jueves 22 de mayo de 2008
Vamos a contar mentiras tralará
Carmen Planchuelo
H ACE unos días, asistí a una conferencia que impartía el filósofo Javier Sádaba en mi universidad. La Filosofía siempre me ha parecido una maravillosa materia en la que ocupar la mente, pero también sólo digna de cabezas “bien amuebladas” pues si no éste divagar sobre la condición humana puede originar más de una insensatez. Seguramente muchos de ustedes conocen ésa frase de Chesterton en la que advierte sobre “las ideas sanas que se han vuelto locas”, no es momento de hacer una lista sobre esas pobres ideas enloquecidas pues entonces éste artículo sería una relación interminable así que lo dejamos aquí... El tema sobre el que Sádaba disertó durante una hora cumplida, fue la mentira, la mentira con sus múltiples matices. El salón estaba lleno, predominaban los profesores de Filosofía de los institutos de la ciudad, por supuesto alumnos de doctorado, principales receptores de la charla pero también había mucho pueblo llano, entre los que me encuentro. Les confieso, con penar, que la asistencia a este tipo de actos organizados por la universidad, suele ser escasa. El profesorado sólo acude cuando “su área, departamento o facultad” es la encargada de la organización, los alumnos pasan de casi todo menos de los apuntes y las notas, el llamado PAS (personal de administración y servicios) tampoco es muy dado (corramos un tupido velo) y el resto de la ciudad pues... que quieren que les diga, si el conferenciante es de relumbrón y estrella de los medios, acude en masa pero si es solamente alguien bueno en su materia, desde luego que no... evidentemente siempre hay excepciones. La mentira, qué tema tan jugoso, siempre vigente, tan eterno como el amor, los celos, la envidia... El filósofo en cuestión lo primero que dijo, para entrar en materia y rescatar al personal del sopor de una tarde de tormenta primaveral, es que mentir mentimos muchísimo todos y él que diga que no es más falso que Judas. Aportó datos estadísticos de lo que de media miente el común de los mortales y levantando la cabeza de rizada melena blanca, nos miró y dijo algo así como que mentir era necesario para sobrevivir, esto no lo dijo de una forma tan simple, pero la idea central del comienzo de su charla fue esta. Al parecer no estamos preparados para vivir en estado de perpetua veracidad. ¿Se imaginan ustedes -dijo- lo que sería la convivencia si a todo le mundo le cantáramos las verdades?, ¿estaríamos dispuestos a escuchar lo que de verdad los que nos rodean piensan de nosotros? Hubo una pausa en la que imagino el señor Sádaba fue leyendo en la cara de los asistentes el efecto de sus palabras. Por un momento pensé lo que serian las relaciones laborales, lo que sería decirle al compañero de despacho que simplemente le consideras un inepto y que mejor estaría en su casa o en la cola del paro y no calentando el sillón... o la respuesta sincera a esa pregunta tan usual que hacemos las mujeres “¿ te gusta mi nuevo vestido?” (lo que se espera es Sí, te sienta genial), la verdad podría ser “es un espanto y te hace cómo un camión”. Si entramos en el terreno sentimental el cataclismo podría ser de proporciones gigantescas si uno alegremente dice que necesita aire, variación, que se toma un sabático de pareja, de familia y esto sólo en el campo de lo intimo y personal pues ya si nos metemos en asuntos de estado o relaciones internacionales la trascendencia sería mucho mayor. Después de pasear su mirada por la abarrota sala, hizo un repaso de lo que sobre este feo (y al parecer ineludible) vicio se había escrito a lo largo de la historia de la filosofía, de las religiones y de la moral.; por supuesto no dejó de hablar de las investigaciones que sobre esta materia realizan las neurociencias. Citó teorías, desgranó argumentos y aportó cuantos datos creyó de su interés para la interesada audiencia. Como toda persona versada en el arte de hablar en público, intercaló a sus documentados comentarios otros más ligeros como: “¿Son las mujeres más mentirosas que los hombres?, ¿más arteras, falsas, embusteras?, ¿fue la madre Eva la primera engañada?”. Alguna sonrisilla entre la concurrencia. Ni que decir tiene que Don Javier se inclinó por negar estas afirmaciones que según él, no reflejan mas que ancestrales comportamientos sociales que se mantienen como simples tópicos sin ninguna razón filosófica, genética que las sostenga. No les voy a contar todos y cada uno de los puntos sobre los que versó la charla pues no tengo tanta memoria como para recordarla con total exactitud pero sí me detendré en unos puntos que cautivaron mi interés por encima de los demás. ¿Qué es mentir?, ¿todas las mentiras son iguales?, ¿es siempre condenable mentir?, ¿en qué ocasiones es disculpable la falsedad?, ¿podríamos vivir en estado de perpetua veracidad?,¿por qué mentimos?, ¿es la veracidad un valor supremo? ¿tendemos a mentir o a decir la verdad por naturaleza?... como ven ustedes cuestiones que todos en algún momento de nuestro devenir nos hemos planteado. A la pregunta de qué es mentir a mi me vino a la cabeza aquella definición que dábamos los niños de mi infancia en clase de catecismo, medio canturreando y en corro “mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar,” parece que sigue siendo válida pues la intencionalidad es lo que da naturaleza a la mentira y aquí es donde Sádaba se entretuvo en amplio abanico de la mentira... mentirigillas infantiles que sólo buscan no ser castigado o mentiras piadosas y bienintencionadas que tratan de evitar males mayores o esas que