martes, octubre 23, 2007

Pablo Sebastian, El fomento del caos

miercoles 24 de octubre de 2007
El fomento del caos Pablo Sebastián

Lo de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, estaba cantado desde que llegó al Ministerio de Fomento por su absoluto desconocimiento del sector y su notoria incapacidad política, a la que une unos modales que no son propios de la dignidad del cargo que ocupa y unas cualidades entre las que figura la descoordinación total entre lo que parece que piensa y lo que habla, hasta el punto que no se le entiende nada de lo que dice. Y cuando se le entiende, pues todavía peor, porque no hace mucho que en un debate en el Congreso —a los que lleva escrito lo que va a decir aunque le hablen de otra cosa— llegó a confundir la circunscripción con la circuncisión.
Con estos mimbres resulta imposible llenar un cesto de agua, o que esta ministra pueda culminar cualquier obra pública en el plazo previsto y sin daños colaterales o personales —es casi un milagro que no haya ocurrido una gran catástrofe—. O elaborar un plan de infraestructuras nacional, o cosa parecida. Lo que está ocurriendo con las obras del AVE de Barcelona es sólo un ejemplo de su supina ignorancia del mundo de la ingeniería y de la construcción, así como de su capacidad para dirigir y coordinar cualquier proyecto político.
Zapatero nunca la debió nombrar ministra —Cháves le envió el desecho de la tienta del Gobierno andaluz, Álvarez y Calvo—, y la debió cesar hace ya tiempo, y a lo más tardar en el último ajuste de su gobierno de antes del verano, como se lo pidieron desde muchos frentes, incluido el Parlamento y dirigentes de su propio partido. Y ahora resulta que su obligada dimisión, o cese, es un clamor en las calles de Barcelona y en casi todos los grupos de la oposición, que exigen responsabilidades políticas por lo ocurrido ahora, y es la enésima vez en las obras del AVE catalán.
Pero Álvarez no sólo no da un paso atrás sino que, además, busca culpables a su alrededor. Y entre las empresas constructoras a las que ha maltratado, insinuando, desde su entorno (posiblemente desde el Adif), algún tipo de sabotaje en el trazado del AVE de Barcelona como represalia a presuntas demandas de indemnizaciones, o pactos, en las expropiaciones de terrenos para el AVE de Galicia, ahora o durante el anterior gobierno del PP, que han resultado absolutamente falsas. Insinuaciones que podrían constituir un comportamiento delictivo por parte de los funcionarios y medios públicos que han difundido semejantes insidias.
Lo que debería hacer la ministra, en las actuales circunstancias, es dimitir. Pero ahí sigue como si la cosa no fuera con ella, cuando lo que falla de una manera estrepitosa es la descoordinación entre los gobiernos de España y de Cataluña, y el más riguroso seguimiento y planificación de unas obras que se han empeñado en cerrar para antes de las elecciones. Y que, por las prisas electoralistas, las están empantanando y llevando por el camino del caos y del riesgo en un empeño inútil, para simultanear con urgencia las obras del AVE y los problemas de los trenes de Cercanías de Barcelona que, además, vienen de lejos y tampoco han sabido solucionar.
El concepto que esta ministra de Fomento tiene de sus responsabilidades públicas y la democracia es indigno, y revela un carácter autoritario que tiene más que ver con su desconcierto y la dramática sensación de fracaso que la embarga, y la sitúa en el ojo del huracán que ella misma provocó. Creándole una problema político y electoral añadido al PSC y al PSOE, del que tiene su cuota de responsabilidad Zapatero por no cesarla en su día, o ahora mismo, antes de que la crisis provocada vaya a mayores, que irá.


http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=24/10/2007&name=manantial

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