Un paso adelante
27.06.2007 -
JUAN BAS j.bas@diario-elcorreo.com
He vuelto a ver 'Cinderella Man', excelente película dirigida por Ron Howard, un director blandito, muy de la Disney, del que no me esperaba una obra tan sólida, conmovedora y a la vez épica -con permiso de Ramiro Pinilla, que me dijo que el boxeo no tiene una dimensión épica novelable-. Con un extraordinario Russell Crowe en el papel del gran boxeador e íntegro ser humano James J. Braddock.Braddock, tras una primera carrera profesional mediocre, fue suspendido como boxeador y se arruinó durante la Gran Depresión en Estados Unidos. Trabajó como estibador a destajo, pasó hambre y llegó a la mendicidad para evitar la caída total en la miseria de su mujer y sus tres hijos. Por una circunstancia azarosa pudo volver a boxear y contra todo pronóstico llegó a campeón del mundo de los pesados al arrebatarle el título en 1935 a Max Baer, un 'killer' que había matado a dos púgiles en el 'ring'.Braddock fue un ejemplo de convicción, tenacidad y resistencia contra las adversidades. Un hombre sencillo, digno y valiente que luchó por los suyos hasta la victoria. Su forma de boxear ilustraba su carácter y me parece una magnífica alegoría de una manera de entender el conflicto de vivir que comparto. Braddock era un púgil de la escuela inglesa, al igual que Henry Cooper -que machacó a 'Urtain'-. Fajadores que durante el asalto siempre dan un paso adelante, uno tras otro, les caiga lo que les caiga encima, les den con lo que les den, hasta llevar al contrario contra las cuerdas. Siempre un paso adelante por muy numeroso y duro que sea el «piélago de calamidades», que decía Hamlet. Siempre un paso adelante, sin miedo, simplemente porque hay que darlo y nada debe doblegarte.En la película, cuando Braddock se enfrenta a Lasky, que iba a ser el aspirante frente a Baer, recibe una formidable derecha que le hace saltar el protector bucal por los aires y lo deja tambaleando. Parece que está 'ko' de pie y va a caer. Pero entonces, por los ojos velados de Braddock/Crowe pasan rápidos insertos en los que ve a sus hijos con el plato vacío, a su mujer desesperada, el cuchitril en el que malviven, el gas cerrado por falta de pago y la cola de la beneficencia. Braddock se yergue lentamente, mira a Lasky y sonríe con la boca ensangrentada. La cara del otro es de temor y desconcierto, de que nada mayor puede hacer para tumbarlo. Braddock, aún tocado, va en busca de su protector, se inclina a recogerlo y unas gotas de sangre que caen a la lona preceden a su guante. Entonces, se coloca de nuevo el protector en la boca, entrechoca los guantes y se toca la frente en un gesto lleno de elegancia, reto y dignidad. A continuación, arma la guardia, baila y va a por su contrincante, a terminar con él.
miércoles, junio 27, 2007
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