lunes 5 de junio de 2006
El debate sobre el estado de la ficción
Ismael Medina
N O caeré en la tentación, tan generalizada, de enjuiciar lo sucedido el pasado martes en el Congreso de los Diputados como si se tratara de apostar por caballo ganador cuando lo que estaba en juego ras el futuro de una España ya despanzurrada. La intervención de Rodríguez, que se dice presidente del gobierno aunque sólo lo sea facial, se podría resumir como el cuento de la buena pipa, argucia dialéctica a la que acudíamos de niños frente al que pretendía engañarnos con torpes argumentos y grotescas invenciones. El problema a la hora de explayar mi opinión reside en mantener cerrada la bolsa de los improperios que merecería el espantajo de un debate sobre el estado de una nación fantasmal de la que apenas si queda ya el rastro de sus miserias. Podría escribir que las intervenciones de Rodríguez, espasmódicamente jaleadas por la bancada que le debe el pienso presupuestario, las simboliza la vicepresidente Fernández de la Vogue con el cambio continuo de ropaje de nueva rica para encubrir su ruina física y su endeblez intelectual. Prefiero recurrir al juego metafórico que me aportan muy antiguas vivencias. SÓLO SE ENGAÑA EL QUE QUIERE SER ENGAÑADO SIEMPRE digo que es imposible explicar el hambre a quienes no la han conocido. Y fue terrible en los años de guerra en zona roja. Aún más que en los muy duros de posguerra. Mi madre, sin embargo, era imaginativa a la hora de engañar nuestros hambrientos estómagos. Anunciaba que nos había preparado huevos morenos al plato. La clara la confeccionaba con una bechamel de salvado para cuya adquisición hice dos días de cola. Y la yema con esa misma bechamel en forma de bola aplastada que había coloreado con pimentón. En otra ocasión ponía sobre la mesa boquerones fritos que eran en realidad cortezas de pepino hábilmente recortadas y rebozadas en el salvado sobrante de los huevos al plato. Pero nos parecía que eran realmente huevos y boquerones. Aprendí entonces que sólo se engaña al que necesita ser engañado para huir de una opresiva realidad. Y es notorio que Rodríguez vive aferrado a su propio engaño hasta el enfermizo extremo de creerse las descomunales mentiras que fabrica o le enjaretan. Conocí a un pícaro cuyo ingenio y capacidad de seducción proporcionó ventajosos logros a sus amigos durante la infancia. Muchos años más tarde se metió en aparatosos negocios. Uno de ellos consistió en promover en una determinada localidad atrasada una empresa que ofrecía muchos puestos de trabajo y sustanciosos beneficios a quienes compraran sus acciones. Vendió casi todas a los lugareños. Pero pasaba el tiempo y de la empresa sólo existía la primera piedra, puesta con solemnidad y boato. Se alborotaron los crédulos accionistas y acordaron querellarse por estafa. El promotor se presentó entonces en el pueblo portando un grueso maletín de ejecutivo y acompañado de un notario. Convocó a los vecinos en la plaza del ayuntamiento, abrió el maletín repleto de fajos de billetes de mil pesetas y anunció que compraría las acciones mejorando el precio de emisión. Se apretujaron los vecinos para concurrir al trueque. Y cuando ya había realizado el cambio a los cuatro o cinco primeros, advirtió con voz sonora que quienes lo hicieran renunciaban para siempre a su recompra y a trabajar en la empresa. Los incautos accionistas retrocedieron en sus pretensiones seducidos por la firmeza del promotor y el notario levantó acta, la cual incluía la renuncia a cualquiera otra reclamación ante la Justicia. Y allí siguió en soledad la primera piedra, al tiempo que las acciones se convertían para siempre en papel mojado. Me trajo a la memoria aquel episodio el cínico despliegue de cifras amañadas de que hizo gala Rodríguez a lo largo de un falso planteamiento del debate parlamentario que prima al presidente del gobierno con la concesión de tiempo ilimitado y castiga a los demás grupos con avarienta cortedad para la respuesta, se trate de la oposición mayoritaria o de las minorías. Antiparlamentario sistema que el actual presidente del Congreso de los Diputados encorseta aún más con sectario autoritarismo. A Marín se le ha visto de nuevo el plumero de su filiación partidista. Contribuyó a degollar un debate que nacía vizco. Rodríguez pudo, gracias a esta exigente cobertura reglamentista, montar el tinglado de la farsa en dos direcciones: hacer la oposición a la oposición y abrir el maletín de las concesiones a las minorías de chalanes que lo mantienen en el poder a costa de desangrar España. Una España de la que pronto sólo quedará como arqueológico testimonio la primera piedra de la vocación de unidad nacida incluso antes de que los visigodos la convirtieran en realidad política. EL AQUELARRE MEDIÁTICO LAS artes de engatusamiento han alcanzado en la sociedad opulenta dimensiones espectaculares, según confirma el escándalo de los sellos, entre otros muchos. Y también se ha trasladado a la política, con la inapreciable ayuda de los poderes mediáticos que colaboran en la falsificación de la realidad. He seguido durante mi larga vida periodística las mudanzas de muchos acreditados columnistas. No me refiero sólo a los que de franquistas cambiaron a demócratas de toda la vida e incluso a inclementes antifranquistas. Un fenómeno de oportunista traslación del que Eduardo Haro Tecglen se convirtió por personalísimo empeño en monigote del pim-pam-pum retrospectivo, mientras que otros escondían a su sombra parejos antecedentes. También se han registrado llamativas evoluciones durante las tres décadas de totalitarismo partitocrático, según fuera la enseña del gobierno o el salto de una cabecera de periódico a otra. Abundan los que pasan de la endecha a la abominación según sea el signo de la caja en la que cobran. Tampoco faltan los que respiran por la herida de la pérdida de un suculento negocio al que aspiraban o de la subvención que mendigaban en tiempos de Aznar y no pierden ocasión para zaherir al PP o ningunear a Rajoy, con razón o sin ella. A unos y otros se les ha visto el plumero en sus comentarios al condicionado debate sobre el estado de no se sabe bien qué nación, una vez que España ha dejado de serlo, salvo en los membretes oficiales. Igual que ocurrió con la II República tras ser sustituida en la práctica por la sovietizada del Frente Popular. Una de las mayores dificultades que a que se enfrenta el columnista, en particular el independiente, estriba en evadirse del ropaje equívoco de la inmediatez, analizar lo que acontece desde la perspectiva de sus antecedentes y encajarlo en el siempre complejo rompecabezas de sus interdependencias. VOLVEMOS A LA ESPAÑA TABERNARIA QUE SOBRESALTABA A AZAÑA PÍO MOA exhumaba el mismo día de la murga parlamentaria una de las muchas frases inclementes y justificativas de sus propias culpas que dejó escritas Manuel Azaña: "¿Tendremos que resignarnos a que España caiga en una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta?". Merecía la pena que figurase como lema del debate bajo las acicaladas barbas de Manuel Marín y como telón de fondo a la figura almibarada de Rodríguez. Así es la democracia de hoy, Así es la España que se descompone, aquejada de leucemia partitocrática y de un totalitarismo circunflejo como las cejas de Rodríguez, todo un símbolo. Tabernaria ha sido, sin ir más lejos, la respuesta de Pérez Rubalcaba a las 125 preguntas del PP sobre los amaños encubridores de la matanza del 11 de marzo de 2004, merced a la cual y al sucio montaje posterior, dirigido por el hoy ministro de Interior, el PSOE ganó por los pelos las elecciones de tres días después y debe plegarse, aunque con gusto, a las exigencias draconianas de las minorías que lo apoyan y no pierden ocasión para arrearle por su propicia retambufa política. Y ahí precisamente, en la conspiración del 11 de marzo, reside la clave del periodo agónico en que ha entrado España, envuelta en la agujereada mortaja de la Constitución de 1978. Se le ha escapado a Llamazares el más transparente de los amigachos que componen el variopinto friso "progresista" en el que, además de la incompetencia, prevalecen la codicia y el botín. Proclamó ufano Llamazares que el actual gobierno nació con el apoyo de la izquierda y con "un proyecto de cambio que viene ya desde el 11 de marzo y que incluye a fuerzas sociales y organizaciones políticas que querían un mundo en paz". Y mientras no se aclare la criminal suciedad escondida de la matanza del 11 de marzo y su aprovechamiento político será difícil precisar las claves del cambio a que aludía Llamazares, al parecer en el secreto de su origen. Pérez Rubalcaba, en su papel urgido de apagafuegos, se evadió por los cerros de Úbeda a la hora de