usamos para convencer, para seducir... la seducción no deja de ser una actitud mentirosa, uno sólo muestra lo mejor de sí mismo para conquistar a ese ser que acaba de aparecer en nuestras vidas, se oculta lo menos grato de nuestra personalidad. Con el tiempo ese atractivo barniz se va diluyendo y bajo el aparecemos tal y como somos con lo bueno, lo malo y lo regular... y entonces ¡ay Dios mío! Existe el peligro de que uno se sienta engañado y ese grito interior de ¡no era esto, no era esto! Los más lúcidos pensaran, que bueno que es un camino de ida y vuelta que en el juego de la seducción, seductor y seducido a poco que piensen ya saben que eso no es mas que una fase de la conquista del amado y que entre adultos esto ya se debe tener previsto ... a menos que uno caiga en el autoengaño, otra variante de mentira de la que nadie se confesaría en el caso de que esta práctica siguiera tan vigente como en lo viejos tiempos. Ante ejemplos, como los que yo les he puesto, el filósofo nos hizo fijarnos en lo más propio de la mentira “la intención de engañar” y concluyó que en realidad la intención de engañar no era tal en los casos mencionados, mas bien era lucir y resaltar lo que pensábamos que mas nos favorecía (a nosotros mismos) en la lucha por la vida y por el amor... y entonces ¿qué condición a de tener la mentira para ser considerada algo reprobable?. De nuevo otro pequeño silencio, una pausa y el premio a nuestra atención. El paso de mentira “venial” a Mentira propiamente dicha, con una enorme M mayúscula, lo marca la intención de utilizar al prójimo en beneficio propio (el filósofo levanta la cabeza y nos mira con intención) y este “propio” se extiende tanto al individuo, con sus grandes y pequeñas miserias, como a grupos, instituciones, partidos políticos. Les aseguro que en ese momento hubo como una animación entre el público asistente, un revuelo, un frotarse las manos... no en vano era el día en que María San Gil hacía saber que se sentía engañada (¿quizás utilizada?). No se relaman, señoras y señores pues Sádaba para nada hizo comentarios sobre el “acontecimiento” del día que despertaba cierto morbo en la sala, un cierto rumrum, algún comentario bajito... Durante un rato me evadí, dejé la mente volar y le di vueltas a eso de “me siento engañada”. ¿De verdad es posible que un político “rodado” pueda entonar con sinceridad semejante queja?, ¿de qué guindo -la buena María- se ha caído?, ¿vive la dama aún en la edad de la inocencia?, ¿cree que “El Príncipe”duerme el sueño de los justos en los anaqueles de nuestras bibliotecas?, ¡oh María que despiste!... ¿Recuerdan ustedes a aquel presidente –nada inocente- que se enteraba de lo que en el país ocurría por la prensa?, ¿también vivía en las nubes?, ¿o sólo se cubren de un velo de disimulo ante lo que ya no se puede ocultar? No sé pero ¿no será que a veces no se quiere ver?,¿qué no conviene ver? ¿no será que el autoengaño nubla vista y buen sentido?, ¿acaso no tendemos a vivir en un mundo de interpretaciones mas que de realidades objetivas?.. Las verdades suelen ser molestas en muchas ocasiones, ser sincero con uno mismo no sólo es un esfuerzo, también se necesita una clarividencia de la que no siempre disponemos y una enorme humildad para aceptar lo descubierto. Ya a punto de terminar la conferencia Sádaba comentó que aunque la verdad es en teoría la virtud a la que deberíamos tender (la praxis es otra cosa), uno puede decidir libremente instalarse en la casa de la mentira y hacer de ella su hogar, uno puede optar por ser un mentiroso y hacer de la falta de veracidad su forma de vida. El mentiroso llega un momento en que de tanto engañar, se cree sus propias mentiras, dado que la nariz no le crece como al bueno de Pinocho, pues es posible que con el tiempo ni repare en su conducta. A los gobiernos tampoco les crece la nariz pero el tiempo se encarga de desenmascararlos y a veces hasta los ciudadanos descubren la falsedad, claro que esto no suele ser de forma inmediata, es la musa Clío la que pacientemente, se encarga de esta labor. Todos nos hemos encontrado alguna vez con personas que nos han pedido que le habláramos con sinceridad, que fuéramos claros, que no temiéramos opinar libremente sobre su forma de ser, pensar o conducirse y cuando, ingenuamente, lo hemos hecho, el resultado ha sido rechazo y enfado... no todo el mundo reacciona así pero sí un tanto por ciento elevado, y me refiero a verdades de andar por casa, no hablo de la Verdad pues bien saben ustedes que las escuelas filosóficas no se ponen de acuerdo sobre su existencia, las grandes religiones difieren en su catálogo y las normas morales van cambiando con los tiempos así que casi es mejor quedarse con lo que el sentido común y el buen criterio nos dice... huyamos de la Mentira Manejadora, huyamos de esas verdades que sólo sirven para hacer daño y a nadie benefician, quedémonos con cuatro cosas tan elementales que son como el aire para respirar y nos hacen la existencia llevadera... y si deciden hacer lo contrario pues ya se pueden poner a cantar esa canción de corro y excursión que dice: “Por el mar corren las liebres (bis) por el monte las sardinas tralará, por el monte las sardinas, tralará, por el monte las sardinas” y hacer su himno de ella.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4627
miércoles, mayo 21, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Has hecho una exposición excelente. Ha sido casi como haber estado presente en la conferencia. Y no te miento, de verdad...
Un saludo de tu 'primo'
Francisco Planchuelo
Publicar un comentario