jueves, octubre 18, 2007

Villacañas, Seis apuntaciones correlacionada: 3.- El franquismo

jueves 18 de octubre de 2007
Seis apuntaciones correlacionadas: 3.- El franquismo
Antonio Castro Villacañas
C UANDO se habla o escribe "franquismo" o "franquista" se utilizan esas palabras para referirse a las más variadas facetas de la vida española a lo largo de la etapa histórica que transcurre entre julio de 1936 y finales de 1975; a una de esas facetas en concreto; o a algo -persona o cosa- relacionado con ellas. Lo más normal es entender como "franquismo" el tiempo en que gobernó España el general Francisco Franco -y como "franquistas" a sus partidarios- pero también al modo o procedimiento de gobernar que tuvo dicho Caudillo o Generalísimo, como le llamaban sus seguidores. El franquismo acabó de modo oficial hace casi ya treinta y dos años, cuando se extinguió la vida del general que le dió nombre, pero todavía existe, a juzgar por las continuas referencias que a él se hacen -muchas más en contra que a favor- en la vida política española. Un buen ejemplo de ello nos lo da el proyecto de ley sobre la "memoria histórica" que con tanto cuidado patrocina el gobierno de Rodríguez Zapatero. Lo cierto es que el franquismo ha dejado, como cosa lógica y natural, una herencia que ejerce hoy, y en cierto modo ejercerá todavía durante mucho tiempo, una considerable influencia sobre los hechos políticos y sociales de los españoles. El gobierno del general Franco comenzó el día 1 del mes de octubre de 1936, cuando la Junta de Defensa Nacional -formada por los generales de mayor rango que se sublevaron el anterior 18 de julio contra el gobierno de la Segunda República, en su mayoría republicanos- le encomendó la jefatura militar de las tropas rebeldes (con el fin de ganar la guerra producida como consecuencia de haber fracasado el inicial pronunciamiento) y la jefatura de un nuevo Estado (que debía construirse bajo su dirección), sin fijarle plazos ni marcarle otros objetivos. A partir de ese momento comenzó a producirse el franquismo, peculiar procedimiento de gobierno y de adhesión popular al mando y a sus mandatos, que se mantuvo en el poder durante cuarenta largos años a pesar de las constantes y muy diferentes presiones internacionales, a la inexorable evolución de la vida social española, y a la actividad de una irregular y variable oposición interna. El franquismo duró tanto -todavía existe, más o menos soterrado; aún existen franquistas, a cara tapada o descubierta- porque la guerra civil supuso una trágica quiebra en el normal desarrollo histórico de un país que fue materialmente destrozado por el conflicto, y espiritualmente quedó muy herido al no poder los vencidos plantear ninguna clase de alternativas al Nuevo Estado franquista y al disputar entre sí los vencedores para que su Caudillo adoptara el tipo de iniciativas políticas que cada sector franquista entendía preferible en un cierto momento. El franquismo fue, a mi juicio, una Dictadura desde el 1 de octubre de 1936 al 20 de noviembre de 1975. Una Dictadura exclusivamente militar hasta el 19 de abril de 1937; cada vez más politizada desde ese día hasta el de la extinción física de su Dictador. Una Dictadura Constituyente de lenta andadura, como lo demuestran las fechas en que fueron promulgadas sus siete Leyes Fundamentales; y una Dictadura que quiso institucionalizarse mediante la reinstauración de la Corona sin tener en cuenta que ello suponía el abrir la puerta a las fuerzas encargadas de su inmediato derribo. Franco se mantuvo como Generalísimo y Jefe del Estado mientras vivió, porque a lo largo de ese tiempo no hubo nadie que tuviera personalidad suficiente, fuera individual o colectiva, para exigirle su cese. No la tenían los escasos generales que osaron pedírselo al finalizar la II Guerra Mundial. Tampoco el pintoresco pretendiente hijo de Alfonso XIII, disconforme con su prolongada situación de sucesor "in pectore". Menos aún los fantasmagóricos "gobiernos" de una Segunda República muerta y enterrada en 1939, o las llamadas Juntas Democráticas enemigas del Franco octogenario. Franco, militar ante todo y sobre todo, no podía por ello abandonar su puesto, pues el hacerlo equivaldría a desertar frente al enemigo, tanto si lo hubiera hecho durante la guerra como después de ella mientras duró el cerco internacional y la subsiguiente presión política y económica. ¿Pudo y debió haberlo hecho en algún momento tras la promulgación de la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, sobre todo después de haber aceptado las Cortes a Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo, a título de rey? Cuestión política es ésta que -como todas las planteadas a lo largo de sus cuarenta años de gobierno- será juzgada desde muy diferentes perspectivas por cuantos tengan algún tipo de interés en calificar al franquismo. Yo creo que no merece la pena especular ahora sobre lo que hubiera pasado si Franco, todavía en posesión de sus plenas facultades, hubiera cedido buena parte de ellas al