jueves 22 de noviembre de 2007
El valor de las palabras
Pablo Sebastián
Los sexadores de pollos de la política, esa clase casi científica de analistas de prensa y políticos que hacen del mármol filigranas como si fuera metal maleable, esa distinguida troupe de sabios y astrónomos que leen en el firmamento al paso de un comenta el acontecer inmediato español, o que cuando Otegi guiña un ojo y tose adivinan si ETA va a matar, se va a rendir o va a negociar. Pues bien, semejante élite del saber político español ha encontrado en las últimas declaraciones de Artur Mas, en las que exigió para Cataluña el derecho de autodeterminación, una colección de matices y voces casi imperceptibles, cacofonías, como las que se cuenta que suenan en el fantasmal palacio de Linares de Madrid.
O sea, que Mas pide autodeterminación como Ibarretxe, Otegi, Carod y ETA pero, como dicen los catalanes hispano mal hablantes, “de aquella manera”. Como si en semejante exigencia pudiera haber matices. Se está o no se está a favor de la autodeterminación, que es inconstitucional y fuera de lugar porque España es un hecho objetivo e histórico. Y como si esta exigencia del líder de CiU, con la que hace una pobre y un tanto cobarde imitación de ERC, no tuviera nada que ver con su pensamiento oculto de la independencia de Cataluña. ¿Para qué, si no, se quieren autodeterminar? ¿Acaso para que los catalanes opinen sobre la colección de corbatas de Duran Lleida, otro que disimula porque es incapaz de decir la verdad y de reconocer su sumisión a los independentistas de Convergència?
Entonces, los de CiU quieren la autodeterminación, pero ya veremos en qué condiciones y cuándo, pero no para independizarse sino para bailar todos, un poco más sueltos, la sardana, o para que los mossos d'escuadra tengan barra libre en sus interrogatorios, o reforzar su autonomía fiscal, pero, eso sí, oiga, todo el IVA de lo que venden en el resto de España para Cataluña, y nada de autonomía comercial y de negocio, porque su negocio está sobre todo en el consumidor español, del que se quieren autodeterminar.
Y, otro sí, que nadie toque un pelo en el Tribunal Constitucional al Estatuto catalán, que por cierto ya se les ha quedado obsoleto porque no se habla de la nación plena, ni de la autodeterminación, porque los magistrados —a los que acaba de insultar Artur Mas— no tienen el nivel, por ejemplo, de aquel gánster que CiU nos envió a Madrid como su representante en el Consejo General del Poder Judicial, el tal Pascual Estevil. Ojo, cuidadito con tocar el Estatuto catalán que sólo aprobó el 36 por ciento del pueblo catalán, porque Mas no admite la Constitución, ni al Tribunal Constitucional, y por eso en caso de retoque no acatará la sentencia sino que armará la Mari-Moreneta.
Quienes, desde el limbo, piden la independencia de Cataluña merecen más respeto que Artur Mas, con su discurso cobarde y enrevesado que sólo a él ha podido engañar. Porque lejos de dar la impresión de una refundación del catalanismo, Mas lo que pretende refundar es su liderazgo en CiU, que está al caer si el 9 de marzo del 2008 se vuelve a estrellar. En unas elecciones a las que quiere acudir con una pretendida y calculada ambigüedad, entre el independentismo y el autogobierno. La que hará que le abandonen sectores moderados, y la que pondrá a los radicales en manos de ERC.
El problema de Artur Más no es que le quieran más o menos los españoles, es que no lo quieren los catalanes por su irresponsabilidad, de ahí desapego y desinterés de sus paisanos a la hora de votar. Además, ¿no se hizo en la Moncloa unas fotos exultantes de triunfo y de alegría con Zapatero a raíz de su acuerdo con el PSOE sobre el Estatuto catalán? Pues qué más quiere el señor Mas.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=22/11/2007&name=manantial
miércoles, noviembre 21, 2007
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