viernes 28 de septiembre de 2007
Vergüenza ajena
Joan Pla
T IENE razón el presidente de la Generalidad de Cataluña, el cordobés José Montilla Aguilera, cuando dice que no hace falta quemar nada para manifestar el espíritu republicano que, sin duda, ha existido en España desde el 11 de febrero de 1873, fecha en que se proclamó la Primera República que, por cierto, duró apenas un año y diez meses, hasta el 29 de diciembre de 1874. Dicen las enciclopedias que “El primer intento republicano en la Historia de España fue una experiencia corta, caracterizada por la profunda inestabilidad política y social y la violencia. La República fue gobernada por cuatro presidentes distintos hasta que, tan sólo once meses después de su proclamación, se produjo el golpe de Estado del general Pavía y la instauración de una república unitaria dominada por el Duque de la Torre.El período estuvo marcado por tres guerras civiles simultáneas: la Tercera Guerra Carlista y la sublevación cantonal en la península ibérica y la Guerra de los Diez Años en Cuba. Los problemas más graves para la consolidación del régimen fueron la falta de verdaderos republicanos, la división de éstos entre federalistas y unitarios y la falta de apoyo popular.” No seré yo quien fomente en mis artículos de opinión una respuesta militar contundente a los que queman banderas y fotografías del Rey y de su familia. Ahora y aquí, viendo el reportaje de los que gritan y patalean contra el Príncipe Felipe y contra la Princesa Leticia, que nunca se esperaba un abucheo popular en España, sólo quiero referirme a otros aspectos de la contestación republicana de ciertos mallorquines que, a mi juicio, no tienen ningún derecho a actuar de la manera que actúan en nombre de la izquierda, de la República o de Cataluña. Como Montilla, les digo que no hace falta decir ni hacer tantas imbecilidades para propugnar el advenimiento de la tercera República. Así, pues, me limitaré a traducir una nota que se ha publicado hace unos días en Mallorca, sin ánimo de entrar en polémica, sólo para que mis posibles lectores juzguen y sepan que yo, después de cuarenta años de periodismo a pie de obra, casi 15.000 días comunicando nociones y noticias y opinando sobre todo lo opinable, siento ahora, más que la natural fatiga de la edad y de mis zurrados huesos, la irreprimible necesidad de manifestar los sentimientos de vergüenza ajena que me producen dos paisanos míos, cuando escriben y publican su crónica y comentarios acerca de la final de la última Copa de Europa de Baloncesto. Traduzco del catalán, literalmente: “El facha forastero Ramírez elogia al jugador catalán que vengó a Cataluña…” “En el último minuto y en el último segundo Pau Gassol propició la derrota de España y la victoria de Rusia. Cuando los imperialistas españoles ya gozaban de la victoria y tenían la miel en los labios, apareció la muñeca magistral de Pau Gassol y les chafó la fiesta y los dejó con un palmo de narices. ¡ Muy bien! El estúpido y arrogante Pedro J. Ramírez todavía no se ha enterado de que Pau Gassol fue el instrumento de la venganza catalana contra la prohibición y la persecución de España contra las selecciones catalanas. ¡Gracias, Pau Gassol! ¡Eres un gran jugador de baloncesto y un gran actor de teatro que te has follado a España entera! Nunca hemos puesto en duda que fueses un independentista catalán infiltrado en la selección española y que esperases el momento más oportuno para hacer daño a los invasores españoles.” Hace unos años, cuando Miguel Ángel Nadal falló un penalti en la Eurocopa de Inglaterra, los mismos autores del párrafo anterior publicaron otro texto casi idéntico, felicitando al futbolista de Manacor, tío carnal del tenista Rafa Nadal, por haber ayudado con su fallo a que España quedase eliminada. No juzgaré aquí sus intenciones ni daré los nombres y apellidos de los dos posibles autores del escrito que acabo de traducir, entre otras razones, porque me consta que lo único que pretenden al publicar sus vituperios contra la nación en que ejercen su libertad de expresión, es que alguien se lance contra ellos y les haga propaganda. Al principio – y basta con releer alguno de los primeros artículos que publiqué en “Vistazo a la Prensa” – yo me divertía con ese par de elementos enfrascados en la lucha por la independencia balear, que se disfrazaban con los trajes regionales de hace un par de siglos y se paseaban con una burra por las ferias y festejos municipales de la isla, despotricando contra los invasores españoles. Cuentan con la adhesión entusiasmada del diputado Puig, el que se puso el DNI en la boca, para no mojarlo, cuando entró por la mar de Ulises a bañarse, como un héroe catalán, en una de las dos mil piscinas españolas que, legal o ilegalmente, bordean el litoral de las Islas Baleares. Se autoproclaman independientes, pero dependen totalmente de una Cataluña que nunca fue como ellos la pintan. Hay un escritor mallorquín, de clara y pública ideología antifascista, que cada vez que se topa con ellos, escupe a sus pies…y ni les saluda. Yo, ni eso: Sólo siento vergüenza ajena. No porque sean independentistas, sino porque son, a todas luces, malas personas.
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