sábado, febrero 24, 2007

La verdad que disgusta al Gobierno

sabado 24 de febrero de 2007
La verdad que disgusta al Gobierno
EL empecinamiento del Gobierno socialista en negarse a reconocer que las tropas españolas desplegadas en Afganistán participan en una guerra antiterrorista le ha llevado a cometer una injusticia con la soldado muerta el pasado martes, Idoia Rodríguez Buján. El Ejecutivo le ha denegado la Cruz Militar con distintivo rojo, que es la que el Reglamento General de Recompensas Militares reserva para los soldados u oficiales que realicen acciones «en el transcurso de un conflicto armado o de operaciones militares que impliquen o puedan implicar el uso de la fuerza armada». En cambio, a la soldado Rodríguez Buján se le ha concedido esa condecoración con su distintivo amarillo, previsto sólo para «los casos de lesiones graves o fallecimiento, como consecuencia de actos de servicio, siempre que impliquen una acción meritoria». Tal diferencia de colores supone tanto como considerar que una muerte a manos de terroristas talibanes no merece mayor reconocimiento que la causada en una operación de rescate o por un accidente de tráfico durante una patrulla. Dejando a un lado el fondo político de esta decisión, el Gobierno ha demostrado ser capaz de pasar por encima de las verdaderas razones por las que la soldado Rodríguez Buján ha fallecido en Afganistán, como ya hiciera el pasado año con el legionario Jorge Arnaldo Hernández, muerto en las mismas circunstancias. Y para un soldado no es irrelevante el por qué de su sacrificio. Tales razones están en las primeras resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -esas a las que Rodríguez Zapatero apela con la misma solemnidad con la que las ignora- sobre la intervención en Afganistán, calificada como una misión de seguridad y en la que sus integrantes estaban autorizados a adoptar «todas las medidas necesarias para cumplir su mandato». Idoia Rodríguez no ha muerto por causas abstractas, sino por combatir a un grupo terrorista que amenaza, cada día más, la seguridad mundial.
La negativa a conceder la Cruz Militar con su distintivo rojo es un agravio para las tropas en Afganistán frente a las que estuvieron en Irak, pues el anterior ministro de Defensa, José Bono, añadió ese distintivo a la Cruz Militar que fue concedida a los miembros del Centro Nacional de Inteligencia asesinados en la ciudad iraquí de Latifiya, en noviembre de 2003. El Gobierno del PP no pudo hacerlo porque no lo permitía la reglamentación vigente en aquel momento.
El Ejecutivo socialista huye de la verdad de la situación en Afganistán, preso de ese pacifismo publicitario que le llevó a sacar a toda prisa a nuestras tropas de Irak sin esperar a la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuya aprobación era la condición que Zapatero puso en campaña electoral. Finalmente hubo resolución que avaló la intervención en Irak y pedía el envío de fuerzas a este país (resolución 1546), pero el presidente del Gobierno repatrió las tropas antes de verse obligado, por su propio compromiso, a quedarse en el país árabe. Guste o no a Rodríguez Zapatero, las fuerzas multinacionales estacionadas en Irak y en Afganistán tienen mandato de Naciones Unidas, y sus objetivos coinciden en dar apoyo a los gobiernos legítimos de ambos países, estabilizar sus instituciones y favorecer un estado democrático. Y en ambos se combate a los únicos grupos terroristas capaces de atacar en cualquier punto del planeta a cualquiera que consideren su enemigo.
Esta misma falta de seriedad en la política de seguridad internacional se traduce en continuos actos de simulación ante la opinión pública española, como el negar la Cruz Militar con distintivo rojo a los soldados muertos en Afganistán, porque lo prioritario es aparentar que, bajo mandato del buenismo socialista, no es posible que España participe en acciones militares y, menos aún, que tenga enemigos. No tenemos tropas en Afganistán sólo por razones humanitarias y, aunque así fuera, estas razones no sólo serían compatibles con el objetivo de derrotar a los talibanes, sino también complementarias. La confusión de principios que caracteriza al Gobierno socialista explica esta ausencia de criterios sobre el papel de España en la comunidad internacional y su relación esquiva con nuestros aliados atlánticos. Pero hasta esto sería menos grave si el Gobierno honrara, como realmente merecen, a los soldados españoles muertos por ataques terroristas.

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