martes, octubre 09, 2007

Jose Maria Calleja, El Rey, los republicanos y los ultras

El Rey, los republicanos y los ultras
09.10.2007 -
JOSÉ MARÍA CALLEJA

Quemar fotos de los Reyes de España, pedir a gritos que los terroristas asesinen a los considerados enemigos es algo que excede al derecho constitucional de la libertad de expresión y entra en el terreno del ultraje, la difusión del miedo y la agresión a las normas que garantizan la convivencia. Que los medios de comunicación repitamos hasta la saciedad, una, otra, otra y otra vez, las imágenes -en las que no hay 300 ni de coña- entra dentro de la inmensa capacidad que tienen algunos de servir como propaganda amplificadora de aquellos males que pretenden combatir.Si son 300, no podemos dar la sensación de que son 300.000 a base de repetir machaconamente las mismas imágenes. Si la violencia es, ante todo, propaganda, no pueden tener los que la promueven ese altavoz reiteradamente amplificador en algunos medios. Si los violentos son narcisistas, no se les puede regalar el ego mañana, tarde y noche con la difusión de las imágenes en las que ellos salen como protagonistas, y luego acompañarlas de gestos contritos y palabras vacuas de algunos de los que dicen sentir en el alma esta agresión.Este tipo de delitos se deben combatir con la policía, con los jueces y, sobre todo, con una didáctica política de aquellos líderes que consideren que la Constitución, que los estatutos, que los símbolos recogidos en ellos son la mejor manera de convivir entre distintos y expresan el sentir mayoritario. Que los violentos sean una abrumadora minoría, que ganemos en el recuento claramente los demócratas no puede significar que no se salga a defender las libertades, a criticar lo que son usos perversos de los derechos establecidos, a denunciar y atajar los ataques a unas normas que son de convivencia y no pueden ser desvirtuadas para ofender o para sembrar miedo.Nuestra Constitución permite que sean legales incluso los partidos que pretenden destrozarla y autoriza la existencia legal de partidos que defienden la independencia o van contra la Monarquía. Todo eso puede entrar en un debate de ideas, más o menos acertadas. Lo que excede largamente ese debate es quemar símbolos, quemar fotos de personas y desear que los terroristas asesinen.La derecha mediática y política soba y magnifica estos actos, completamente deleznables, para presentarlos como símbolo de una nueva catástrofe, fracasado el intento de vender otros supuestos apocalipsis anteriores. Ahora les ha dado a algunos por descubrir que en muchos mástiles de instituciones españolas -ayuntamientos, sobre todo- no ondea la bandera española, como si eso fuera culpa del actual Gobierno. Bien, para los ultras que quieren vendernos su impostada indignación, habría que decirles que no hay en estos momentos en España ni una bandera menos que las que había cuando gobernaba Aznar. Esto por no entrar en el recuento de toda la generosidad desplegada por el PP en su primera legislatura con el PNV del radical Arzalluz -«en catorce meses con Aznar, hemos logrado más que en catorce años con Felipe González», dijo el líder del PNV cuando consideraba a Aznar un castellano viejo y de palabra-. Esto por no recordar la confesada querencia de Aznar por hablar catalán en la intimidad. Esto por recordar los reiterados pactos de Aznar con esos nacionalistas vascos y catalanes a los que ahora el PP ha puesto la proa.Pero por mucho que puedan llamar la atención los incidentes ocurridos en Cataluña, lo cierto es que los peores enemigos de la Monarquía están en la extrema derecha política y mediática que acampa en Madrid. Es en la emisora de los obispos donde se pide sin piedad, día si, día no, que el Rey se vaya, y son los periodistas ultras los que ya durante el Gobierno de Aznar consideraban que Don Juan Carlos era un estorbo y ahora piensan que es un socialista infiltrado. No creo exagerar si digo que Aznar ha sido el presidente de España que peores relaciones ha tenido con el Rey desde la recuperación de la democracia en nuestro país.De manera que los que utilizan los incidentes de Cataluña para meterlos en la caldera electoral, para decir que España se vuelve a romper -no sé cuántas veces se ha roto ya, no deberían de quedar ni los añicos- y concluir que esto está peor que nunca y que estas cosas antes no pasaban, deberían, en algunos casos, mirarse a sí mismos y comprobar que los ataques más feroces, los deseos de que el Rey se vaya e, incluso, el proyecto de algunos derechistas por crear una república que meta en cintura a las autonomías vienen de ellos.

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