viernes, octubre 19, 2007

Otra crisis en el PSOE

viernes 19 de octubre de 2007
Otra crisis en el PSOE
LA dimisión de Joan Ignasi Pla al frente del Partido Socialista valenciano cierra un capítulo de la crisis de esta formación, pero abre otros tan importantes o más a corto y medio plazo. Es evidente que en la defenestración de Pla han convergido factores heterogéneos que deberían poner sobre aviso a Rodríguez Zapatero acerca de los puntos vulnerables de su partido y de la conveniencia de ser prudente en los pasos futuros, porque el PSOE sabe que no las tiene todas consigo de cara a las elecciones de 2008. Pla ha sido forzado a dimitir porque había perdido dos elecciones consecutivas frente a Francisco Camps, y el detonante ha sido un supuesto trato de favor de una constructora, argumento teóricamente demoledor en los tiempos que corren. Si el alumbramiento de este episodio, además, tiene que ver con la tensión entre el Gobierno y determinados medios de comunicación, supondría una cierta retirada de inmunidad mediática para el PSOE desde un flanco inesperado, mala noticia para una izquierda acostumbrada a una cómoda sintonía con sus medios afines. Pero, sin duda, la aniquilación política de Pla está relacionada con la preocupación del PSOE por su incapacidad para oponer una alternativa mínimamente viable al eficaz tándem formado por Francisco Camps y Rita Barberá. Este episodio de crisis socialista recuerda al vivido por el Partido Socialista de Madrid, cuyos pésimos resultados en las elecciones municipales de mayo se llevaron por delante a los candidatos a la Alcaldía -Miguel Sebastián- y a la Comunidad -Rafael Simancas-. La experiencia madrileña es suficiente para que los socialistas valencianos no caigan en el error de creer que con la caída de Pla se han resuelto sus problemas. Probablemente han acelerado un proceso de sustitución que, de otra manera, se habría enquistado, con la consecuencia de volver a poner al PSOE en puertas de un nuevo varapalo en la Comunidad Valenciana. Otra cosa es que, tras Pla, venga la solución, pues la fórmula no parece que esté funcionando en Madrid, donde Tomás Gómez, sucesor de Simancas en la secretaria general de los socialistas madrileños, está encontrando muchas resistencias internas a su propuesta de «Nuevo Socialismo» y muchas dudas sobre su idoneidad para desplazar al PP del poder autonómico y municipal. Hay derrotas que causan daños mucho más profundos que los que puede resolver un mero cambio de caras o de eslóganes.
La crisis de los socialistas valencianos se ha producido en unas condiciones que no van a facilitar la elaboración de unas listas electorales competitivas. Con malas formas y peores argumentos sólo han acreditado un grave estado de debilidad interna y de impotencia frente al PP, situación poco atractiva para el desembarco de grandes fichajes, como sería el de la vicepresidenta primera del Gobierno. Fernández de la Vega ya demostró una notable intuición sobre el cuidado de su imagen política, así como una clara disposición a no asumir riesgos electorales, cuando rechazó encabezar la candidatura del PSOE a la Alcaldía de Madrid. El horizonte electoral en la Comunidad Valenciana no es mucho mejor para los socialistas.
Al final, ni los socialistas madrileños ni los valencianos -tampoco los navarros- han respetado la indicación de Rodríguez Zapatero de no provocar sucesiones traumáticas hasta después de las generales de 2008. La dirección del PSOE no ha podido o no ha sabido encauzar los descontentos y las frustraciones que estas formaciones territoriales venían acumulando por las sucesivas derrotas infligidas por el PP desde hace años. Porque no sólo pierden en ambas comunidades de manera constante, sino que además el PP ha incrementado sensiblemente sus respaldos electorales. La autocomplacencia que suele transmitir el presidente del Gobierno no se corresponde con la fragilidad de su ventaja en las encuestas para las elecciones de 2008, ni con el dato de que el PSOE perdió frente al PP los comicios municipales de mayo pasado. Ni con la realidad de que los españoles que votarán el próximo marzo no son los mismos que lo hicieron, bajo trauma, en 2004.

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