martes, octubre 23, 2007

Lorenzo Contreras, Al filo de lo iomposible

miercoles 24 de octubre de 2007
Al filo de lo imposible Lorenzo Contreras

Cuenta Mommsen en su Historia de Roma que Julio César vio siempre dónde comenzaba lo imposible. Esta perspicacia le permitió no equivocarse más de lo indispensable y frenar la audacia cuando de ella se podía derivar un fracaso seguro. Seguridad que él sabía percibir a la luz de los hechos y de las perspectivas que éstos alumbraban.
Hoy tenemos en España (un país, nuestro, al que todavía podemos llamar así) a un presidente o rector de la política supuestamente nacional que no respondería ni un adarme al modelo de Julio César. Hasta ahora, pocos gobernantes españoles han sido capaces de demostrar como Zapatero tanta “aptitud” para equivocarse. Sus dos colosales errores, los mayores, han sido o se llaman País Vasco y Cataluña. En torno a estos dos ejes han girado multitud de decisiones más o menos coadyuvantes que han aumentado el tamaño del conjunto.
Refiriéndose al materialismo histórico marxista, el obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, ha declarado a un periódico de ámbito nacional que lo fundamental, para aquél, es “avanzar educando a la sociedad en el conflicto”. El eclesiástico vasco podría aplicar esta misma sentencia a la situación española en general y no sólo a las consecuencias del ya extinto materialismo histórico dialéctico. La educación en el conflicto se ha convertido en una especialidad del zapaterismo. Pocas veces ha sido dado asistir, como en la España actual, a una perversión gradual y acelerada de una sociedad abonada por el avance hacia el conflicto. En nuestro país los conflictos, cuando por casualidad o por puro milagro no avanzan, hacen otra cosa: se enquistan. Es otra manera de progresar mediante un alto “reparador” en el camino.
En el campo minado que es actualmente España, Zapatero, el zapaterismo, se caracterizan por buscar la pisada catastrófica. Los días, o las semanas, se han ido perfilando como cajas de sorpresas inquietantes. Inmersos como estamos en la llamada Ley de la Memoria Histórica, surge de pronto la ocurrencia del ministro de Justicia cuando propone un nuevo método para “fabricar”, por ejemplo, jueces. Ya se sabe: cabe convertir en magistrados directos a juristas a “medio cocinar” en las facultades universitarias. A medio cocinar porque se piensa suprimir las oposiciones tradicionales que otorgan la toga y la posibilidad de juzgar con solvencia. Estos futuros métodos —si el propósito se consolida— liquidarían la garantía de fallos y sentencias equilibrados en beneficio del justiciable. Pero siempre a beneficio del Gobierno.
Que el Poder Ejecutivo será capaz de abordar la aventura mencionada es algo que no merece demasiada incredulidad. Capaz, desde luego, es de sobra. Y si quien lo anuncia es nada menos que el ministro de Justicia, peor que peor.
Zapatero, en cuanto representante del Ejecutivo en su grado mayor, puede poner en almoneda nada menos que la Justicia. Desde luego, aparte de ello, ha dejado sueltos de manos, y de lengua, a sus colaboradores inmediatos. Lo alarmante es que no desautoriza personalmente los errores —caso de que no sean directamente suyos— y deja flotar en el ambiente político una grave sensación de incertidumbre.
Julio César vio siempre dónde comenzaba lo imposible. Zapatero no lo ve nunca. Como los escaladores, o los espeleólogos, se mueve siempre al filo de lo imposible. Y nos lleva con él en equipo. No hay espacio para comentar todos los pasos que va emprendiendo. El ciudadano curioso está en condiciones de usar de la memoria y hacer algún inventario de las “cordadas” a que nos somete un gobernante que desconoce la prudencia en términos generales.


http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=24/10/2007&name=contreras

No hay comentarios: