miércoles, octubre 24, 2007

Miguel Maritinez, Al menos no ganó Hamilton

jueves 25 de octubre de 2007
Al menos no ganó Hamilton
Miguel Martínez
N O sabe un servidor si a mis queridos reincidentes les ocurre lo mismo, pero, cuando el que suscribe reconoce en el prójimo errores, vicios y defectos propios, siente una rabia enorme, sólo comparable a la que experimenta cuando al Barça le cuelan un gol de penalti, una vez se ha cumplido el tiempo de descuento. Y debiera de ser justamente al revés, pues uno tendría que comprender, mejor que nadie, esas situaciones en las que los demás lo hacen igual de mal que él, empatizando con ellos y teniéndoles la tolerancia y conmiseración que para nosotros quisiéramos cuando metemos la pata. Pero no. Como nos ocurre con las ventosidades, solemos tolerar con enorme placidez las propias, mientras que las ajenas nos resultan insoportables por repugnantes. Y algo así fue lo que le sucedió a quien les escribe cuando, dándose un garbeo cibernético por la prensa inglesa, comprobó cómo uno de los tabloides británicos que comentaba el resultado del Gran Premio de Brasil, última prueba del Mundial de Fórmula 1, titulaba en portada y a cinco columnas: “Al menos no ganó Alonso”. “¡Qué hijos de puta!”, se dijo quien les escribe pocos segundos antes de caer en la cuenta de que a un servidor, horas antes, le pareció enormemente acertado el titular de un diario deportivo madrileño que abría en portada con un “Dulce derrota”, y de recordar que, durante la carrera, celebró con saltos y vítores la salida de pista de Hamilton y festejó con complicidad el majestuoso corte de manga -a todas luces impropio de un caballero educado- que un amiguete -que puedo asegurarles que lo es en condiciones normales- dedicaba al fallo electrónico del McLaren de Hamilton que dejaba casi sin opciones al muy hijo de la grandísima Bretaña, y culminamos además la velada con un brindis entre todos los reunidos, no ya por la victoria de Räikkönen y Ferrari, sino por el fracaso de Hamilton y por el espantoso ridículo de Ron Dennis, jefe de McLaren. Algo parecido nos ocurre cuando dejamos el vehículo -sólo dos minutos- en doble fila para recoger la barra de pan y lo hacemos con la convicción de que no pasa nada y que el resto de usuarios de la vía comprenderá perfectamente que no vamos a ir a aparcar a la Conchinchina (zona meridional de Vietnam, próxima a Camboya, aunque algunos la ubiquen tres calles más abajo de la panadería) si sólo vamos a tener el coche en doble fila un momentillo de nada mientras nos dan la barra de medio. Eso sí, cuando somos nosotros los que nos vemos obligados a detener el coche cada dos por tres a causa de los vehículos en doble fila -y eso que son sólo dos minutos cada uno, recuerden- nos acordamos de la madre del conductor del coche mal aparcado, de su padre y hasta de la madre de la pobre panadera. Y ante este tipo de situaciones, uno, que quisiera tenerse por buena persona, intenta justificarse con un “no es lo mismo”. No es lo mismo porque se nota a legua que a Alonso le han estado haciendo la cama en McLaren toda la temporada. No es lo mismo porque Ron Dennis ha preferido apostar por su yerno -un magnífico piloto con mucho futuro, pero sin tablas aún para convertirse en el número uno- en detrimento de todo un bicampeón del mundo. No es lo mismo porque Hamilton nos cae mal por haber sido antes adversario que compañero para Alonso. No es lo mismo porque “misteriosamente” el McLaren de Alonso se convirtió, precisamente en Interlagos, en un cacharro que no andaba ni para atrás, cuando de haber tenido el coche en las condiciones habituales podría haberse proclamando campeón del mundo tal y como se estaba desarrollando la carrera. No es lo mismo por todo lo que ustedes quieran, pero, si nos ponemos la mano en el corazón, sí que es lo mismo; de la misma manera que fastidia a los demás nuestro coche en doble fila a nosotros nos fastidia encontrarnos en doble fila el vehículo de otro. Por tanto hemos de concluir con que no es elegante alegrarse de la derrota ajena cuando ésta no coincide con la victoria propia, y que, al igual que un servidor tildó de hijos de meretriz a los que idearon el titular de “Al menos no ganó Alonso”, un servidor merece igual trato por celebrar el de “Dulce derrota” y por brindar por el fracaso de Hamilton. Aunque convendrán ustedes conmigo, mis queridos reincidentes, en que, siendo esto así, en ciertas ocasiones resulta tremendamente gratificante ser un poquillo hijoputa, y decir con una sonrisa en los labios y con gesto de satisfacción: ¡Al menos no ganó Hamilton!

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4219

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