domingo, octubre 07, 2007

Luis de Velasco, Ya falta menos para la salida de Bush

lunes 8 de octubre de 2007
Ya falta menos para la salida de Bush Luis de Velasco

Dentro de unas semanas, Bush inicia el cuarto y último año de su segunda presidencia. Si la primera fue fruto de un fraude electoral en el estado de Florida, legalizado por el Tribunal Supremo, la segunda fue resultado de la decisión de los votantes norteamericanos, un escaso cincuenta por ciento del censo. Encara estos últimos meses con el porcentaje de respaldo, un escaso tercio de los encuestados, más bajo de la historia del país.
“¿Ley internacional? Prefiero llamar a mi abogado… No sé a que se refiere al hablar de ley internacional”. Respuesta de Bush el 11 de diciembre del 2003, frase citada por el prestigioso abogado inglés Philippe Sands en su libro Lawless world. Nada mejor que esa frase para resumir una acción presidencial guiada, bajo el pretexto de la guerra contra el terror, por el desprecio absoluto tanto a la legalidad internacional como a la interna con el resultado de un claro recorte a las libertades buscando una pretendida mayor seguridad.
Desde las detenciones arbitrarias y las escuchas sin mandato judicial en territorio nacional hasta el horror de las prisiones de Guantánamo, Abu Ghraib y Wagram, pasando por los secuestros con entregas a países que torturan, sin olvidar la propia invasión de Iraq con su secuela de cientos de miles de muertos y enormes sufrimientos para el pueblo iraquí, la serie de violaciones de los derechos humanos más elementales es impresionante. Algunas ya bien conocidas, otras se irán conociendo.
La última historia, que acaba de salir a la luz confirmando sospechas y documentos anteriores, se refiere a la práctica de la tortura en los interrogatorios de la CIA. La documentación indica que, en efecto, Bush llamó a su abogado para buscar amparo “legal” a esas prácticas. Primero, a letrados como John Yoo, en el Departamento de Justicia encabezado entonces por el ultraderechista John Ashcroft, después y con mayor facilidad por su siempre fiel Alberto Gonzales, hoy afortunadamente ya destituido por otro asunto. En un documento de febrero del 2005, el Departamento de Justicia autorizaba explícitamente interrogar a sospechosos “con una combinación de dolorosos sistemas psicológicos y físicos, incluyendo golpes en la cabeza, simulación de asfixiarlos y temperaturas heladas”. Frente la publicación de estos documentos, Bush ha enfatizado que en Estados Unidos nunca se ha torturado ni se tortura. Naturalmente, su concepto de tortura resulta ser muy elástico y sus palabras recuerdan a aquello de Alicia que las mismas tienen el significado que quiere el que manda.
Pero conviene no engañarse. El escaso respaldo de los norteamericanos a Bush no se da por estos temas que preocupan, en ese país y en el mundo, sólo a una minoría. Obedece, sobre todo, al desastre de Iraq y a la certeza de estar en un pantano, por los errores de Bush y los suyos, del que nadie sabe cómo salir (tampoco los demócratas) y que supone cientos de miles de millones de dólares y miles de muertos y heridos propios (los otros, preocupan menos). Está claro que este tema queda para la próxima presidencia como herencia imborrable del que muchos han calificado como el peor presidente de la historia del país. Falta saber si, como dice el refrán, el (o, más probable, la) que venga detrás, bueno lo hará. Algo no descartable.

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