lunes, octubre 22, 2007

Jose Javaloyes, Prueba redundante sobre la Venezuela del chavismo

Martes 23 de octubre de 2007
Prueba redundante sobre la Venezuela del chavismo José Javaloyes

Abría ayer El País su primera plana con la noticia de que el presidente del Gobierno español sufrió un intento de espionaje durante la visita que hizo a Venezuela en marzo del 2005. El suceso, de un punto, merecía el relieve que se le dio; pero de otro, debe reconocerse, como la propia oposición venezolana testifica en el mismo medio, que no es para extrañarse. Se trata de una práctica generalizada, a través de los distintos servicios de espionaje que funcionan en la sede nacional de la “revolución bolivariana”.
En el plazo de dos años que ha transcurrido desde entonces, la succión ilegal de informaciones a las fuerzas de oposición, a través de escuchas del más variado tipo que no han sido autorizadas por los jueces, deben haberse extendido de manera muy significativa.
Durante este tiempo, la evolución progresiva de la colaboración establecida —no de país a país, sino de régimen a régimen— entre el Gobierno venezolano y la dictadura comunista cubana ha debido de traducirse en algo más que un desarrollo paralelo de esta sintonía totalitaria. No hay dictadura sin policía política.
Son los corolarios y las conclusiones propias de la comunión en un mismo propósito, digamos sólo que antiliberal. Las diversas policías del castrismo ya estaban en Venezuela cuando sucedió ese intento de espionaje al presidente del Gobierno español. El compartido propósito castrochavista es el establecimiento de la condiciones suficientes para que no sean reversibles las situaciones políticas respectivas: la venezolana, formalmente democrática y prácticamente no democrática; en dirección inequívoca hacia la culminación de un proyecto totalitario. El chavista es un populismo de transición hacia fórmulas funcionalmente totalitarias.
Desde esas premisas, tan coherente es la actual relación de Caracas con La Habana de Castro como con el Teherán de Ahmadineyad, e incluso con el autoritarismo de un Vladimir Putin al que pronto podríamos ver de visita en Caracas con la carpeta de pedidos de armamento debajo del brazo. Visita que podría ser extensible a La Habana, si la evolución del actual Kremlin sigue sus actuales derroteros para el distanciamiento del mundo occidental.
Pero a lo que íbamos. El suceso del micrófono oculto no es sólo prueba que corrobora una evidencia, sino que lo es también de la condición de interlocutores preferentes en la diplomacia del casi espiado presidente Rodríguez. Con mimbres así no cabe hacer otras cestas que las sabidas y comentadas.
La deriva del chavismo hacia el castrismo es tanto ideológica como concretamente instrumental, como se constata con la presencia en expansión de agentes y métodos castristas en la vida cotidiana de los venezolanos. Cabe un paralelismo casi plutarquiano entre el proceso venezolano hacia la dictadura plena y el progreso iraní hacia la posesión de la bomba atómica. En cada caso, cada cual hace lo que corresponde. Chávez, aventajado discípulo del Comandante, viola los derechos individuales. Y Mahmud Ahmadineyad se quita de encima a los tibios como Ali Larijani. Se trata de pautas de conducta previsibles y sabidas hasta el aburrimiento. A nadie mínimamente informado le habrá sorprendido el episodio caraqueño de Rodríguez con el micrófono.
jose@javaloyes.net

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