miércoles, octubre 10, 2007

Juan Orellana, Dos peliculas del lado oscuro

jueves 11 de octubre de 2007
PROMESAS DEL ESTE Y EL ORFANATO
Dos películas del lado oscuro
Por Juan Orellana
Partimos de la base de que a David Cronenberg le falta un tornillo. Este director y actor canadiense de más de sesenta años comparte con Mel Gibson, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino el feo vicio de gozar con la sangre. En internet le definen como un autor "del horror corporal". En fin, ignoro si se trata de un diagnóstico académico, pero conociendo sus películas me imagino lo que significa. Una tara cualquiera.
Además, él se considera heredero de Nabokov, el de Lolita, lo que explica también su violenta aproximación al sexo en sus filmes. Cronenberg ha declarado que sus películas deben ser vistas "desde el punto de vista de la enfermedad". Cómo si no. Pero no crean que quiero hablar mal de él. En absoluto. Sólo trato de explicar por qué excelentes películas como Promesas del Este contienen momentos de tanta brutalidad que gratuitamente vedan la película a más de la mitad de los espectadores.
El argumento gira en torno al romance imposible entre una bella comadrona londinense y el silencioso chófer de un mafioso ruso, encarnados por Naomi Watts y Viggo Mortensen al estilo del cine negro clásico. Esta película continua la temática de la anterior, Una historia de violencia. En aquella Mortensen aparentaba ser un hombre pacífico, pero la realidad era bien distinta. Aquí ocurre a la inversa. Un duro mafioso curtido en las cárceles rusas esconde bondades ocultas. Cronenberg se pregunta en este film si la violencia es en sí corruptora, aun en el caso de ejercerse como medio para un fin noble. Se lo pregunta pero no da respuesta, que queda al arbitrio del espectador.
Aparte de estar rodada y montada impecablemente, y de exhibir una prodigiosa dirección de actores, la película recuerda a Kubrick por la forma de observar el mal en la condición humana. La violencia reinante no es más que la expresión límite de una voluntad decidida a controlar todo, a dominar: la voluntad de poder. Quienes no se mueven con criterios de poder, como el personaje de Naomi Watts, son incapaces de ejercer la violencia. Al final la maternidad, la ternura de un bebé y la nostalgia de la inocencia son las únicas experiencias que parecen ablandar a unos personajes casi diabólicos.
Muy distinta es El orfanato, película española de terror de formato muy clásico. El film es un cóctel de cosas ya vistas. Hay en esta cinta producida por el oscarizado Guillermo del Toro innumerables ecos de Los otros, Psicosis, Darkness u Otra vuelta de tuerca. Es interesante compararla con Los Otros, de Amenábar, muy cercana en cuanto a temática (casa embrujada en el norte de España, madre atormentada, niños fantasmagóricos, fenómenos paranormales,...), pero muy lejana en el tratamiento de fondo. Si Amenábar nos muestra un más allá sin salida, una versión paranoica de la religión y una lectura positivista de la vida, J. A. Bayona presenta un más allá redimible, una visión no hostil de la religión y un ataque al cientifismo materialista. Todo ello sin estridencias ni aspavientos.
El guionista recurre a referencias del cuento de Peter Pan para redondear de forma amable un argumento que entrelaza un thriller trágico –la desaparición de un niño– con una trama clásica de espectros atormentados por un crimen pretérito. El film está muy bien hecho, con una excelente interpretación de Belén Rueda y una impecable puesta en escena. La tesis es doble: no echemos la culpa a los muertos de lo que es responsabilidad de los vivos, por un lado; pero el más allá existe, por otro. Y ya está. Adiós a las catequesis de Amenábar.

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