responder a las incisivas 125 preguntas del PP. Queda por tanto en el aire la sospecha de una interesada y obsesiva ocultación de la verdad. Y de al menos dos aspectos capitales de la misma, amén del giro copernicano en la política exterior, especialmente beneficioso para Francia, Maruecos, el indigenismo revolucionario en Iberoamérica o el radicalismo islámico: la eventual conexión del atentado con la deriva separatista hacia la Confederación Ibérica de Repúblicas, de la que el Estatuto de Cataluña es sólo la punta de lanza; y la índole del papel jugado por ETA. RAJOY CAYO EN LA TRAMPA DE UNA MORTAL MODERACIÓN RAJOY se dejó seducir y ese fue su error. Pero no me cuadra que lo fuera por Rodríguez del que solo un incauto puede dejarse engañar. ¿Quiénes presionaron a Rajoy dentro y fuera del partido para ofrecer a Rodríguez la colaboración del PP en la búsqueda de la paz, aunque condicionada a que no se hicieran concesiones políticas a cambio? Quienes tengan archivos de prensa o buena memoria podrán comprobar la persistente campaña contra Acebes y Zaplana emprendida desde hacía tiempo por medios considerados afines y de concretos columnistas. Se les acusaba de mantener una oposición en exceso radical, sobre todo respecto de la paz con ETA, que mermaba las expectativas electorales del Partito Popular. Y no me refiero solo a ABC", al que se le ve demasiado la dependencia de los intereses vascongados a los que se debe Vocento. Una presión persistente que se apoyaba en los resultados favorables a la paz que arrojaban los sondeos. El miedo a que el terrorismo retornara a sus hábitos sangrientos se había manejado con artera intención en una sociedad acomodada y sin reservas morales. ¿O acaso fue casual que el gobierno Rodríguez, con el concurso del gobierno taifal vascongado, facilitara los calculados amagaos de la guerrilla urbana batasunera, precisamente cuando ETA estaba ya asfixiada? Había que dar consistencia a la amenaza de paz para prosperar en la negociación ya emprendida con el terrorismo para la claudicación. Se ha deslizado en algún confidencial que el asesor Arriola influyó de manera resolutiva para persuadir a Rajoy de la necesidad de asumir una posición moderada en sus conversaciones con Rodríguez. En su función de asesoría con Aznar cometió gruesos errores de percepción. Pero Rajoy lo mantuvo a su lado, al igual que a otros de su cuerda, cuando un mínimo sentido de la higiene política le habría aconsejado llevarlo a vía muerta. Ahora le echan los perros a Rajoy por eludir la entrada a saco en el tema de ETA-HB los mismos medios y columnistas que le reclamaban jugar a la paz y prescindir de la línea dura de Acebes, Zaplana, Mayor Oreja, Astarloa y demás. Ha desaprovechado, sin duda, una gran ocasión. Su gran momento fue cuando, irritado consigo mismo más que con el provocador Marín, desgranó un preciso sumario de acusaciones en los escasos minutos de la contrarreplica. Era ya tarde, sin embargo. Otra habría sido la índole del debate si esas postreras acusaciones las hubiera tomado como guión de su discurso y desarrollado con parigual contundencia, en vez de caer en la trampa de contradecir uno por uno los embustes de Rodríguez y sus pancarteras referencias al pasado. Rajoy parece no haber comprendido que tratar con Rodríguez y su camarillla es lo mismo que acoger a un violador y marcharse de viaje dejándolo en casa con la esposa. EL 11-M Y LA IDEOLOGÍA MASÓNICA COMO TELÓN DE FONDO EL cambio a que hacía alusión Llamazares se manifestó sin tapujos a lo largo de los aún más tediosos turnos de los partidos secesionistas y demás partidillos que sostienen a Rodríguez en la Moncloa. Ninguno de ellos se sentía satisfecho con lo pagado hasta ahora por Rodríguez por su respaldo. Todos quieren más y no se sacian. Y por los nacionalistas catalanes siempre por encima, que para eso han sido los primeros en conseguir estatuto de nación. Quieren todas las competencias que la constitución reservó para el Estado. Y en particular las que pueden procurarles más dinero. Lo de siempre. Su planteamiento es claro: somos una nación soberana a la que, por historia peculiar, deben sostener en situación privilegiada el resto de los españoles. Fue una disputa grotesca de exigencias y apropiaciones. Más bien parecía el cónclave de capos mafiosos en torno a un padrino condescendiente para repartirse la