martes, agosto 15, 2006

El fuego que destruye y no purifica

miercoles 16 de agosto de 2006
EL FUEGO QUE DESTRUYE Y NO PURIFICA.
Félix Arbolí

A RDE Galicia, arde Cataluña, arde Valencia, arde Andalucía, arden nuestros campos, arden nuestras mentes y arden nuestros cuerpos hartos de sudar por la intensidad del sol y los abusos de los precios, bancos y medidas gubernamentales. Ardemos todos y no precisamente de exaltaciones patrióticas, defensas de creencias religiosas y ánimos de luchar contra tantas injusticias y desmanes que a diario nos relatan la prensa y la pantalla del televisor, ya que nos sentimos impotentes de enfrentarnos a ese monstruo de tantas cabezas que vomita fuego por sus hambrientas fauces persiguiendo nuestra extinción masiva e irremediable. Si no nos devora por los cada vez más frecuentes fenómenos naturales, excesivas causas bélicas o circunstancias imprevisibles, lo hará al sentirnos atenazados, presionados y desesperados por tantas obligaciones por cumplir, tantos pagos que hacer y tantos disgustos que padecer, ante la indiferencia de un mundo que camina sin saberlo a la fosa que se lo engullirá sin el menor remordimiento, ni posible impedimento. Las desgracias de este país, antes llamado y venerado como España, es que cuando ocurren hay que buscar a toda prisa una cabeza de turco o chivo expiatorio que cargue con las culpas. Nada es debido a la fatalidad, a la furia y desencadenamiento de los elementos, a la impericia o posible negligencia del que estaba al frente de ese barco, tren, coche o tranvía en un breve instante de despiste o cansancio. Nuestros políticos de ambos bandos, echarán sin reservas, ni dudas, toda la culpa y responsabilidad al partido que ostente el mando en ese momento trágico. Sea el que sea. No hay excepciones en esta regla. Cuando lo del “Prestige”, el señalado como culpable era el Partido Popular, ya que era esta formación política la que detentaba el mando en esa maravillosa y querida región gallega. Perdonen, pero yo sigo llamando país exclusivamente a España. ¿Qué tenía que ver el señor Fraga con que ese petrolero, por lo visto más viejo que Matusalén, se hundiera frente a sus costas?. ¿Es que acaso le adosó una bomba a estribor o a babor para que estallara y se escorara peligrosamente esparciendo su carga por el mar circundante? Qué se emplearan medidas más o menos adecuadas, según criterios adversos, para la más pronta solución del problema es un tema bastante discutible. Es muy bonito ver los toros desde la barrera y descalificar al torero por no saber dejarse matar por el morlaco para divertir al respetable. Como enjuiciar un asunto sin estar preparado e informado plenamente sobre el mismo. No veo a Fraga haciendo de sirena y atrayendo con sus engañosos cánticos a la tripulación del “Prestige” para atraerlo a sus costas y encallarlo en las mismas, como intentaron hacer con el Ulises de la Odisea. ¡Hay que ver lo que armaron ese coro de aulladores cinematográficos para encararse a fondo, sin tregua, ni justicia, contra todo el Partido Popular y sus votantes!. Ignoraba yo que esos rostros tan populares y estimados por su buen hacer ante las cámaras fueran tan amigos de cacarear en todos los gallineros del país, sólo cuando la posible metedura de patas no tenía como protagonista de la película a uno de los de su bando ideológico. Ahora con lo del infierno gallego, ese dantesco espectáculo que encoge el corazón y atenaza la garganta, (nunca mejor usada la palabra infierno), el coro de plañideras ha enmudecido. ¡Uy, si hubiera sido Fraga el presidente de la Junta!. Habría manifestaciones hasta en la famosa isla Perejil. Pedirían cabezas con la misma rotundidez y decisión que el ama de casa se enfrenta al pescadero cuando no le agrada el color de ojos y las agallas de la merluza. Y soy el primer convencido, quiero hacerlo constar sin más dilación, que este