domingo, octubre 21, 2007

Urbaneja, Manto de silencio sobre la Cumbre de Lisboa

lunes 22 de octubre de 2007
Manto de silencio sobre la Cumbre de Lisboa

La Cumbre de Lisboa alumbró la semana pasada un nuevo Tratado para la Unión Europea, alternativo a la fracasada Constitución. Pero el hecho ha pasado sin pena ni gloria por los medios informativos. La separación del presidente Sarkozy ha merecido más seguimiento e incluso fue motivo para las preguntas al presidente francés por parte del periodista de Le Monde, para asombro de propio Sarkozy.
La Constitución Europea naufragó en Francia y Holanda no tanto por los deméritos del proyecto, cuanto por los de los dirigentes de ambos países, incapaces de presentar el texto a sus conciudadanos. El nuevo Tratado necesitará ahora un proceso rápido de ratificación blanda a través de los parlamentos nacionales.
Para algunos se trata de un fracaso colectivo, mientras que para otros es un nuevo paso en el azaroso y complejo proceso de cooperación europea que ha dado muchos más frutos para los europeos que cualquiera de las otras estrategias conocidas hasta ahora o alternativas de lo que ha significado la UE.
En España, el Consejo de Lisboa ha merecido mínima atención, debe de ser por déficit de color y de emociones fuertes, por esa normalidad que ocurre cuando pasa lo previsto, que tanto decepciona a los jefes de redacción.
El presidente Zapatero tendrá que comparecer en el Congreso para explicar el contenido de la reunión de Lisboa. A la oposición toca responder y fijar posición. ¿Otra refriega política como las habituales? Es lo previsible, no caben espacios de aparente consenso. Este fin de semana, por ejemplo, los populares se han enfadado con la pretensión de las buenas maneras de Zapatero: “pura apariencia, señal de que carece de ideas o proyectos”, dicen, severos, los portavoces de guardia en la calle Génova. ¿No cabe felicitar al simpático por sus buenas maneras, unirse a ellas e inmediatamente entrar en los debates de fondo?
La estrategia de negar siempre, de al adversario ni agua… es simple, desalentadora, aburre, desmoviliza y, probablemente, anima al adversario. ¿Será que los populares quieren peder las elecciones?
Con todo lo que las encuestas siguen cantando es que no hay cambio en las preferencias, que los socialistas ganarían por muy poco, tan poco que los populares podrían acabar con alguna ventaja en la recta final de la campaña electoral. Ninguno lo merece, de manera que la clave del éxito estará en los deméritos del adversario.

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