explotación de sus barrios y el botín. A esas alturas del debate España aparecía en el centro del hemiciclo como res a cuyo despiece y distribución procedía Rodríguez en función de matarife. Y si Llamazares nos permitió confirmar el 11-M como origen del cambio, el portavoz del BNG subrayó con énfasis los supuestos ideológicos de la regresión histórica que por cuenta ajena impulsa Rodríguez: antimilitarismo, anticlericalismo, antiespañolismo y antiliberalismo. No pude menos que recordar los artículos de Pablo Iglesias en "Vida Socialista" de 1910 cuya colección conservo, aunque a este sujeto, con pinta trasnochada de ateneísta amamantado en una logia provinciana, lo expresara en bajo tono de burócrata. Las bancadas había quedado casi desiertas y también el banco azul, desde el que Rodríguez sonreía halagado por las demostraciones de apoyo a su política desintegradota y asentía a las peticiones que le llovían, por muy extremosas que fueran, con la complacencia de quien se cree dueño del las arcas del Tesoro Público y concibe el Estado como Patio de Monipodio. Reparte pedazos de soberanía como si se tratara de lo conseguido en un atraco. LA DEMOCRACIA DE LOS TAHURES TAHÚR DEL MISSISIPI llamó Afonso Guerra a Adolfo Suárez en lejana ocasión, cuando las maneras parlamentarias eran de suma elegancia si hacemos caso a quienes ahora se rasgan las vestiduras cuando un diputado del PP se sale de la compunción que Marín exige a sus contrarios. Gran parte de los agobios que hoy padece España provienen del café par todos como envoltura del obligado compromiso, contraído ya en la tenida de Munich de 1962, de restablecer los estatutos de Cataluña y Vascongadas aún antes de chalanear la constitución. Escuché en una ocasión a Blanco Tobío que en los prolegómenos del transaccionismo democratizador Kissinger entregó a un enviado de Suárez las directrices de lo que, a su parecer, debería ser el andamiaje de la democracia dirigida que convenía a la estrategia del poder mundialista en el ámbito de la "guerra fría" con la Unión Soviética y la China maoísta. Pero Kissinger no contaba con la índole de los elegidos para patronear la nave constitucionalista. Y del compadreo salió un engendro sobre cuyos costurones, parches y contradicciones, amén de sus previsibles consecuencias, ya advirtieron inútilmente en su día acreditados juristas. Si tahúr del Missisipi calificaba Alfonso Guerra a Suárez, ¿qué decir de Rodríguez? Rodríguez ha exhumado los viejos sueños masónicos que ya afloraron constitucionalmente con la I República, trufados en las II y III de frentepopulismo y totalitarismo sovietizador. Asistimos en realidad a la consumación de un proceso reiteradamente fracasado cuando todavía alentaba un robusto sentimiento de unidad nacional en un amplio sector del pueblo español y en sectores vitales del cuerpo institucional del Estado. Un guión casi inalterable, salvo en su adecuación táctica a las circunstancias, para cuya realización era necesario poner las riendas del Estado en un títere sin ideas ni ataduras morales. Un político instrumental capaz de acometer el cambio del cambio, enderezado al desguace de España, sin perder la sonrisa. Un obediente y engreído arbitrista con anteojeras. No creo, a la luz de los acontecimientos, del debate y del posdebate, que fuese sólo un desliz de Llamazares situar la clave de esta ominosa deriva en la matanza del 11 de marzo de 2004. CONCLUSIÓN DEL VODEVIL: ESPAÑA HA MUERTO ESTÁ ya lo bastante claro que cada taifa autonómica se convertirá en nación-Estado, que la Justicia estará sometida a los caprichos partidistas, que las Fuerzas Armadas serán una parodia de sí mismas, que la economía estará a merced de los más bastardos intereses, que la educación perseguirá la clonación esperpéntica de Rodríguez, que la sociedad se convertirá en réplica fiel del monstruo inmoral y borreguil que preconizó Huxley y que España dejará de existir. Esta es la conclusión válida, y no otra, que cabe extraer de la farsa denominada eufémicamente del debate sobre el estado de la nación. El presidente del Congreso de los Diputados podría haber clausurado la indignidad de la puesta en escena de una figuración de democracia con unas pocas y veraces palabras: "Señores diputados, España ha muerto. La sesión ha terminado".
domingo, junio 04, 2006
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