martes, octubre 09, 2007

Primo Gonzalez, La conveniencia de cambiar el Presupuesto

miercoles 10 de octubre de 2007
La conveniencia de cambiar el Presupuesto Primo González

Después de lo que le ha costado hilvanarlo, pedirle a estas alturas a Pedro Solbes que recomponga el Presupuesto del año 2008 parece un despropósito. Pero se lo ha sugerido nada menos que Rodrigo Rato, es decir, todavía, el Fondo Monetario Internacional (FMI), al igual que ha hecho con la generalidad de las economías desarrolladas, a las que ha invitado a una seria reflexión sobre la autenticidad de unas previsiones económicas y presupuestarias que fueron elaborados antes del verano, cuando no se sospechaba que la crisis de las hipotecas basura de Estados Unidos podría tener tanto alcance como al parecer está teniendo.
La particularidad de España a la hora de recomponer el cuadro macroeconómico y las previsiones presupuestarias se deriva lógicamente del hecho de que estamos en plena refriega electoral. Ello significa que los Presupuestos del año 2008 no han sido confeccionados tanto de cara al rigor económico como a las necesidades de ofertas electorales orientadas a colectivos concretos cuyo voto necesita el partido del Gobierno para romper ese empate técnico que le aventuras las encuestas. Estas, aunque no son muy explícitas al respecto, han sido lógicamente complacientes con las promesas que ha lanzado el Ejecutivo a lo largo de las últimas semanas y que están ya plasmadas en el texto del Presupuesto.
Pero resulta sintomático observar cómo, a pesar de que la gran mayoría de los encuestados ofrece valoraciones muy positivas cuando le preguntan su opinión sobre tales medidas (cheque bebé, dinero para guarderías, ofertas diversas en el asunto de los pisos,...), el empate técnico entre las dos grandes opciones políticas no se ha resuelto a favor de ninguno. Es decir, el Gobierno ha sacado poco partido a sus innumerables promesas preelectorales, quizás porque son poco consistentes, tienen escaso alcance o quizás también porque piensan los futuros votantes que cualquiera de los dos partidos que asuma el poder dará por buenos estos dispendios. En suma, el rédito político que podrían haber proporcionado los excesos de gasto presupuestario ha sido bastante escaso, lo que obliga a preguntarse si no hubiera sido más útil para todos haber dejado las cosas como se presentaban antes de que Zapatero se lanzase a la arena de las promesas improvisadas, que los responsables del Presupuesto han tenido que hilvanar como han podido para cerrar las cuentas de la Nación.
Se podría decir que el Presupuesto del Estado se encuentra en estos momentos en una fase muy preliminar de su discusión parlamentaria y que, por lo tanto, existen amplios márgenes legales y en todo caso políticos para reconducir el Presupuesto por la senda del rigor y en especial orientarlo hacia una estrategia más agresiva de ahorro, en previsión de dificultades económicas en el año 2008 derivadas de la crisis hipotecaria. No parece que sea esa la intención ni del Gobierno ni de los grupos políticos que estos días velan sus armas para afrontar el debate del Presupuesto, después de oír a las numerosas personalidades y altos cargos que hoy han comenzado su desfile por la Cámara para dar su opinión sobre la economía.
La primera decepción quizás se la hayan llevado hoy los parlamentarios al oír de boca del gobernador del Banco de España que las previsiones de crecimiento económico del Gobierno para el año 2008 están algo pasadas de optimismo. Las discrepancias se mueven todavía al son de unas décimas, pero empieza a ser significativo que ninguna de las previsiones económicas alumbradas en las últimas semanas para el año 2008 llega, ni de lejos, a las alturas que el Gobierno ha colocado las suyas. El hecho de que el Banco de España, con sus autolimitaciones fáciles de comprender, haya presentado un cuadro económico bastante menos optimista que el que ha inspirado a los Presupuestos del Estado es ya un síntoma de que el Presupuesto del año entrante está más muerto que vivo antes incluso de nacer. Sería una pena que un Presupuesto que ya de entrada se presenta como expansivo (aunque levemente expansivo) venga a poner en tela de juicio el activo más importante con que hemos vivido los últimos años en materia económica y presupuestaria, el superávit de las cuentas públicas.

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