miércoles, octubre 17, 2007

Valentin Puig, Zapatero pisa poco Bruselas

jueves 18 de octubre de 2007
Zapatero pisa poco Bruselas

VALENTÍ PUIG
SI toda la política es local, para Zapatero cómo no va a serlo también la política internacional. Su política exterior ha sido hasta ahora una serie de gestos más atribuibles a esa hiperlocalización que a una idea misional. Incluso la inserción europea desmerece su interés político, hasta el punto de que lo sustancial de nuestra estrategia en la cancha de los Veintisiete parece estar en manos del servicio exterior. La diplomacia española conoce bien esos vericuetos y ya lo demostró en el largo proceso de adhesión, pero son los gobiernos los que marcan la voluntad política de una nación, sobre todo para sus intereses más vitales. Con Zapatero esa voluntad política ha flaqueado desde el principio, después de que, tanto con UCD, el felipismo o Aznar, España diese pasos significativos por la senda europea.
Los gestos de Zapatero en política exterior han llegado al agotamiento y tienen un toque de autoparodia. Desde La Moncloa no se ha emitido mensaje alguno para la cumbre informal de la UE que hoy comienza en Lisboa. Ahí se trata nada menos que de resucitar a escala capitidisminuida el Tratado Constitucional que los electorados de Francia y Holanda dejaron para el arrastre. Los brujos de Bruselas han buscado un atajo para que algo de toda aquella parafernalia se salve sin necesidad de referéndum: sólo Irlanda tiene que convocarlo, por mandato constitucional. Hasta ahora, Zapatero nada ha dicho, como si le fuera estrictamente ajeno. La estrategia se sostiene con pinzas diplomáticas, sin alianzas sólidamente urdidas, sin una concepción clara del posicionamiento español. Con Alemania no hay nada para compartir, ni con Francia, representada por un Sarkozy que baja en las encuestas y rompe con su esposa. Con Gordon Brown, el Reino Unido suficiente tiene con esquivar la presión mediática para convocar un referéndum. Si no hay sorpresas, el Tratado de Reforma -terminología de apaño- sería así aprobado con un salto de pértiga sobre la extensa franja del «no» previo de Francia y Holanda. No es un buen precedente de legitimación, ni está demostrado que fuese un mal necesario: del Tratado Constitucional tumbado hace dos años quedará en pie la nueva figura del presidente y se fortalece una política exterior común. Mengua el poder de veto nacional. Aumentan las probabilidades de que el Banco Central Europeo reciba presiones políticas. Hay quien ve por ahí la sombra de una renacionalización económica de inspiración proteccionista. Si todo este panorama ha sido exclusivamente un debate para la elite europea, el Gobierno de España participa bajo mínimos. Previsiblemente, el arbitraje superior corresponderá a Merkel.
La cuestión no es que Zapatero asuma ardorosamente una pasión europea: se trata de salir en defensa efectiva de los intereses nacionales. Por ejemplo, más escaños en el Parlamento Europeo, un elemento colateral de la cumbre pero no hay que olvidar que los socios europeos acuden todos con la cesta de la compra. Para el caso, Londres ya obtuvo algunas cláusulas optativas, Italia busca paridad europarlamentaria -con Berlín y París- , Polonia pide poder para vetar y Austria quiere menos estudiantes extranjeros. Como es habitual, nadie quiere regresar a casa de vacío. Nadie salvo Zapatero, al menos aparentemente. No se sabe que tenga aliados en la cumbre, ni que el curso de su mandato haya creado complicidades consistentes en las alturas opacas del poder europeo.
Indudablemente, Zapatero regresará de Lisboa y va a acudir a las Cortes para repetir su discurso de la multiplicación de los panes y los peces. En no poca medida, está a la espera de una derrota republicana en los Estados Unidos, más probable esta vez que cuando confió tanto en John Kerry. El centroizquierda europeo ya hilvana su futuro post-Bush: es muy reciente la constitución del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un «think tank» pagado por ese filántropo cristalino que es George Soros. Tal vez el presidente Rodríguez Zapatero espere obtener un segundo mandato electoral para dar su talla en materia de política exterior. Para entonces, la vida política europea habrá dado luz a una u otra crisis institucional. Zapatero, de ganar las elecciones, tendrá entonces otra oportunidad, pero para el interés de España ya son cuatro años prácticamente perdidos.
vpuig@abc.es

No hay comentarios: