lunes, octubre 22, 2007

Marcello, "El Pocerito" se flagela

martes 23 de octubre de 2007
“El Pocerito” se flagela

Ahí lo tienen con la espalda hecha jirones por causa de los dolorosos golpes del gato de las siete colas que Federico Jiménez Losantos, “el pocerito” de la COPE y socio del Pocero de Seseña, maneja contra su dolorida espalda con la misma furia y habilidad con la que ha manejado el látigo en contra del Rey Juan Carlos I, la familia real, y todo humano o bicho viviente, desde el púlpito radiofónico de la Conferencia Episcopal, donde todavía no han logrado descifrar las enigmáticas y enfadadas palabras del monarca a Aguirre de “si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”, que luego vamos a interpretar.
Federico, el pocerito, pide perdón por los pasillos de la COPE y ahora dice que fue un error lo de atacar al Rey. ¡No lo sabe bien! Que pregunte a Pedro J. qué ocurrió en el almuerzo aquel que mantuvo con el monarca, Mariano Conde, Paco Siches y Agnelli, que en gloria esté, al teléfono, después de la publicación en El Mundo de cierta noticia sobre la vida privada del Rey.
El caso de Federico el pocerito, que alguna continuidad tiene con aquél, es todavía más grave porque pedir la abdicación del monarca desde la sede radiofónica de la mismísima Conferencia Episcopal y en plena campaña de quema de fotos del Rey por parte de los nacionalistas es tanto como decir que Blázquez, Cañizares y Rouco —a quien el monarca le ha pedido menos rezos y más autoridad en la COPE— se han pasado al bando republicano en vísperas de la canonización de 498 mártires de las “ordas republicanas” del día 28 de octubre, el enésimo capítulo de este culebrón patriotero y guerracivilista del momento político español.
“Perdón ¡Señor!, perdón, soy un pecador”, se le oye decir, entre lamentos y chasquidos del látigo, al agnóstico Federico, el pocerito, mientras se flagela con rabia inusitada minutos antes de ponerse a predicar ante el micrófono al amanecer. Y por la tarde, con la espalda hecha unos zorros, va al diario El Mundo y, como don Cierva —Umbral dixit— sobre designación de Suárez como primer presidente de Gobierno del Rey, escribe lo de: ¡qué error, qué inmenso error el mío, Majestad, no abdique por nada del mundo!
Sólo caben dos interpretaciones a la presunta rectificación de Federico, el pocerito: está ganando tiempo a ver si los obispos, confesado su pecado, le perdonan y renuevan el contrato en junio; o está haciendo cabriolas como el nuevo bufón del Rey, agitando al unísono sus cascabeles y el gato de las siete colas, para que el monarca no se escandalice ante el “Plan B” que Esperanza Aguirre ya le tenía preparado a Federico, su amante ideológico —no como lo de Agag, que para ella es más íntimo y familiar— y que no era otro plan que el de colocarlo ¡al frente del telediario estrella de Telemadrid! Por eso decía la condesa de Murillo en palacio, irritando al Rey, “lo peor es quitarle a un periodista el micrófono”. Porque ella le tenía otro preparado en Telemadrid.
Federico, el pocerito, nos ha defraudado con tanto golpe de látigo, llanto de cocodrilo y piadosa simulación. Esperábamos más de él. Lo de “mantenella y no enmendalla”, con todas sus consecuencias para morir con las botas puestas a mano de la Inquisición de los tiempos modernos; o simplemente y, con cierta elegancia y hombría, coger el bastón y el sombrero, despedirse de la fanática audiencia y decir adiós, y ahí queda eso.
Pero no, la elegancia no es precisamente una de las cualidades del pocerito Federico, quien, como Golum en El Señor de los Anillos, se humilla todo lo que haga falta, se arrastra por la ciénaga mientras repite para su adentro eso de “mi tesoro, mi tesoro”. Porque esta vez el pocerito se ha metido en negocios de alto riesgo, montados a la sombra de Aguirre, y no puede dejar tan fácilmente el púlpito de la COPE desde donde pasa el cazo y aterroriza a su clientela particular, con el lema de: o le das al liberal, o te atiza hasta el final.
Y ya que estamos al final de esta crónica de candente actualidad, vamos a terminar con un estrambote sacado del editorial del diario El Mundo en el que se podía leer a propósito del incidente de Aguirre en el Palacio Real: “La reacción de Esperanza Aguirre le honra, pues estamos seguros que habría actuado igual si la sombra de la censura se cerniera sobre las voces que todos los días la critican en lo personal y en lo político”. ¡Fantástico! No hay nada más que mirar lo que ha ocurrido en Telemadrid, o lo que hace la liberticida en otros medios privados que no bailan al son de su desmedida ambición política y personal.
Adivinanza final: ¿era la montaña, a la que hizo alusión el Rey, una de las siete colinas de Roma? Continuará.

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