desastre, intolerable, imprevisible y criminal, si criminal y no sólo por las vidas humanas que se han perdido hasta ahora, es ajeno por completo al PSOE y sus gobernantes gallegos. Nadie, en su sano juicio, de mesurado parecer, puede achacar tan tremenda y desafortunada catástrofe a un gobernante sea del color que sea y utilice cualquier logotipo para definir sus ideales políticos. Tampoco es cierto, en honor a la verdad, que Zapatero no se acercara al lugar de los hechos y diera la cara ante los perjudicados, víctimas y hasta autores de silbidos y abucheos, con los que no estoy de acuerdo se lancen a un político cuando cumple una misión oficial. Costumbre muy en boga, desgraciadamente, tanto en la derecha como en la izquierda. Nadie está libre de culpa en esta grosera y nada recomendable manera de expresar una opinión contraria al político que se atreve a enfrentarse a una situación embarazosa. Hablan de venganza por no haber admitido los políticos de turno como bomberos a los que no hablaran en gallego. Otros, que quieren imitar el despotismo y la indiferencia de los “capos” catalanes en su aversión al castellano o español. Idioma que según la ley goza oficialidad junto al del terruño en cuestión, aunque cuando no les interesa esa norma, hacen oídos sordos y alegan ceguera, para ignorar lo que consideran un simple papel manchado por tinta o impresora. No creo que haya nadie tan ruin capaz de una venganza tan repugnante y desproporcionada. Y menos, tratándose de un aspirante a bombero, que supone poseer una indiscutible vocación y altruismo. . Otros llegan más lejos y hablan de venganza y revancha del partido de la oposición, que no puede asimilar su derrota ante las urnas y quiere echar un borrón en el expediente de la nueva y diferente Junta. ¡Es horrible que se lleguen a tales extremos de sadismo y cínica alevosía!.!Qué manera de intentar lanzar balones fuera, antes de que les caigan a ellos encima!. Es espantoso y doliente el grado de aversión y enfrentamiento al que se ha llegado en esta época de frustraciones y enredos. Que han sido provocados, no existe la menor duda. No son los primeros, ni desgraciadamente serán los últimos. Ya estamos acostumbrados a estas piras encendidas por pirados (perdonen la redundancia), que merecen el más severo, largo y duro de los castigos, cuando se detengan y comprueban su participación en los hechos. Asimismo, los posibles inductores de estas salvajadas contra la naturaleza, contra nuestra propia vida, porque si quemamos nuestros bosques, si eliminamos nuestra floresta, estamos contribuyendo a que dejemos de percibir el oxígeno indispensable para vivir Y eso mis queridos lectores es un asunto extremadamente grave y digno de tenerse siempre presente, intentando evitar por todos los medios posibles que estos asesinos en potencia, estos locos merecedores de camisas de fuerza, para que no puedan moverse, sigan su obra destructora, incontrolada e irreparable. Que Galicia, ese bonito rincón del norte de España, tan ponderado, querido y ensalzado por la cordialidad de sus gentes, sus bellezas naturales, sus pescados y mariscos, su ganado y todos sus encantos, deje de ser pronto un paisaje ardiente y desolador, calcinado y muerto, para convertirse nuevamente en ese paraíso del que es lógico que el ausente sienta de continuo la morriña, porque perder su visión inconfundible y policroma es un castigo y una añoranza muy difíciles de soportar. Mi mujer, nacida en Madrid, en pleno barrio de Embajadores, tiene a gala y lo presume siempre que sus primeras palabras fueron gallegas. Llegó a la incomparable Ría de Arosa con menos de un año y regresó a su Madrid natal, cercana a los diez. Galicia, a pesar del tiempo pasado, siempre está fija en su retina y tiene un lugar muy especial reservado en su corazón y en sus mejores sentimientos.

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