lunes, octubre 22, 2007

Monica Fernandez Aceytuno, Cecilia

lunes 22 de octubre de 2007
Cecilia

MONICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
El caso de Cecilia nos interesa porque es una historia de las de siempre con un final de los de ahora.
Empero su triángulo no es el amoroso sino el de las tres mejores novelas que yo he leído: «Ana Karenina» de Tolstoi, «Madame Bovary» de Flaubert, y «La Regenta» de Clarín, pues curiosamente en Cecilia se conjuga el origen de los tres autores: su ascendencia es rusa; su vida francesa; y su apellido español.
El final para las protagonistas de estas novelas es, como cabría esperar en el XIX, trágico para todas ellas. Todas son hermosas y todas acaban mal. Una advertencia que Cecilia viene a desoír y a dar mal ejemplo, como diría mi abuela, que se disgustaba con las separaciones públicas como si fueran de la familia, precisamente por eso, por el mal ejemplo que daban.
A mí en cambio me parece que toda decisión personal es respetable, siempre que, hombre o mujer, no hablen de ella. Quiero decir que cuando alguien se siente impelido a dar explicaciones públicas de lo que ha hecho en su vida personal, es porque necesita verbalizarlo para darse ánimos o justificarse, y Cecilia, con sus declaraciones a la prensa, no sólo nos da la triste impresión de que precisa que asintamos públicamente a sus decisiones privadas, sino que al contarnos por qué lo ha hecho, cómo es ella, y qué quiere hacer con su vida, la fuerte Cecilia, se vuelve débil; y la mujer moderna, antigua.
Tendría que ser como las becadas que vuelan por las estepas rusas en «Ana Karenina», y que llevan en el plumaje los colores secos de las hojas en invierno.
Al atardecer, levantan el vuelo y hacen ruido con las alas al marcharse aunque, del pico, no les salga ni un reclamo.

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