miércoles, octubre 17, 2007

Juan Orellana, La joven Jane Austen

jueves 18 de octubre de 0207
CINE
La joven Jane Austen
Por Juan Orellana
La escritora británica Jane Austen se ha convertido en una fuente referencial del cine de indudable valor. Sus obras se han llevado al cine o a la televisión en cuarenta ocasiones, muchas de ellas en varias versiones como es el caso de Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad o Emma.
Nacida en 1775 en la rectoría de Steventon, en Hampshire, ha sido juzgada a menudo como una novelista conservadora, aunque también hay quien ve en ella una pionera del feminismo moderno. Lo cierto es que en ella se compagina la quintaesencia del formalismo flemático británico con una ironía crítica que trata de sacar a la luz lo mejor del ser humano. Una mujer que expresa en su literatura el deseo del corazón humano, que se resiste a encorsetarse en itinerarios prefijados y asfixiantes.
Ahora se estrena una película (La joven Jane Austen) que, aunque su argumento parece basado en una novela suya, es la aproximación a un episodio de su vida cuando contaba veinte años. Austen, que murió soltera, tuvo una poco conocida historia amorosa que trata de recrear este film. En ese sentido, la película de Julian Jarrold recuerda demasiado a Orgullo y prejuicio: expectativas matrimoniales de la madre inspiradas por criterios económicos, mayor flexibilidad del padre, hermanas que recorren terribles periplos sentimentales, el amado frívolo y de mala reputación, la boda concertada, la fuga... O bien la famosa obra de Austen era casi autobiográfica o los guionistas Kevin Hood y Sarah Williams han forzado la semejanza.
Lo más interesante del personaje de Austen –y común a los personajes de Elizabeth Bennet (Orgullo y prejuicio, 2005) y Lalita Bakshi (Bodas y prejuicios, 2004)– es cómo la rebelión de sus sentimientos nunca llega a romper con los vínculos de su tradición y familia, sino que hace progresar a las costumbres "desde dentro". Esta paradoja es lo que atrae las críticas de los que la consideran conservadora (por ejemplo, la gran novelista Charlotte Brönte) y las alabanzas de quien reconoce un cierto feminismo. También el film nos ofrece un retrato amable de la institución religiosa, representada por el padre de Jane, un pastor rural que ejerce su ministerio con sencillez y sentido del humor, sin dogmatismos moralistas. Por el contrario, la imagen que se dibuja de la aristocracia –Lady Gresham, interpretada genialmente por Maggie Smith– y de la judicatura –Juez Langlois– es caricaturesca y despiadada.
La hermosa actriz neoyorquina Anna Hathaway, que saltó a la fama a los diecinueve años con Princesa por sorpresa, y que se consagró definitivamente con El diablo viste de Prada, encarna perfectamente la dualidad de su personaje Jean Austen, con tanta delicadeza como coraje. Aunque su origen británico despertó recelos en Hollywood por su elección para este papel, hay que reconocerle un trabajo impecable, como al resto de los secundarios. La fotografía de Eigil Bryld es fiel a las adaptaciones cinematográficas recientes de autores de la época (Orgullo y Prejuicio, Sentido y sensibilidad, Jane Eyre e incluso Miss Potter) dando un protagonismo al paisaje rural inglés en contraste con la "moderna" Londres.
Se puede decir, por tanto, que estamos ante una película muy académica, precisa y correcta, con una puesta en escena casi preciosista, que alberga una historia algo convencional, pero no carente de interés, y entretenida y eficaz para un público de amplio espectro.

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