domingo, octubre 07, 2007

Quintano, Una vez que se abre la caja de los truenos...

lunes 8 de octubre de 2007
Una vez que se abre la caja de los truenos, hay que saber que el fuego sobre la pólvora sembrada se extiende a gran velocidad» Elecciones de confrontación nacional, con Aznar y González al fondo
Si es cierto, como ha dicho Aznar, que existe una «amenaza secesionista» que pone en jaque «la quiebra del Estado» y conduce a una «gran crisis nacional», debemos de concluir que caminamos hacia unas elecciones generales de confrontación nacional, donde estarían en juego, de manera más o menos directa, cosas más graves que la alternancia en el poder y que en los pactos de la Transición fueron obviadas en favor de la reconciliación y la convivencia nacional: los debates sobre el estado unitario o confederal; o sobre la monarquía y la república.
Cuestiones que, aunque merodean el debate público de la clase política y los medios de comunicación, no parecen figurar entre las preocupaciones de los ciudadanos, aunque resulta relevante que en la presente legislatura, bajo el mandato de Zapatero, estas cuestiones se hayan planteado de una u otra forma, alcanzando en las últimas semanas cotas de alta tensión, con la quema de imágenes del Rey, agravios a la bandera, o el desafío de Ibarretxe, diciendo que no le temblará la mano al convocar un referéndum ilegal. Y a no olvidar la batalla que se está librando en el Tribunal Constitucional en torno a la constitucionalidad del Estatuto Catalán.
No parece que los ciudadanos estén por la confrontación nacional -que se activará en los próximos días con el acuerdo parlamentario sobre la Ley de la Memoria Histórica, y la beatificación, el próximo día 28 en Roma, de 498 mártires de la Guerra Civil-, pero aumenta la certeza de que la escalada que tiene como telón de fondo «las dos Españas» está inmersa en el debate electoral, y es fruto de la directa responsabilidad política de Zapatero. Por ello y por la influencia electoral de todo ello -como la que hoy anuncia ABC, confirmando un empate entre el PSOE y el PP- el presidente empieza a rectificar y manda a la cárcel a la cúpula de Batasuna, con la colaboración del inefable Garzón -quien meses atrás hacía la vista gorda-, temeroso de que un nuevo atentado de ETA confirme con sangre su demencial error.
El fallido empeño de Zapatero de lograr un pacto con ETA a cambio de ofrecer a los terroristas y a sus socios nacionalistas un modelo confederal del Estado. Una Misión imposible en la que el líder del PSOE desplegó su afilado discurso, su particular y temerario -luego parodiado contra el PP por las Juventudes Socialistas- juego del «Pasapalabra»: A, de atentado: «accidente»; B, de bomba en Barajas: «suspensión -pero no ruptura- del diálogo con ETA»; D, de De Juana Chaos: «preso etarra favorable al proceso de paz»; E, de Estatuto Catalán: «apoyaré en Madrid lo que decida el parlamento catalán»; N, de nación española: «discutida y discutible»; O, de Otegi: «un hombre de paz»; P, de Proceso de Paz: «el derecho a decidir de los vascos», etcétera. Todo esto y mucho más está documentado en la videoteca de cualquier televisión.
Y puede que en la memoria de muchos ciudadanos, que están sacando sus conclusiones y pueden haber llegado a la certeza de que el deterioro de la convivencia nacional tiene un solo autor: Zapatero. Observando en ello una relación causa-efecto similar a la que en 2004 provocó un vuelco electoral a favor del PSOE, una vez que se estableció una relación directa entre el apoyo de España a la guerra de Irak y el atentado de Madrid del 11-M, del que se espera una pronta sentencia que, al parecer, pondrá punto final a las teorías conspirativas.
Una guerra de Irak que sigue y que ha servido para que José María Aznar y Felipe González reaparezcan en los primeros planos de la política. El ex presidente socialista -que parece curado de las heridas del «fuego amigo» que recibió desde la artillería de la Moncloa en la llamada «guerra del fútbol»- llamando ilegal y mentirosa la actuación de Aznar en la guerra de Irak, y acusando al ex presidente del PP de sacar «pecho de lata imperial». Y Aznar, justificando su apoyo a la guerra de Irak como pago al apoyo de Washington en la lucha contra el terrorismo etarra, y reivindicando su política exterior, diciendo que la de Zapatero se «puede cronometrar en sus saludos», y en sus relaciones con «los tiranos más viejos del planeta». Una polémica en la que terció de salomónica manera el ex ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, escribiendo: «A Aznar le interesaba, sobre todo, realizar sus sueños del ascenso de España como una potencia digna de consideración en la escena mundial, y no el futuro de Europa» (sic).
Aznar y González han vuelto al cuadrilátero de la política, y ya veremos si entran en campaña electoral -como Rato, Gallardón, Pizarro, Rodríguez Ibarra, Guerra y Bono, porque ninguno está aún descartado-, sobre todo si caminamos por el sendero, nada aconsejable, de la confrontación nacional ante lo mucho que se está poniendo en juego. Porque, una vez que se abre la caja de los truenos, por más que Zapatero diga que son cosas de minorías extremas, hay que saber que el fuego sobre la pólvora sembrada se extiende a gran velocidad. Máxime si unos y otros se adentran con estas banderas en la campaña electoral, porque luego las heridas serán difíciles de restañar. Especialmente si, como anuncian las encuestas, los nacionalistas serán los vencedores virtuales si consiguen la llave de la gobernabilidad, obligando al PSOE y al PP a elegir entre la gran coalición o el modelo confederal.
LA CRÓNICA DEL LUNES

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