miércoles, octubre 17, 2007

Jose Luis Restan, Dialogo en los parametros de Ratisbona

jueves 18 de julio de 2007
CARTA DE 138 LÍDERES MUSULMANES AL PAPA
Diálogo en los parámetros de Ratisbona
Por José Luis Restán
Proceden de 43 naciones y pertenecen a las diferentes escuelas vigentes hoy en el mundo musulmán. Son 138 los sabios islámicos que han firmado una carta dirigida al Papa y a los jefes de las principales iglesias y comunidades cristianas de todo el mundo, bajo este sugestivo encabezamiento: Una palabra común entre nosotros y vosotros. Esa palabra común estaría constituida por el doble mandamiento del amor, a Dios y al prójimo.
Algunos analistas sostienen que es la primera vez en la historia que desde el Islam se lanza una propuesta de consenso tan fuerte hacia la cristiandad.
En realidad esta carta es continuación y profundización de otra que firmaron 38 intelectuales musulmanes apenas un mes después de la histórica lección de Benedicto XVI en Ratisbona. En aquella carta se cogía el guante lanzado por el Papa sobre cuestiones tales como la racionalidad de la fe, la incompatibilidad entre religión y violencia y la exigencia de una libertad religiosa plena y efectiva. Fue una primera aceptación del cambio de rumbo que el Papa Ratzinger pretendía imprimir al diálogo islamo-cristiano, cambio que algunos consideraron entonces como una catástrofe, a la vista de las virulentas reacciones que se prodigaron en tierras musulmanas.
La carta que ahora empieza a conocerse, tiene el valor añadido de la variedad y amplitud de los firmantes, además de confirmar que la valiente y lúcida intervención del Papa no iba a dar al traste con años de esfuerzos, sino que abría un nuevo camino, mucho más seguro y realista. Los parámetros del diálogo que Benedicto XVI ha señalado en Ratisbona, son los que estructuran esta carta y su precedente. En la primera, los firmantes reivindicaban la racionalidad del Islam: es un asunto que desborda los modestos límites de este artículo, pero el hecho objetivo es que supone responder positivamente al desafío cordial que lanzó el Papa. Por otra parte, sostenían la libertad de "profesar la fe sin constricciones", siguiendo aquí también la estela de la intervención de Benedicto XVI, desarrollada posteriormente durante su visita a Turquía.
El paso de la nueva misiva consiste en que no trata de buscar un punto intermedio entre las posturas de cristianos y musulmanes, sino de profundizar cada uno en su propia fuente para descubrir un terreno que es común. Los 138 maestros islámicos concluyen que los dos mandamientos del amor a Dios y al prójimo establecen la base teológica más sólida posible para que musulmanes y cristianos se puedan encontrar, reconocer y vivir en paz. Es interesante anotar que, hace apenas doce días, el Papa propuso el Decálogo como la base más sólida para recuperar una conciencia ética universal, aceptable para todos los hombres de buena voluntad. Evidentemente, el resumen del Decálogo es el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo que ahora viene invocado.
Todo esto desmiente la ilusa pretensión del relativismo multiculturalista, así como la estúpida agresión de quienes consideran a las religiones portadoras intrínsecas de violencia. La paz y el diálogo no serán fruto de gestos formales, ni de meras alianzas políticas, ni de camuflar la propia identidad, sino de una mayor fidelidad al corazón de la propia experiencia religiosa, que siempre necesita ser purificada. La primera reacción pública de Roma ha llegado a través del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso. Tauran ha apreciado la novedad del documento, tanto por su procedencia como por su estilo, que evita la polémica y busca la convergencia entre el Corán y el Antiguo y Nuevo Testamento. A falta de mayor profundización, nadie duda de que se trate de un verdadero paso adelante, aunque eso no significa en modo alguno que los problemas ya han sido superados.
En realidad, la propuesta dirigida al Papa y a los demás líderes cristianos significa también un juicio y una orientación para el modo de comprender y de vivir de los creyentes musulmanes en todo el mundo, y especialmente de quienes les guían a través de la tupida red de las más variadas escuelas coránicas. ¿Hasta qué punto refleja esta carta el pensamiento y la práctica dominante en el ancho mundo del Islam? Es una pregunta legítima que no podemos dejar de hacernos, mientras saludamos la nueva estación del diálogo un año después de Ratisbona.

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