domingo, octubre 21, 2007

Jose Vilas Nogueira, La sumision al poder daña a la ciencia

lunes 22 de octubre de 2007
James D. Watson
La sumisión al poder daña a la ciencia
La mayor parte de las reacciones a las opiniones del Dr. J. D. Watson evidencian, en un caso límite, lo que puede constatarse en el día a día: la creciente sumisión de la filosofía y la ciencia occidentales a lo políticamente correcto.

José Vilas Nogueira

Es un recurso frecuente. Algunos de los caracteres literarios más famosos han sido diseñados sobre una matriz "héroe-antihéroe". Por medio del contraste entre uno y otro, el segundo personaje exalta y define mejor al primero. Entre nosotros el ejemplo más ilustre y conocido de esta estrategia es el de la pareja Don Quijote-Sancho Panza. Aunque en un registro literario menor, también es muy conocida la creada por Conan Doyle: Skerlock Holmes-Doctor Watson.
Estos días el doctor Watson está en el candelero, y suerte tendrá de no acabar en la hoguera. Pero no es el doctor John Hamish, inventado por sir Arthur, sino el doctor James Dewey, personaje de carne y hueso, biólogo y genetista galardonado con el Premio Nobel en 1962 por su aportación al descubrimiento de la estructura de la molécula del ADN. Pues resulta que a este sabio se le ocurrió declarar, más o menos, que las pruebas indican que los negros son menos inteligentes que los blancos. Estas declaraciones le acarrearon furiosas críticas de la mayor parte de sus colegas, la anulación de conferencias comprometidas en instituciones científicas, la suspensión de sus responsabilidades administrativas en el laboratorio en que actualmente trabaja, etc. Felizmente, también, nos ha permitido constatar hasta qué punto tan graves cuestiones están al alcance de cualquier opinador políticamente correcto. Finalmente el doctor James D. Watson ha pedido perdón, admitiendo el carácter racista de sus manifestaciones. ¿Habrá pensado, al hacerlo, como Galileo, eppur si muove? ¿Se habrá convencido sinceramente de que sus opiniones eran una parida?
Tanto por oficio como por convicción, me interesa poco la cuestión del fundamento de eventuales diferencias de inteligencia entre las razas. En cambio, me interesa mucho la de la independencia del pensamiento filosófico y de la práctica científica ante los poderes ideológicos, religiosos y políticos. La superioridad de la civilización occidental ha ido asociada a un menor grado de dependencia de aquellos respecto de éstos. En última instancia lo que está en juego en esta cuestión es la libertad y la independencia del sabio frente al gobernante que, en defecto de saber, esconde su intención censora en la legitimación colectiva, cuya decisión él mismo manipula. Por eso, incluso en nuestra civilización, la conquista de la libertad del pensamiento filosófico y científico nunca es total, ni nunca está plenamente asegurada.
Los poderes religiosos no son el mayor enemigo. En rigor, nunca lo fueron inmediatamente, aunque sí mediatamente al dominar con sus dogmas la concepción del mundo prevalente en la sociedad y al infeudarse el poder político. Sus intervenciones naturalmente apelan a un orden de argumentos ajenos a la lógica filosófica y científica, por lo que son fácilmente detectables. Se puede armar mucho ruido con el caso del ya citado Galileo pero, sobre todo hoy, es mucho más alarmante la condena y ejecución de Sócrates por la democracia ateniense.
Al fin y al cabo, los dioses y nosotros vivimos en mundos distintos. Los gobernantes, en cambio, viven en nuestro mismo mundo, pero suelen ser tan osados que se atribuyen la administración de los negocios de los dioses. La mayor parte de las reacciones a las opiniones del Dr. J. D. Watson evidencian, en un caso límite, lo que puede constatarse en el día a día: la creciente sumisión de la filosofía y la ciencia occidentales a lo políticamente correcto. Si el dios de nuestra polis es el engendro ideológico progresista; si las democracias que nos rigen son, en realidad, demagogias plebeístas; si seguimos democratizando la filosofía y la ciencia, algo marcha mal, ¿no le parece Holmes? Sí, claro, elemental, querido (J. H.) Watson.
José Vilas Nogueira es profesor emérito de la Universidad de Santiago de Compostela

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