martes, octubre 23, 2007

Jose Javaloyes, Naufragar en el desierto

miercoles 24 de octubre de 2007
Naufragar en el desierto José Javaloyes

Dos noticias que conciernen a España se han cruzado en el Magreb. Por Marruecos, la primera visita del presidente Sarkozy, triunfal como la de todos sus predecesores cuando llegan al Reino Alaui, pese a lo que fue la dura crónica de la independencia en el lado francés, incluida la apuesta de París para que de la emancipación salieran dos Estados. Cosa a la que se opuso España, en un posible y garrafal error de cálculo.
El jefe del Estado francés, acompañado de un batallón de empresarios, cuya totalidad pescará seguramente algún contrato, llevaba debajo del brazo el proyecto de un tren de alta velocidad que uniría Tánger con Marrrakech y que seguramente estaría ya firmado antes de esta visita.
Por Argelia, sin embargo, amenaza con descarrilar otro proyecto ferroviario que habría de construir OHL, siguiendo así la misma negra suerte que semanas atrás seguía el contrato de Repsol YPF y Gas Natural en Gassi Touil, mientras se abre el melón del precio del gas argelino comprado por España.
Ni en la Moncloa de Rodríguez ni en el ministerio de Moratinos, a lo que parece, se hicieron las cuentas sobre lo que vale para el Gobierno de Argel el definitivo cierre de la ventana al Atlántico que hubiera supuesto la independencia de los saharauis. Guardián de esta independencia había sido la diplomacia española hasta la presente legislatura, en tiempos del franquismo, de los gobiernos de la UCD, del dilatado periodo político del felipismo y de los dos gobiernos del Partido Popular.
Rodríguez retiró la guardia y entregó a Mohamed VI las llaves que abrían la puerta a la autodeterminación de los saharauis, conforme correspondía a la legalidad internacional y a la doctrina de las Naciones Unidas para la descolonización. En consecuencia, la misma llave que abría la puerta a la anexión marroquí del Sahara Occidental —cuyo camino a la independencia cortó la Marcha Verde—, cerró la puerta y dinamitó la base de la normal relación hispano-argelina.
Todo lo demás está resultando como era de prever. Allí donde no exista riesgo de cortarse los propios dedos, los de Argel podrían cortar todos y cada uno de los compromisos existentes con empresas españolas. Sin contemplaciones. Hasta el momento la secuencia no ofrece dudas. Ha sido implacable.
Pensaban Rodríguez y su hombre en Exteriores, luminarias del Estado y pasmo de las cancillerías del mundo, que eso de la diplomacia que hacen los países serios eran artificios retóricos y fintas de canapés. Creían que nada había en verdad escrito sobre qué se había de hacer en la interlocución con los demás gobiernos, muy especialmente con los Gobiernos de los países vecinos, al otro lado de los Pirineos y a otro lado del estrecho de Gibraltar. Que precisamente lleva nombre de moro muy principal en el extravío español de ocho siglos que nos partió el alma en dos.
Así las cosas, los quebrantos para los intereses españoles se producen en cascada. En la energía y en lo que sea, metiéndonos todos los goles por la escuadra. Algo que desgraciadamente alcanzará dimensiones espectaculares si es que de verdad llega a cuajar el “cártel” del gas. Aunque el espectáculo ya ha comenzado con nuestro naufragio empresarial en el desierto africano, en el páramo andino y en las selvas ecuatorianas. Peor, imposible.
jose@javaloyes.net


http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=24/10/2007&name=javaloyes

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