jueves, octubre 18, 2007

Luis Pousa, Ganarle la batalla al fuego

jueves 18 de octubre de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
Ganarle la batalla al fuego

Comparado con otros años, no sólo con 2006, el número de hectáreas quemadas por los incendios forestales el recién pasado verano es poca cosa: no llega a 3.000. Debemos alegrarnos de que haya sido así, aunque algunas actitudes, supuestamente críticas, pongan de manifiesto su interés en conseguir todo lo contrario: cuando ellos no gobiernan, sufren si las cosas van bien, y gozan si las cosas van mal. Y se les nota mucho, vaya si se les nota. Muy extraña dialéctica política es la que hace imposible que se cumplan las leyes de la dialéctica.
Que la lluvia caída en junio y julio ha tenido mucho que ver en este buen resultado es un obviedad, pero tal obviedad no lo explica todo; al contrario, pretenderlo es en sí mismo un simplismo, políticamente propio de un argumentario partidista que juega con conceptos muy primarios a la hora de emitir sus mensajes. Juega con los dados tan cargados de medias verdades como de rotundas sentenciosidades falsas su palabrería.
Si falta rigor al constatar los hechos, poco sentido tiene el análisis subsiguiente, salvo el intento premeditado de convertir el debate político en un absurdo ejercicio de lanzar disparates. Porque la verdad es que siendo la mayoría de los incendios intencionados, en torno al 80 por ciento, uno de los factores decisivos en el desenlace es la actuación de los delincuentes. Por tanto, uno de los frentes de trabajo de la prevención contra los incendios forestales es el de la disuasión.
En efecto, el factor disuasorio guarda una relación estrecha con la vigilancia, con la investigación policial, con la actuación judicial a la hora de aplicar las leyes, con la calidad de las normas vigentes y con el clima de sanción social, luego también de sanción política si fuese al caso, que exista contra quienes pretenden quemar el monte.
Por lo que hasta ahora se sabe, la casuística de la intencionalidad es numerosa, variopinta, y es preciso continuar avanzado en la línea investigadora de concretarla más. Lo que, a su vez, permitirá introducir factores de mayor eficiencia en las estrategias preventivas. Ello quiere decir que las labores de vigilancia no deben perder intensidad, y, al mismo tiempo, han de intensificarse las líneas de investigación policial y judicial.
Estrechar el cerco sobre los autores del fuego es también un factor de carácter estratégico para una política forestal en el monte que transcienda el corto plazo. Porque, sin necesidad de entrar en mayores consideraciones, sí cabe al menos apuntar que los incendios forestales, además de las cuantiosas pérdidas que ocasionan al margen de la madera quemada, constituyen una coacción muy importante, en determinados períodos casi imperativa, a los gobiernos, para que éstos no acometan medidas estructurales de largo alcance en el uso racional de un territorio en el que la variable económica ha de conjugarse obligadamente con otras variables como la ecológica, la medioambiental, la paisajística o la del asentamiento humano.
Ganarle la batalla al fuego es, en gran medida, ganarle la batalla a una serie de intereses de distinto orden contrarios a que el monte sea, como producto social, mucho más de lo que ha sido hasta ahora. El monte es el territorio en el que se libra una vieja e inacabada disputa por los usos de ese territorio. Por eso el fuego no es un problema exclusivo de los montes gallegos.

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