domingo, octubre 07, 2007

Jose Vilas Nogueira, ¡No nos quieran tanto!

lunes 8 de octubre de 0207
JOSÉ VILAS NOGUEIRA CATEDRÁTICO DE CIENCIAS POLÍTICAS
memoria de los días
¡No nos quieran tanto!
"Se escribe mejor cuando se está contento", declaró a este periódico Marta Rivera de la Cruz. Probablemente tiene razón la escritora lucense, y aun quizá podría extenderse su opinión a algunas otras de nuestras actividades. ¿Y a la política? A juzgar por la cara de felicidad del presidente, ministros y ministras, de los otros presidentes, consejeros y consejeras, y la legión de gobernantes subalternos social-nacionalistas (¡es que no se lo pueden creer!) deberían estar haciéndolo estupendamente. De tal parecer es la cofradía de escribidores turiferarios; hoy multitud gracias a más y más incorporaciones. Maravilla comparar lo que dicen hoy algunos periódicos y periodistas con lo que decían hace cuatro años. Saulo cayó del caballo camino de Damasco; éstos se han subido a la burra, de regreso del colegio electoral.
Lo malo del contentamiento como musa, o en términos más generales como catalizador de la actividad humana, es que hay sujetos sádicos que sólo lo hallan en el dolor o en la humillación ajena; en síntesis, en la destrucción del otro. Por ejemplo, Carod-Rovira ha dicho que los escritores catalanes que escriben en castellano son equivalentes a los autores alemanes que escriben en turco. Aunque de filiación incierta, parece que este bienaventurado es filólogo. Pero, como buen nacionalista vernáculo, se licenció en filología catalana, de suerte que no creo que sepa mucho de escritores alemanes, ni de literatura turca. Tampoco yo sé de eso. Mas si tuviere razón, habría qué preguntarse qué encuentran los escritores alemanes en la lengua otomana cuando con tanta asiduidad la frecuentan, en contraste con su extraordinaria avaricia en el cultivo, por ejemplo, de la literatura española.
Pero, aunque carente de título universitario en estas materias, sé desde el Bachillerato (que era franquista, pero serio: el plan de Don Pedro Sáinz Rodríguez) -y después algo más he aprendido- que sin los escritores catalanes la literatura española (o castellana, si se prefiere) habría visto mutilada una parte muy importante de su riqueza. Un catálogo que abarca desde, al menos, don Juan Boscán (primera mitad del siglo XVI) a los numerosos escritores de hoy mismo. Y no sólo en la literatura de creación. También en el estudio del castellano las aportaciones de catalanes han sido muy importantes: baste citar el monumental D­iccionario crítico etimológico de Corominas. Holgarían estas precisiones si no viviésemos en un mundo en que los políticos y los intelectuales social-nacionalistas están entregados al lavado del cerebro de la población. Unos lavanderos, que como la Castilla de Don Antonio Machado, desprecian cuanto ignoran, y una población previamente entontecida por un desastroso sistema escolar (del que los más jóvenes de los manipuladores son ya producto). Porque, si discutible es la decisión de la Generalidad de excluir de su stand institucional en la Feria del Libro de Frankfurt a los escritores catalanes en castellano, la justificación es peor.
Es inadmisible. Compararlos a alemanes que escriben en turco es un dislate, revelador de la lógica sectaria y excluyente del nacionalismo (o al menos de casi todos los nacionalismos). A los nacionalistas se les llena la boca hablando en nombre de la nación, pero sólo ellos definen su esencia, mutilando a su gusto su historia. Sólo ellos pueden decidir las políticas correctas, excluyendo sin piedad a los ajenos a su bandería. No hay nada menos nacional que un nacionalista, ni patología política más próxima al sadismo. Por favor, ¡no nos quieran tanto!

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