entonces Príncipe de España mientras le vigilaba y le controlaba desde las otras. Hay quien cree que, de esta manera, Juan Carlos de Borbón hubiera quedado comprometido del todo con el franquismo... Lo único cierto es -todo resulta posible ensoñando lo que pudo pasar si hubiera sucedido lo que no sucedió-que mientras Franco ejerció durante casi 40 años un poder casi absoluto, un huracán bélico seguido de otro político barrieron el mundo y derribaron formas de dictadura tan fuertes y formidables como las de Mussolini y Hitler, variaron las fronteras de media Europa y disolvieron los imperios coloniales. Entre 1936 y 1975 cambiaron varias veces los equilibrios de poder internacional, se produjeron multitud de crisis políticas, de uno a otro lado del planeta brotaron revoluciones y guerras, y el devenir de la humanidad estuvo acompañado o dirigido por sucesivos ciclos económicos. Todo ello no alteró la fe de quienes creían en que el progreso material y espiritual del mundo dependía de los avances que consiguiera esa forma de gobierno que llamamos democracia. La peculiar dictadura franquista resistió todos los avatares externos e internos, y ni siquiera la unión de los esfuerzos de sus distintos adversarios logró provocar una ruptura política cuando, previsible la muerte del Franco octogenario, en Grecia y Portugal se produjeron sendos derrumbamientos de las formas oligárquicas allí vigentes y la inmediata entrega del poder a las fuerzas más o menos democráticas que los combatían. El franquismo fue, durante toda su existencia, una prolongación o una proyección de la sombra de Franco. Pero este militar de voz aflautada y escasa presencia física demostró tener más que suficiente inteligencia política cuando supo utilizar sus dotes de mando para apoderarse en cierto modo de una doctrina capaz de ilusionar a gran parte del pueblo español, ganar con ello la guerra y la postguerra, y desde ese escaño dirigir un conjunto de mil variadas personalidades, permanencias, lealtades, esperanzas, ilusiones y sueños... Eso fue en definitiva el franquismo, y por ello no pudo sobrevivir a quien lo originó y dirigió. Al institucionalizar una Monarquía como heredera de su Régimen, es muy posible que Franco hiciera virtud de la necesidad. La designación de Juan Carlos como su heredero fue un grave error, como lo demuestran dos cosas: 1) el que los historiadores cortesanos se dedicaron -y siguen dedicándose- a propagar la teoría de que no era posible establecer la continuidad entre el sucesor de Franco y los títulos históricos -para ellos legítimos y válidos- de la menguante y pobre Casa de Borbón española; y 2) cuanto ha sucedido en España desde la proclamación de Juan Carlos como Rey. El franquismo ganó política y socialmente tanto la guerra como la postguerra porque Franco se dió cuenta de que en la zona territorial e ideológica donde él estaba y en las fuerzas armadas que mandaba, además de un considerable conjunto de intereses y opiniones conservadoras y derechistas, también existía una base humana -no menos importante- que tenía ilusiones e ideas revolucionarias o de izquierdas... Gracias a ello el franquismo pudo presentarse y arraigarse como un movimiento que no buscaba el retorno de cuanto era y significaba Alfonso XIII y su entorno. Eso duró, a base de dar cierta preeminencia a la Falange, desde abril de 1937 hasta finales de los años 60. Verdad es que el falangismo revolucionario se fue "castrando", poco a poco, desde mucho tiempo antes, lo que motivó tanto la creciente "derechización" del franquismo como el que buena parte del falangismo se hiciera a partir de entonces en algún modo casi antifranquista. El poder constituyente de Franco institucionalizó la Monarquía, determinó que Juan Carlos alcanzara una personalidad política decisiva, y desaprovechó la eficacia legal y callejera de la Falange al relegar su programa revolucionario a un ámbito exclusivamente literario y romántico. En ese pecado fue gestándose su penitencia, pues su "hijo político", como era de prever, tocó a rebato en pro de la transformación del Régimen tan pronto como subió al trono de España. El franquismo de 1975, convertido en una singular manera de derecha conservadora, presionado por el juramento de fidelidad al Jefe del Estado y por el miedo a una izquierda fantasmagórica carente de verdadero arraigo popular, no opuso verdadera resistencia a la mutación constitucional... Resumo y termino. El franquismo está muerto. Ni puede ni debe resucitar. Eso no quiere decir que el juicio histórico le sea desfavorable. Que lo condenen las izquierdas gobernantes entra en el campo de lo lógico y previsible. Que lo haga la derecha subsistente es una prueba más de la abyecta cobardía propia de esa clase de gentes. Como la historia es un constante ir y venir de ideas y personalidades en busca del futuro nada ni nadie puede vaticinar lo que éste hará, si lo considera conveniente, con un fenómeno político de tan extraordinaria importancia.

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