domingo, febrero 25, 2007

Manuel Fernandez Areal, Democracia

MANUEL FERNÁNDEZ AREAL
de aquí y de allá
Democracia
Nadie quiere ser tachado de antidemocrático. No sólo los políticos, sino cualquiera, se declara demócrata de toda la vida, aunque haya sido marxista o fascista hasta anteayer. Lo que ocurre es que muy pocos de los que se llenan la boca con la palabra democracia y la utilizan como ariete contra quienes no opinen lo mismo o se atrevan a discrepar, por ejemplo políticamente, saben o recuerdan o pretenden olvidar que la democracia, como muy bien dijo Chesterton, no es sino "la puesta en práctica de unas ideas en las que se venía creyendo desde hacía siglos: la justicia divina y la dignidad del hombre".
Y así se da la paradoja de que esos que pretenden ser demócratas de toda la vida y tachan de anti-demócratas a quienes, por ejemplo, defienden la vida del ser humano concebido pero no nacido todavía -¡hasta el Derecho Romano, muy anterior al cristianismo, pagano, pero con sentido de la realidad, había previsto la reserva de derechos hereditarios al nasciturus!-; esos que niegan la libertad de los padres para elegir escuela; esos que se escandalizan porque ciudadanos que no coinciden con su ideología política manifiesten públicamente su opinión -¡no digamos si se trata de obispos!-; esos que se alían con el diablo con tal de sacar adelante sus intereses...son los "auténticos demócratas" (según ellos, claro).
Sin reconocimiento expreso y práctico -no teórico o de boca para afuera- de la dignidad de todo ser humano por haber sido creado libre por Dios, no puede haber democracia. Porque la democracia se fundamenta precisamente en la calidad plenamente humana de cada ciudadano, en su derecho a opinar y participar, en su capacidad para decidir. Si sólo los políticos o, peor aun, determinados políticos de tal o cual partido, son los auténticos demócratas y como tales "definen" y pudieran obligar a los demás a aceptarles como tales, sin la menor discusión... ¡apaga y vámonos!

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