miércoles, octubre 10, 2007

Simbolos de sumision

jueves 11 de octubre de 2007
Símbolos de sumisión
EL prefecto de la ciudad italiana de Treviso ha tomado la decisión de aceptar el «burka» islámico en las escuelas locales, con el apoyo expreso de la ministra de Políticas Familiares, que califica de forma insólita como «símbolo de la civilización» a ese velo que cubre el rostro de las mujeres y lo equipara con el crucifijo. Es una decisión profundamente errónea desde el punto de vista de la libertad y los derechos fundamentales. Bajo pretexto del respeto a las diferentes formas de vida, el multiculturalismo conduce a resultados injustos y crea sociedades paralelas que impiden una integración razonable de los inmigrantes. El velo islámico en sus diversas formas es un símbolo externo de la sumisión de las mujeres y de su papel secundario en la vida social y familiar. En el caso del «burka» supone ocultar la cara por completo salvo una pequeña malla en los ojos, creando incluso problemas para la identificación personal y documental. Es, sobre todo, una manera explícita de proclamar la impureza de la mujer y la pertenencia de su cuerpo al varón, sea padre o marido, al que está sometida. En la sociedad contemporánea, la igualdad por razón de sexo es un principio irrenunciable que no puede estar sometido a valoraciones circunstanciales en función de la cultura de origen, lo mismo que no hay lugar para la discriminación derivada de la raza, la religión o cualquier otra condición personal o social.
Es inadmisible comparar el crucifijo con las exigencias del islam en materia de indumentaria femenina, entre otras razones porque la Cruz de Cristo no implica diferencia alguna entre hombres y mujeres. Por lo demás, es llamativo el contraste entre la falsa tolerancia que practican los multiculturalistas y la persecución -a veces implacable- que sufre la religión cristiana en algunos países musulmanes. Parece inconcebible que desde posiciones que se dicen progresistas se ponga en cuestión una lucha de siglos en favor de la dignidad de todas las personas. En lugar de extender esa emancipación a los grupos sometidos de otras sociedades y culturas, algunos parecen dispuestos a perpetuar el sometimiento de los más débiles para favorecer a sus opresores. El argumento de que las mujeres usan libremente estas prendas resulta indefendible, puesto que están sujetas desde que nacen a una presión social que no les permite decidir por sí mismas, en especial si se trata de niñas en edad escolar a las que a veces se utiliza como arma de presión hacia las autoridades. Parece que en ciertas ocasiones el chantaje funciona, como se ha demostrado en Treviso, lo mismo que hace pocos días ha sucedido también en algunas escuelas españolas. Sin embargo, es evidente que el Estado democrático no puede renunciar a sus principios fundamentales en nombre de teorías inaceptables según los criterios actuales de justicia y libertad

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