miércoles, octubre 17, 2007

Jose Javaloyes, Iran rompe el cerco, Putin puja en el Caspio

jueves 18 de octubre de 2007
Irán rompe el cerco, Putin puja en el Caspio José Javaloyes

Lo único claro de la visita a Irán del presidente Putin ha sido que Irán ha roto el cerco, el aislamiento internacional en que se ha sumergido con su ambiguo e inquietante progreso por el enriquecimiento del uranio. Esa Conferencia regional de los países ribereños del Caspio, celebrada en Teherán, ha oficiado de coartada perfecta para que el presidente ruso cubriera con un tanga la desnuda evidencia de sus pretensiones de aproximar al de Washington el peso diplomático de Moscú. Pero el propósito comporta riesgos de mucho bulto. El presidente de EEUU se ha dirigido a los gobernantes del mundo para insistir en la necesidad de que Irán no consiga armas atómicas, si desean “evitar una tercera guerra mundial”. Pero hay más riesgos que los bélicos.
Del brazo de China, la Rusia putiniana, en el tramo final de su mandato, añade el propio discurso discrepante en torno a la República Islámica al conjunto de sus actitudes internacionales, en diplomacia y en defensa, que componen el final mensaje de que se terminó el postsovietismo.
Concluido el desescombrado de los restos de la URSS, y queriendo sentar la tesis de que la Rusia actual no es heredera de especiales responsabilidades por las tropelías globales del régimen soviético, Vladimir Putin juega con plena y compartida autonomía (con China) su juego particular con el problema de grave tensión internacional creado por los persas y su régimen teocrático. Condición ésta, la teocrática e integrista, de calidades especialmente preocupantes. En nombre de lo más inefable y sagrado, sabido es, se han hecho muchas veces y se hacen ahora —véase Al Qaeda— las mayores barbaridades y los crímenes en masa.
Con un movimiento oblicuo de alfil, sobre el tablero que ocupa en Oriente Próximo la patria persa del ajedrez, Vladimir Putin ha manifestado, mirando de soslayo a la Casa Blanca, que “ningún país del Caspio debería ofrecer su territorio a una tercera potencia para agredir militarmente a otro Estado ribereño”. Hasta cierto punto, tal declaración —implícitamente dirigida a Washington— la debe ver compatible con la alternativa ofrecida a Estados Unidos de sustituir la barrera defensiva checo-polaca de radares y cohetes por el uso conjunto, en las riberas del Caspio, de los radares rusos de Gabala.
Se trata de algo que rechazó expresamente en Moscú Robert Gates, cuando Putin estaba en Berlín avanzando en la sintonía ruso-germana y se disponía a volar hasta Teherán. Precisó entonces, el presidente ruso, que para negociar con los iraníes en nombre de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y en nombre también de Alemania.
Nada se ha sabido después sobre tal propósito putiniano de mediación, para que Irán desista de su terca resistencia y de su enrocamiento en el secreto propósito final de su programa nuclear. Aunque sí, quizá, para presidir la sustitución, en el mar Caspio, del viejo, inerte y enfrentado “club del caviar” por un posible nuevo cártel para los hidrocarburos.
Rusia e Irán, Azerbaiyán, Kazajistán, Turkmenistán, todos los ribereños de esa cuenca, comparten la mitad de las reservas mundiales de gas y un quinto de las reservas de petróleo. Es conjunto, en teoría más que temible, para constituir sus componentes, asociados con una Argelia manifiestamente interesada en integrarse también —así como Venezuela y sus mariachis de Bolivia y Ecuador, un sindicato intercontinental del gas: más temible de lo que fue en su día, con la OPEP, el cártel del petróleo.
La hipótesis no tiene nada de aventurada ni de fantasiosa, especialmente en una coyuntura en la que la estrategia de las energías tiene peso tan relevante, y en ascenso, con la emergente dinámica de nuevos bloques regionales. Algo que, en fin, le va tan al pelo a la actual batalla rusa contra el “sistema unipolar” representado por el poder hegemónico de Estados Unidos.
En este nuevo escenario, la cumbre del Caspio ha escenificado la consolidación cierta de un nuevo papel ruso en Asia. Al precio, eso sí, de que Irán rompiera el cerco diplomático con el que la acosan Estados Unidos y la Unión Europea con diferente grado de presión. Si el Consejo de Seguridad no logra imponerle sanciones a Irán en diciembre próximo, por la oposición ruso-china, pasarían en el mejor de los casos, Norteamérica, Francia y Gran Bretaña, a encabezar las individualizadas sanciones nacionales. Algo de parecida naturaleza —plural aunque no multilateral— a lo que sucedió en el 2003 con Iraq.
jose@javaloyes.net

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