jueves, septiembre 27, 2007

Wifredo Espina, Ni los suyos aplauden a Montilla

viernes 28 de septiembre de 2007
Ni los suyos aplauden a Montilla
Wifredo Espina
N I todos los suyos le aplaudieron. Y es que en realidad no son de los suyos. Son de su equipo de gobierno. Son socios que gobiernan con él. Disfrutan juntos del poder. Casi nada más. Esta es la debilidad del “president” Montilla. Montilla hizo un correcto discurso ante el “Parlament”. Un discurso de lealtad y realismo. De lealtad institucional, a todas las instituciones: las catalanas, las estatales y las europeas. Y de realismo: no se trata de gobernar una Cataluña ilusoria, sino la que es. No podía satisfacer a los nostálgicos ni a los soñadores. Intentó acercarse a los ciudadanos, no a los políticos ni a los politizados. A la mayoría de ciudadanos. A la Cataluña real, que cada vez es más plural y compleja. Que no es ni la añorada ni la inventada. Tampoco la de quienes quisieran ignorar o borrar sus personalidad, su identidad, en aras de un irreal y forzado centralismo uniformista. Ni la de los ingenuos, atolondrados o fanáticos que piensan poder llegar a su patria soñada quemando fotos. Montilla propone superar el enfrentamiento secular, el “dilema Cataluña-España”. ¿Es esto posible? Quizás demasiado simplista. La buena voluntad no siempre es suficiente. Sobre todo cuando en ambos extremos hay quienes viven de este dilema. El presidente de Cataluña se limitó a hacer un discurso de gestión, más que de líder romántico, y de reconocimiento de la situación, más que de inventor de lo que Cataluña no es. Esto no podía entusiasmar a los nacionalistas, ni del centralismo ni los periféricos. De ahí las airadas discrepancias del debate posterior con las otras fuerzas políticas, en el que Montilla se aplicó en derramar bálsamo, como es su estilo. El sentido común –que agrada a las mayorías silenciosas- raramente enciende entusiasmos.

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