martes, octubre 09, 2007

Valentin Puig, Ahi va otro nueve socialismo

martes 9 de octubre de 2007
Ahí va otro nuevo socialismo

VALENTÍ PUIG
LA historia del socialismo abre otra página con el efecto iluminista de los socialistas madrileños en un enésimo trance por el camino de Damasco desde que cayera el muro de Berlín. Tomás Gómez, alcalde de Parla, es el ginecólogo que palpó primero el vientre preñado del «Nuevo Socialismo». Para eso lo han elegido líder del PSM. Ha sido un fin de semana prometedor, dándole sutura tras sutura al sistema arterial del socialismo madrileño. Almas cándidas todavía se preguntan cómo fue posible que en el PSM fuese tan prolongada la lucha interna, prácticamente desde el día de su fundación. En tiempos de la Segunda República, pronto anduvieron a bofetadas caballeristas y partidarios de Indalecio Prieto. Nada les arrimaba al centro; todo les dividía. Con tanta escisión, los socialistas madrileños incrementaron las filas anarquistas y dieron un notable empuje al despegue del PC. Con Tomás Gómez dicen buscar el centro que Esperanza Aguirre ya copó en dos ocasiones. De este empeño, lo que queda menos claro es el perfil del «Nuevo Socialismo». No es tarea ligera aunar las técnicas de la mercadotecnia y la cirugía estética para lograr el trazado de una nueva vía socialista. Ya no será la tercera ni la quinta: el socialismo histórico fue muy hostil al revisionismo, incluso a pocas fechas de la disolución del imperio soviético. Ser socialdemócrata era considerado por los socialistas puros como una bajeza y una traición. Si consideramos que la socialdemocracia ha sido lo mejor de aquella cosecha tan heterogénea, del «Nuevo Socialismo» ni tan siquiera sabemos si en su cónclave de este fin de semana balbuceó sus primeras frases en clave realmente socialdemócrata o haciéndose eco de las peculiaridades estilísticas del zapaterismo. Escenografía de aproximación a la sociedad civil, reconocimiento exiguo de las virtudes de la gestión externa en el sistema sanitario o de la realidad de la educación concertada: estaban invitados al encuentro representantes de la FERE. Como siempre, una de cal y otra de arena, porque quedó bajo llave la discusión sobre la fiscalidad. Fue como quedarse en los entremeses. Ese parece el menú del «Nuevo Socialismo».
Salvo algunas dosis pragmáticas del felipismo, es peliagudo argumentar que el socialismo español de inicios de siglo contribuya a enriquecer el legado socialdemócrata, que ha sido la mejor aportación del socialismo reconvertido a la Europa de posguerra. El acto más valeroso del socialismo ha sido reconocer la evidencia de la economía de mercado. Luego ha caído en franco desuso al reaccionar de forma arcaica ante el mundo en globalización. Tal vez andaba demasiado fatigado después del proceso de arrinconar el marxismo, la planificación centralizada y la propiedad pública de los medios de producción. Al poco de haber creído en las nacionalizaciones no les quedó más remedio que ponerse a privatizar. Después de haber sospechado que la Europa comunitaria era una celada del capitalismo tuvieron que ser un pilar de la integración europea.
Fue así también como, con una rectificación tras otra, el PSOE pudo ser alternativa en la España constitucional y contribuir a la estabilidad. Aun así, el paréntesis del zapaterismo es una indefinible mescolanza de hiperactividad y quietismo. No aborda horizontes, sino las expectativas del día a día. En realidad, ni siquiera acabamos de saber si Tomás Gómez -en términos comparativos y puestos al día- es un largocaballerista o un prietista. Hace falta hablar más claro de inmigración y de impuestos, de modelo territorial, de orden público y de deslocalizaciones. María Teresa Fernández de la Vega, una habitual en estos baños de militancia, dijo: «Somos reformistas por vocación y convicción». Algún guerrista habló de fuegos de artificio.
Como bien sabrá Tomás Gómez, ha pasado muchísimo tiempo desde que, en la escuela socialista del verano de 1933 en Torrelodones, Santiago Carrillo -hoy tan angustiado por el virus antidemocrático del PP- alinease a su camada leninista para abuchear a Besteiro y Prieto, ofreciendo el cetro a Largo Caballero. Afortunadamente, hoy la estrategia de Tomás Gómez está en otra cosa, pero no sabemos exactamente en qué. Donde Largo Caballero proclamó la idea de la dictadura del proletario, la FSM no ha aprovechado la oportunidad de configurarse como un activo de la post-socialdemocracia. Quizás eso no hubiese caído bien en La Moncloa.
vpuig@abc.es

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