miercoles 21 de noviembre de 2007
La segunda Transición
Germán Yanke
Jaime Mayor Oreja, en su plácido lugar de reflexión en el Parlamento Europeo, podía tener un hueco para la memoria y las lecturas. Ahora, como otras veces, habla de una izquierda que ha querido y quiere una “segunda Transición”. Pero la “segunda Transición” era el título de un famoso libro de José María Aznar, publicado cuando estaba en la oposición y Felipe González en la Moncloa, así que parece una pretensión antigua de la derecha. El hoy ex presidente no fue muy allá en la concreción de lo que podía significar la “segunda Transición” que proponía pero, de una cosa u otra, se puede deducir que los catorce años de gobierno socialista se consideraban un paréntesis (el PP retomaría el inicial espíritu tras una mala experiencia) y, como dijo el propio Aznar tras ganar en el 2000 por mayoría absoluta con la frase “la Guerra Civil ha terminado”, se acabaría con los complejos heredados del franquismo para pasar a una vida democrática normal.
Cuando el PSOE vuelve al poder, o si se quiere —como dice Mayor Oreja—, cuando constata el arrollador triunfo conservador en el 2000 y las posibilidades de que los gobiernos del PP se alarguen en el tiempo, propondría a su vez otra “segunda Transición”, que volvería a considerar las legislaturas populares como una excepción y una mala experiencia para dar paso a otra etapa en la que otros complejos, los de la primera Transición, se abandonan a favor de un nuevo debate sobre el futuro también “normal”.
Lo malo de estas perspectivas, que se pueden achacar tanto a la derecha como a la izquierda, es que se basan en un “espíritu”, el de la Transición, el del momento, etc., y no en las leyes y los procedimientos reglados, que son el modo en que funcionan las democracias que son “normales” precisamente porque se ajustan a las normas.
El PP, a lo largo de buena parte de esta legislatura presidida por Rodríguez Zapatero, ha insistido en que las reformas propuestas por el PSOE excedían la Constitución, añadiendo además que el afán por controlar el Tribunal Constitucional no era sino el modo de disimular, vía sentencias políticas, ese desbordamiento. La “segunda Transición” de los socialistas supondría dejar el texto constitucional a un lado para dar paso subrepticiamente a otro nuevo tiempo. Sin embargo, ahora nos encontramos con un PP que promueve la reforma constitucional para hacer valer unos principios y un concepto del Estado que, paradójicamente, parece que la actual Constitución no garantiza. Es, sin duda, una verdadera “segunda Transición” que, al menos en este caso, implica el consenso mayoritario.
Mayor Oreja, por tanto, debería buscar otra terminología para explicar lo que quiere explicar y criticar lo que no le gusta. Una terminología más adecuada le serviría, además, para evitar tener que sobreactuar en la defensa de sus criterios evitando la exagerada cabriola en las protestas. Un ejemplo en materia, por cierto, muy especial para el ex ministro. Se podría decir que determinadas reformas, aunque se lleven a cabo por otros motivos, han podido tener en el horizonte la creación de un ambiente en el que crezca la posibilidad de que ETA deje las armas, siempre contando con que esa circunstancia requiere una situación de debilidad de la banda. Otra cosa distinta (contraria, exagerada, sin fundamento en su propio discurso) es, como ha dicho Mayor Oreja, que el proyecto socialista sea debilitar a España, insiste en que también “en el ámbito de los valores”, y para ello sea ETA “indispensable”. O el discurso de Mayor Oreja está mal construido y parece que dice lo que no quiere decir o es estrafalario. El tono conspirativo con que lo adorna hace que esta segunda posibilidad se acreciente.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=21/11/2007&name=german
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