martes, agosto 08, 2006

Los blancos ganan terreno

COMER BIEN
Los blancos ganan terreno
Por Caius Apicius
Cada vez hay más gente que reconoce su afición a los vinos blancos, algo impensable hace tan sólo unos pocos años; no se puede hablar de un cambio de tendencia, porque se bebe mucho más tinto, pero los blancos van ganando lenta pero firmemente posiciones en los gustos de los consumidores.
Es algo que sería impensable hace muy poco tiempo. Se decía, y seguramente con razón, que la asignatura pendiente de los vinos españoles era la de los blancos. Eran tiempos en los que apenas había etiquetas de prestigio: alguna marca riojana, con la variedad viura, y unas cuantas etiquetas catalanas, con diversas variedades de uva.El renacimiento de los vinos blancos –no hay que olvidar que los vinos elogiados por nuestros autores del Siglo de Oro eran, en muchos casos, blancos– se produjo en los últimos años, gracias a la labor de quienes apostaron por una vinificación moderna, por sacar lo mejor de las mejores variedades.Tres variedades, sobre todo, fueron las protagonistas: la verdejo, en Rueda; la albariño, en Galicia, y la chardonnay, importada, en diversas zonas, pero sobre todo en Cataluña y Navarra. Surgieron vinos modernos, jóvenes, perfectamente elaborados, que pedían paso firmemente. Y hubo que dárselo.Hoy, el panorama es magnífico. Rueda sigue apostando por la verdejo, una uva de gran elegancia, pero también ha introducido la sauvignon blanc, sola o combinada con la anterior; los blancos de Rueda se han ganado el aprecio de los consumidores en todo el país.Qué decir de los albariños. Hace veinte años, dar con un gran albariño era, más que nada, cuestión de suerte... y de fe. Hoy tienen un nivel magnífico, de gran regularidad, y ya han surgido albariños que son mucho más que vinos "del año": vinos que han esperado unos treinta meses en depósito de acero y que pueden codearse sin complejos con los blancos europeos más nombrados.Tras los vinos de albariño ha venido la resurrección, o el hallazgo, de otras variedades gallegas, como la treixadura, típica de la zona del Ribeiro, o la magnífica godello de Valdeorras. Los blancos gallegos han merecido la atención de algunos de los mejores enólogos españoles, que hoy elaboran vinos con alguna de esas variedades, que han desplazado definitivamente a las importadas a principios del siglo pasado, de mayor rendimiento cuantitativo pero no cualitativo.Catalanes y navarros elaboran unos blancos con la variedad borgoñona chardonnay sencillamente maravillosos. Se sabe usar la madera con tiento, con sabiduría, y esa variedad, "madre" de algunos de los mejores blancos del planeta, los Montrachet de Borgoña, devuelve ciento por uno: bien tratada, da unos vinos impresionantes.En los últimos años incluso han resurgido los blancos riojanos, que ya no dominan el mercado como antes, pero que han sabido reaccionar y adecuarse a los gustos que, en blancos, demuestra el público. Y hay más cosas. Estamos asistiendo a un resurgimiento imparable de los vinos blancos de calidad. Esta es la clave: calidad. Si a los consumidores se les ofrece calidad, saben reconocerla. Puede que todavía haya por ahí algún troglodita que siga proclamando aquello de que "el mejor blanco es un tinto". No le hagan ni caso: no sabe de qué habla, ni se merece disfrutar de los magníficos blancos españoles de ahora mismo.Sí que es verdad que el mejor blanco es el que más tiempo dura. Hay que olvidar la imagen de "vinos del año": a muchos blancos, especialmente los elaborados con albariño, les viene de perlas un año, o más, de botella: los hace crecer, redondearse, perder, sí, esos matices juveniles que los caracterizaban; pero al hacerse más maduros ganan enormemente.En verano, los blancos, fresquitos, entran muy bien; pero no sólo en verano. Ya que hablamos de "fresquitos", habrá que matizar lo de la temperatura de servicio. Antes, los blancos se servían demasiado fríos. Hoy, muchos expertos recomiendan servirlos a doce grados de temperatura.No les hagan caso. Esa es una temperatura óptima para catar, pero no para beber. Tengan en cuenta que, una vez en las copas, el vino aumenta su temperatura en un par de grados en cuestión de muy pocos minutos. Calculen cuál es la temperatura idónea de consumo y sirvan ese blanco dos o tres grados más frío: los recuperará en otros tantos minutos en la copa.Sirvan siempre poca cantidad: evitarán que se caliente de más. Tengan la copa cogida por el tallo: la mano hace subir la temperatura del cáliz, de modo que manténganla alejada de él. Y, muy importante, olviden las viejas reglas que sólo aconsejan el vino blanco con el marisco o el pescado: busquen ustedes nuevas parejas, prueben, jueguen: se llevarán muchas y muy gratas sorpresas.Quédense con la copla: los blancos españoles no son ya una asignatura pendiente: son una espléndida realidad. Disfrútenlos.

© EFE

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