna de los grandes partidos políticos sea cosa de carmelitas descalzos o devotas ursulinas? Se trata de un territorio en el que la conmiseración es síntoma de debilidad profunda. Un sesteadero, sí; pero sin tolerancia alguna para la iniciativa y la discrepancia.
Algunos, como Esteban González Pons -el único político actual que sonríe más que José Solís en el franquismo-, llegan más lejos en su crueldad y, sin reparar en el paisanaje, quiere ver a Costa «integrado en la candidatura de Rajoy». Ni siquiera le concede la oportunidad y la grandeza del heroísmo, el valor de combatir hasta que la campana marque el final del último asalto. Quieren verle arrepentido, vestido de sayal y con los cabellos cubiertos de ceniza, como si fuera un pecador o un democristiano. Tampoco es eso. El partido ha perdido la ilusión, qué duda cabe; pero no es cuestión de que la recupere a base de mortificar y humillar a sus militantes, a quienes lo hicieron grande y reclutaron una clientela de diez millones de votantes, ciudadanos atribulados por una crisis sin respuesta.
http://www.abc.es/20080605/opinion-firmas/sparring-para-rajoy_200806050257.html
jueves, junio 05, 2008
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